Leandro Surce: «Me interesan las perspectivas que no abstraen al cuerpo del paso del tiempo, que no lo despojan de su propio peso»

Leandro Surce nació en Florida, Buenos Aires, en 1984. Es Licenciado en Ciencia Política (UBA) y estudiante del Profesorado y la Licenciatura en Filosofía (UBA). Obtuvo el primer premio del concurso de microrrelatos organizado por la Revista Crac!-Literatura (2013). Sus poemas y microrrelatos han sido publicados en distintas antologías y revistas. En 2017 obtuvo el segundo premio del I Certamen de Ensayo Filosófico, organizado por el Departamento de Filosofía (UBA). Publicó los libros: Pormenores (cuentos, 2016) e In medias res. Poemas inspirados en la obra plástica de Francis Bacon (Ed. Cartografías, 2020). Dirige el sello independiente Kintsugi Editora.

En esta ocasión lo entrevistamos por su poemario In medias res, editado por Cartografías.

En tu dedicatoria, mencionás el libro Francis Bacon. Lógica de la sensación de Gilles Deleuze, ¿qué fue lo que te fascinó de Francis Bacon? Si pudieses tomar un café con Francis Bacon, ¿qué le dirías?
Sí, aunque yo ya venía fascinado con Bacon, la lectura del libro de Deleuze me permitió ver cosas que antes no veía. Pero también me ayudó a escribir el libro porque Deleuze trabaja con mucha libertad y la libertad, por suerte, es contagiosa. De Bacon me fascinaron muchas cosas, por ejemplo: la introducción del movimiento en sus figuras, las sombras de colores, la disposición de sus pinturas en trípticos y, en general, la gran intensidad dramática que logra transmitir por momentos su obra.
Me encantaría tomar un café con él (me encanta el café). Creo que le haría muchas preguntas en relación a sus influencias. Sobre todo me gustaría que me contara algo de Rembrandt.

Si pudieses equiparar los textos de un poeta a las pinturas de Francis Bacon, ¿quién sería?
Es una pregunta difícil… pero supongo que podría ser la poeta española Chantal Maillard ya que a Bacon también le gustaría Matar a Platón. Me parece que ambas búsquedas apuntan a una captación, siempre insuficiente (de allí la magia, el dinamismo), del acontecimiento, de lo que nos pasa.


¿Por qué de todas las pinturas del artista elegiste el Autorretrato para la portada del libro?
La elegí porque es una pintura que siempre me gustó mucho y porque me empezó a gustar todavía más cuando escuché a Guadalupe Lucero comentar que esa pincelada azul en el rostro podía interpretarse como un síntoma de putrefacción de la carne. Venía obsesionado con esa pincelada, con ese color, me hacía ruido, y lo que dijo Guadalupe me pareció genial. También la elegí porque el poema número 35 dialoga puntualmente con esa pintura y porque quería que, en la tapa del libro, Bacon se presentara a sí mismo.

¿Qué pensás sobre combinar imágenes con textos? En las redes vemos mucho esta tendencia, ¿para vos hay una redundancia o algo abrumador? ¿Es mejor que cada uno de ellos vaya solo y de esa manera se interprete por separado?
Pienso que puede ser algo muy divertido siempre y cuando las palabras no se limiten a describir a las imágenes. Cuando pasa eso por lo general el procedimiento se vuelve redundante y eso a mí me aburre enseguida. Las imágenes son muy poderosas, y cuando se multiplican coincido en que pueden resultar un poco abrumadoras; en ese sentido, supongo que a veces cerrar los ojos puede ser tan importante como mantenerlos abiertos. Lo loco con las imágenes es que al igual que nadie lee exactamente lo mismo en el mismo libro nadie ve lo mismo en la misma imagen. Dialogan con nosotros y ahí cada quien hace la diferencia.

En tu libro, hay imágenes fuertes, cuerpos destruidos, heridas expuestas. Más allá de Bacon, como acto poético-político, ¿de dónde nace tu decisión de mostrar esta perspectiva de los cuerpos?
Diría que lo que hay son cuerpos concretos y no cuerpos idealizados, me refiero a cuerpos que posan, que dejan de respirar para quedarse quietos. Al comienzo del libro incluí una cita de los Diarios de Kafka que dice: «Es totalmente cierto que escribo esto porque estoy desesperado a causa de mi cuerpo y del futuro con este cuerpo». Como somos cuerpos, me interesan las perspectivas que no lo abstraen del paso del tiempo, que no lo despojan de su propio peso. Rembrandt era un genio en ese sentido. No cualquiera tiene el tacto suficiente para pintar una arruga en un rostro o el destello de un ojo que ha visto demasiadas cosas.

¿Algo que nos quieras mencionar sobre las corporalidades en el mundo actual?
Simplemente que me da alegría advertir que cada vez son más las personas que se animan a vivir su cuerpo y su sexualidad de maneras no codificadas. Son luchas que amplifican el mundo, que reproducen la libertad. Y volviendo un poco a la pregunta anterior: una cosa es pintar estereotipos (no sé, la Venus de Botticelli) y otra cosa singularidades irrepetibles.

¿Cómo sentís que influyen tus estudios en Filosofía en tu yo poético?
No sé, pienso que, en principio, cósmicamente todo está mezclado. A mí me gusta que sea así, por eso soy tan desordenado. La filosofía es importante pero también hay mucha filosofía en textos no filosóficos. Si uno lee Memorias del subsuelo o La pasión según G. H., bueno, eso está lleno de filosofía. Del mismo modo hay mucha literatura y poesía en la filosofía (y aquí Nietzsche en primerísimo lugar). Son lecturas, pero siempre hay muchas cosas que influyen en uno: el paisaje, los afectos, el desayuno, etc.

¿Estás trabajando en algún libro nuevo?
Sí. Este año trabajé mucho sobre la ampliación y corrección de un libro que va a salir a fin de año. Se titula Moras silvestres y lo va a publicar Elemento Disruptivo. Se trata de un libro de haikus ligados a la naturaleza que incluye además un breve ensayito al final. Los empecé a escribir cuando viajé al norte argentino y al sur de Bolivia hace un par de años.
También está casi listo un poemario cuyo título no puedo revelar porque está participando de una convocatoria. No tiene nada que ver con In medias res. Posee un personaje principal (un náufrago) y una estructura narrativa. Quise sumar más personajes pero sin que el náufrago dejara de estar solo. Por suerte los encontré: un mono, la sombra del náufrago, una sirena y el fantasma de Robinson Crusoe. Intenté volcar todo mi entusiasmo por cierta mitología literaria iniciada por Defoe y explorar la sensación de soledad de un modo no estrictamente negativo.
Por último, un gran amigo filósofo que vive en Córdoba me propuso que escribiéramos un ensayo filosófico-literario a cuatro manos siguiendo una lógica de intercambio ciberespistolar. Y en eso estamos. Hace poquito le mandé mi primer microensayo (de un total de 10 proyectados); se titula Dragones rodantes en honor a Fafner y al Lobo. Ahora le toca trabajar a Joaquín.

POEMAS

8.

¿A quién pertenece
el contorno de cada cosa
al fondo del que se recorta
o a la figura que contiene?

Pregunto porque quiero saber
si la línea del horizonte
es propiedad del cielo
o de la tierra.

12.

No te inquietes
el cuervo que te espera
no apetece más que el lastre
de tu inquietud.
Eso solo.
Solo eso.

A %d blogueros les gusta esto: