La aparición de las figuras femeninas es constante en la obra, que son sustituidas en cada viaje, son como las olas del mar, se suceden en nuevas olas y nunca vuelven a ser las mismas; además es el propio mar quien se interpone como una espina, siempre por los designios de los dioses, entre su amada Penélope y el desdichado Odiseo. Casualmente o debida a la misma Fortuna todas ellas son reinas en las que el Amor despierta un deseo irrefrenable de poseer y de cobijar a Odiseo. Ellas son reinas poderosas, pero son esclavas de amor que intentarán luchar hasta contra los dioses para retener a su lado a Odiseo. Sin embargo, para ninguna de ellas está designado salvo para Penélope, que le espera veinte largos años tejiendo y destejiendo el mismo tapiz.
A pesar de que en el propio nombre de la obra se desvele quién es el protagonista de Odisea, las grandes e increíbles aventuras con sus vicisitudes, no debemos dudar de que sin las figuras femeninas tan importantes como la de Penélope, la obra no podría reflejar el mismo significado dramático y el mismo desasosiego que con cada deshacer del tapiz se provoca.
Todas estas reinas de Odiseo son: la sin par Penélope, a la que verdaderamente le pertenece siendo su legítima esposa y reina de Ítaca; Calipso, reina de la isla Ogigia, donde habitan las ninfas, con quien pasa siente años y con la que tiene cuatro hijos: Nausitoo, Nausinoo, Latino y Teléfono; la princesa feacia, Nausica, la hija de Alcinoo el magnánimo, a quien le inspiran los dioses para que vaya a pasear junto a la orilla del mar donde encuentra al exhausto Odiseo y al que le ofrece su mano el rey y si estas conquistas no fueran suficientes, tenemos a la reina de la isla de Eea, Circe, la gran hechicera. Todas ellas señoras nobles, tristes enamoradas del mudable Odiseo, sufren sus partidas y su vuelta incierta. Ellas son las víctimas colaterales cuan la bella reina de Cartago por los castigos de los dioses. Sufren abandono y desamor, se sacrifican y no son correspondidas, luchan por su amor y él las rehuye, esperan y no regresa, contradicciones que todas ellas comparten con diferente intensidad, pero a todas ellas les une el inestimable e indescriptible amor que padecen por Odiseo, aunque solo una sea poseedora de ella por completo.
Penélope es la esposa del personaje principal, el rey de Ítaca, Odiseo. Ella espera durante veinte años el retorno de su marido de la guerra de Troya. Ella se esgrime en la obra como el reflejo de una reina intachable, noble en todos los sentidos, que es el ejemplo de una mujer fiel, honrada y discreta, inteligente y astuta, que utiliza estas virtudes para conservar la honradez, digna de su descendencia, conservando siempre el decoro con cada una de sus acciones a pesar de muchos impedimentos e innumerables argucias de sus pretendientes y enemigos indignos y a pesar de las traiciones y el desamparo al que se ve sometida en ausencia de Odiseo, por las cuales se ve obligada a confinarse con sus damas en una habitación donde sus manos incansables tejen sin inmutarse y donde sus ojos agotan las lágrimas imparables. Ella es el eje, el pilar que como Atlas sujeta la corona de Ítaca, luchando contra todos los usurpadores del trono con un tesón inquebrantable propio de los dioses. Ella es quien cree y espera al marido y rey legítimo, velando siempre por conservar lo poco que los pretendientes no han podido usurpar, ya que nadie podrá casarse con ella sin que ésta se desdiga primero de su promesa de acabar el tapiz de la discordia. Por esta razón, se la considera un símbolo de la fidelidad conyugal hasta el día de hoy.
En segundo lugar tenemos a la ninfa Calisto, bella hija del titán Atlas, que reinaba en la isla de Ogigia, cuyo nombre explica lo que hace Calipso, ya que viene del verbo kalýptein, que significa ocultar. La isla está tan lejos del mundo que parece que está fuera de él. Sus habitantes están ocultos de todos. Calipso es la que recoge a Odiseo cuando éste agotado y sucio naufraga en la isla. Ella le lava y cura sus heridas dulcemente y Odiseo se deja hacer. La ninfa lo retiene en aquella isla alejada del mundo durante muchos años, le ama y aspira a conservarle eternamente. Desde el Olimpo, Atenea, la protectora de Odiseo, observa a la pareja. Acude a su padre y le dice que ya va siendo hora de que Odiseo regrese a su casa. Zeus mira hacia abajo, hacia el mar, pues no desea enfrentarse con su malhumorado hermano. Espera hasta que éste salga de viaje y envía a Hermes. El dios aparece ante Calisto y le comunica la decisión de los dioses: debe dejar marchar a Odiseo y ella asiente con tristeza. Odiseo se despide de ella, no sin cierto recelo por si se tratara de una trampa y zarpa sin volver la mirada atrás.
Con referente a Nausíca, ella es una de las figuras femeninas utilizadas por los dioses para socorrer a Odiseo. Atenea visita, en un sueño, a la princesa, hija de Alcínoo, rey de Esqueria y la urge a tener sus responsabilidades como mujer en edad de casarse. Al despertarse, Nausíca pide a su padre un carro con mulas para ir a lavar ropa al río. Mientras ella y sus esclavas descansan y otras juegan a la pelota, Odiseo se despierta, las ve y pide ayuda a la princesa. Nausíca, impresionada por su forma de hablar, acoge al héroe y le brinda alimentos y le indica cómo pedirle a su madre, la reina, hospitalidad. Le señala un bosque consagrado a Atenea a las afueras de la ciudad donde puede descansar. Odiseo aprovecha la ocasión para implorar a la diosa que lo reciban y le ayuden a regresar a la isla patria.
El próximo viaje lleva a Odiseo hasta la isla de Circe, quien le dice al héroe la manera de regresar a su hogar, pasando antes por el país de los muertos. Igual que Calipso, Circe también se enamora de Odisea, y tampoco es correspondida.
Como vemos todas ellas serían capaces de dar la vida por el amor de Odiseo, por ayudarle y también por conservarle siempre a su lado, también cada una de ellas son reflejos de las distintas clases de mujer de aquella sociedad, Penélope es la esposa fiel y la reina por antonomasia, con Nausica tenemos a una princesa virginal que asimismo es el ejemplo de la pureza de las doncellas de su época, que amparan a los necesitados y deben la obediencia a su rey y padre, y con la ninfa Calipso y la hechicera Circe tenemos a dos seres mitológicos que a pesar de ello comparten el amor hacia el mismo humano, quizás su única debilidad en su mundo de hechicería y monstruos incalificables.
Todas ellas son bellas, distinguidas, poderosas en sus ámbitos, pero débiles frente a un único enemigo común, Odiseo, a quien se le rinden en alma y cuerpo, derrotadas frente a lo que no pueden luchar, el amor.