Reflexiones sobre la naturaleza en tiempos de COVID

El brote de COVID-19, propagado y transmitido entre personas que trabajaban en mataderos e industrias porcinas en China, trajo consigo una serie de interrogantes en torno al modelo económico capitalista que hace de la naturaleza su fuente de riqueza.

La disputa por definir ciertas categorías se vuelve clave. A partir del lenguaje producimos sentidos, creamos significados, buscamos generar consensos o rupturas. Podría decirse que el lenguaje es la manifestación del poder. Alguien define algo, da forma a una idea a partir de las palabras. Esa idea es legitimada, asimilada, tomada como propia por otros/as. Se crea un acuerdo que refuerza un orden hegemónico. Ahora pensemos esa secuencia en relación a la palabra naturaleza.

Desde la Revolución Gloriosa británica en 1688 (y posteriormente con la doble revolución burguesa, es decir la Revolución Industrial y la Revolución Francesa) la interpretación de la naturaleza se redujo a la tierra y esta a su vez fue entendida como una posesión individual destinada a ser explotada por el individuo. ¿Cómo se accedía a esa tierra? Con dinero. Quien tenía la riqueza suficiente compraba una parcela y la producía. A partir de esa producción generaba más ganancia que invertía a su vez en más medios de producción. El fin último ya no era acumular (como pregonaba el mercantilismo de la época feudal) sino generar más productividad. Así, la naturaleza era entendida como algo que alguien podía poseer, dominar, que estaba a disposición del hombre para generar capital.

Desde entones, los significados atribuidos a la naturaleza no han cambiado demasiado. En el marco de las tensiones entre lo global y lo local hay una lucha por imponer un cierto modelo de desarrollo que responde a una concepción de naturaleza. El cambio de normalidad que experimenta hoy el mundo se origina en un modelo económico cuya norma es producir a cualquier costo: el hacinamiento, la explotación animal, la precarización a la que son sometidos los trabajadores, nada importa si el consumo y la ganancia están garantizados.

La pandemia de COVID-19 produjo no solo una crisis a escala mundial sino también rupturas en los significados que dan forma al mundo. La naturaleza, la cultura, son terrenos de disputas que desafían representaciones de la realidad. Otras formas alternativas de comprender a la tierra comienzan a emerger: como espacios colectivos de reivindicación, de configuración de la identidad. La naturaleza puede ser entendida también como un campo en donde es posible la autonomía territorial y desde esta perspectiva el debate ya no se da solo en el plano de lo medioambiental, sino también en el plano de lo político, lo económico y lo cultural; la lectura se vuelve más compleja.

Frente a la nueva normalidad que ya se experimenta abundan las preguntas ¿seremos capaces de producir sentidos que construyan una realidad más representativa? ¿surgirán otras formas de entender a nuestras prácticas y modos de habitar el mundo? El futuro reposa en estos días.

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