Ser inmortal y las coplas de Jorge Manrique. Carta a un alumno

Cuando uno tiene en sus manos las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, un aspecto que es necesario traer a colación es el del poder de la inmortalidad en los escritos.

Ese texto, de tan pocas paginitas, que se puede encontrar en el fondo de cualquier biblioteca personal, en el apartado de clásicos de la literatura. Una obra que puede parecer sencilla, o una pesadilla para un alumno de instituto.

Hasta ahora hemos analizado a esta amiga que todos tememos desde su perspectiva más macabra: las danzas de la muerte eran composiciones donde la Muerte (como personaje) se rodeaba de nobles, reyes, campesinos en una especie de fiesta macabra que dejaba claro al lector que todos compartimos un único fin, el final del viaje, que es acabar bajo tierra.

Es este lado el que sobre todo se refleja en las danzas de la muerte, y que todos conocemos porque nos rodeamos de esta señora que es la Muerte, aunque la evitemos (por ejemplo, pensad en la pandemia mundial que estamos viviendo ahora). Hablamos de cifras, contabilizamos muertos, alejamos los cementerios de las ciudades y ansiamos una muerte rápida, llegado el momento, que pensamos siempre que nos queda todavía muy lejos.

Pero, aunque este panorama parezca desolador, también debemos hablar del lado más amable de las Coplas. Sí, hay muerte, sí, esta afecta a todas las clases sociales, nos llegará a todos en algún momento, cada año vivimos nuestra fecha de muerte aunque no nos demos cuenta de ello (será un 24 de octubre, o un 20 de marzo, no lo sabemos aún), pero pensad que, a pesar de todo esto, en el año 2020 estamos leyendo unas coplas escritas en el siglo XV. Y que Rodrigo Manrique, el padre del autor de las Coplas, es, en cierto modo, inmortal.

La muerte implica dejar nuestro cuerpo bajo tierra, en efecto, eso no podremos evitarlo, podréis elegir ser incinerados, ser enterrados, o no sufrir demasiado, pero también se puede ser inmortal. Y la inmortalidad radica en permanecer en las mentes de aquellos que nos han querido, y de aquellos a quienes hemos marcado.

Es sencillo comprender que la inmortalidad está asociada a estas coplas que tenéis en vuestras manos.

Don Rodrigo Manrique (1406-1476) fue un señor que vivió experiencias nada parecidas a las nuestras. Saldría a caballo, pagaría a sus sirvientes, lucharía en batallas, y también sintió apetito, dolor, amor, y todas estas sensaciones que todo ser humano siente y padece.

Lo que quiero que entendáis con este texto es que Rodrigo Manrique, a pesar de haber fallecido, se ha vuelto inmortal. ¿Por qué? Pues porque su paso por el mundo dejó una huella en su hijo Jorge, y este, a su vez, quiso manifestar esta huella que le dejó impresa su padre con unas coplas que ahora se estudian, siglos después, en Bachillerato.

Esta es la idea de inmortalidad. La muerte en las Coplas es benévola, dulce, calma a don Rodrigo y este la acepta. Y, además, fuera del texto, debemos entender que esta obra ha permitido que don Rodrigo perdure eternamente. Lo estudiarán las siguientes generaciones que vengan y en cuanto a él, a pesar de ser nada más que polvo y ceniza, habiendo dejado sus riquezas, bienes materiales, etc. (contemptus mundi; vanitas), su paso por la tierra perdura gracias a este canto que escribe su hijo, dolido por la pérdida. Y aunque él no nos conozca ni nos vaya a conocer nunca, nosotros lo conocemos.

Y los que vengan lo conocerán.

A eso me refiero con la inmortalidad.

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