Prólogo de la antología titulada «Nueva poesía costarricense», publicada el 27 de octubre de 2020.
Autor: Carlos Manuel Villalobos
OTRO INTENTO DE ROBARLE EL FUEGO A LOS DIOSES
En 1890, Máximo Fernández publica el primer tomo de la Lira costarricense, la antología que inaugura las compilaciones poéticas en Costa Rica. Desde entonces, otros antologadores se han ocupado de publicar nuevos inventarios que han servido para fijar el canon de cada época. De esta tarea se han ocupado Rogelio Sotela (1938), Carlos Rafael Duverrán (1973), Abelardo Bonilla (1981), Carlos Jiménez y otros (1982), Carlos Francisco Monge (1992) y Gustavo Solórzano-Alfaro (2010), entre otros.
Ciento treinta años más tarde, con la consigna de otro proceso iniciático, Byron Ramírez reúne una muestra de 42 poetas jóvenes (22 mujeres y 20 hombres) y reclama, para su tiempo, la herencia de la palabra lírica. Esta nueva antología se propone como un anclaje histórico que dará cuenta de una nueva eclosión poética que se circunscribe en el contexto de las primeras dos décadas del siglo XXI.
Como toda antología, los criterios de selección muestran el gusto estético del antologador, pero Ramírez ha ideado un método que es pionero: con apoyo del Ministerio de Cultura convocó a un concurso bajo el parámetro de los 33 años como edad límite. Sin bien es un criterio que parte de lo simbólico, resulta una estrategia válida para garantizar la participación de los poetas emergentes más jóvenes. En total concursaron 116 autores y aunque muchos no fueron considerados, esta es una de las muestras más inclusivas de la historia literaria en Costa Rica.
La noción de juventud y, por ende, del concepto de generación, abren un debate historiográfico, pues supone que el conjunto de los autores coetáneos comparte un “espíritu de época” y unas coincidencias ideológicas y estéticas. Esta idea fue desarrollada inicialmente por el historicismo literario del siglo XIX y tuvo bastante eco a lo largo del siglo XX. El ejercicio del historiador literario tiene entonces como misión averiguar cuáles son los rasgos homogéneos y, con base en esta premisa, establecer un epónimo o etiqueta que permita la identificación. Algunas generaciones decisivas fueron la del 98 o 36 en España; y en Costa Rica, estudiosos como Álvaro Quesada, han propuesto nombres como “generación del Olimpo” y “generación del Repertorio Americano”, entre otras.
En relación con la poesía más reciente en nuestro país, algunos de los epónimos propuestos dan cuenta de la dificultad para establecer una caracterización general. Carlos María Jiménez y otros, a propósito de los poetas nacidos en la década de los cincuenta del siglo XX, hablan de una “generación dispersa”. Por su parte, Gustavo Solórzano-Alfaro denomina como “generación imposible” a los escritores de la siguiente década. Estas denominaciones son ambiguas porque no es posible, en dichas muestras, determinar parámetros de homogeneidad.
Esta misma pluralidad caracteriza a las voces incluidas en la presente antología. Marvin Castillo y Byron Ramírez, quienes escriben la introducción, lo tienen claro al afirmar que “no hay una sola manera de conformar una generación literaria.” Esto ocurre porque las rupturas estéticas conviven con las continuidades.
Por esta razón, Francisco Rodríguez Cascante, uno de los estudiosos de la poesía en Costa Rica, se desliga del cliché generacional y prefiere el estudio de las tradiciones estéticas que atraviesan la historia del campo literario. De acuerdo con sus trabajos, algunas de las formaciones con más vigencia son la poesía de referente social, el trascendentalismo y el tono conversacional. Si bien, estas orientaciones en las últimas décadas han tenido mayor presencia, Rodríguez demuestra que han estado presentes incluso desde el siglo XIX.
Este enfoque permite explicar la multiplicidad de visiones que se entretejen en un mismo contexto de modo que, al mismo tiempo, conviven la continuidad de las estéticas hegemónicas con las provocaciones disidentes. No es extraño, en consecuencia, que en esta antología haya ecos de la retórica modernista, los experimentos del versolibrismo que desarrollaron las vanguardias, la retórica de la ensoñación metafórica, la enunciación narrativa y expositiva de los modelos conversacionales, el decadentismo y el realismo sucio, entre otros enfoques estéticos. Subyace la contradicción entre lo que Guillermo Fernández denominó como la “poesía concreta con enfoque antipoético o antilirismo costarricense” y la defensa de la función poética que proclaman los seguidores del idealismo lírico que defiende el “movimiento trascendentalista”.
En cuanto a los temas hay evocaciones existenciales, erótico amatorias, feministas, ecocríticas, metapoesía y una amplia intertextualidad histórico cultural. Se incluye también la voz de un poeta indígena que inserta códigos mítico-lingüísticos de la cultura brorán o térraba.
A diferencia de las coyunturas anteriores, estos jóvenes pertenecen a una época de cambios radicales en las formas de adquirir y distribuir información. La revolución tecnológica posibilita una interacción novedosa con públicos más allá de las fronteras nacionales. Esta circunstancia obliga a los poetas a salir del ensimismamiento local y adecuar su trabajo a las nuevas dinámicas del consumo literario. De hecho, el concurso mismo, que permitió concretar esta antología, se divulgó por medios digitales y, de este modo, también circuló el envío de las propuestas. Además, será digital la primera versión que se dará a conocer.
Estas circunstancias han sido aprovechadas, sobre todo, por estos autores jóvenes, pues manejan con más propiedad la dinámica de las redes sociales y otras plataformas de divulgación interactiva y acceso directo a la globalidad informática. La mayoría de los antologados han publicado en revistas electrónicas internacionales y han participado en recitales virtuales con una alta incidencia en las audiencias. Dichas conexiones les han permitido a algunos de los poetas antologados, publicar sus primeros libros en el extranjero. Esta experiencia transfronteriza incluye también el hecho de que varios de ellos han participado como invitados en festivales literarios internacionales.
Otra de las particularidades de estos poetas es la amplia participación en agrupaciones literarias. Entre estos colectivos se destacan: Ceniza Huetar, Turrialba Literaria, Taller Literario Joaquín Gutiérrez, Taller Literario Comelibros, Colectiva Jícaras, Otro Taller Literario, Anti taller Anti, Grupo Poiesis, Colectivo Poetas del Caribe y Taller Literario Daniel Jones.
La convocatoria de esta antología se da en el 2020. Es un año de agitación mundial, de pandemias políticas y económicas, y Costa Rica es uno de los países golpeados por la incertidumbre. Sin embargo, en el ámbito de lo literario resultará un año clave para la historiografía literaria, pues este lanzamiento es históricamente novedoso. De aquí saldrán olvidos, pero también autores que ocuparán un sitio en la historia cultural. Los que entienden que la poesía es una pasión que exige talento, técnica y disciplina, romperán con las actitudes diletantes de los rimadores de versos o contadores de ocurrencias. Así que esto es solo un aviso, la primera llamada para que empiece una nueva función poética. Los que sobrevivan serán acusados para siempre de haberle robado el fuego a los dioses más sagrados.
Link de la antología digital: https://issuu.com/antologiapoeticacr/docs/antolog_a_beca_creativa_mcj?fbclid=IwAR0F7ZSpEerP1p3lDDsCpd9UtB92ntanwxYhEgdbsbQBs90jP5xh9f5WK-c
Sobre el autor:
Carlos Manuel Villalobos, Costa Rica, 1968. Ha sido ganador del premio nacional UNA-Palabra (2019) en el género de cuento, y en poesía ha ganado los premios: Brunca de la Universidad Nacional de Costa Rica (2014), el premio Editorial de la Universidad de Costa Rica (1999) y el Arturo Agüero Chaves (1993). Entre sus publicaciones literarias están Altares de ceniza (España 2019, poesía); El cantar de los oficios (2015, poesía); Trances de la herida (México 2015, poesía); El ritual de los Atriles (2014, disertaciones); Insectidumbres (2009, poesía); Tribulaciones (Guatemala 2003, cuento), El primer tren que pase (2001, poesía); El libro de los gozos (novela, 1era. ed. 2001, 2da. ed. 2019 ); Ceremonias desde la lluvia (1995, poesía) y Los trayectos y la sangre (1992, poesía). Es doctor en Literatura Centroamericana, máster en Literatura Latinoamericana, licenciado en Periodismo y profesor en la Enseñanza del Castellano y la Literatura. Se desempeña como docente en Universidad de Costa Rica, donde imparte Semiótica y Teoría Literaria. En esta institución ha fungido como Vicerrector de Vida Estudiantil y Director de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura. Ha dictado cursos en universidades de Estados Unidos, México y España, y ha participado como escritor invitado en festivales literarios en diferentes países de América Latina, España, Alemania, Egipto y Marruecos.