EL ALETEO DE LAS NOCTURNAS
Alexa Prada
No se sabe si el minotauro cayó en el laberinto, si lo empujaron o si, por años, Dédalo construyó esta obra de ingeniería con un morbo maquiavélico. También hay quienes juran que Gregorio Samsa se inyectaba esteroides de mosquito a escondidas. Son los mismos ministerios que afirman que Alicia nunca vio el conejo blanco. Cuentos, no razones. Incluso, se han atrevido a decir, que Pizarnik y Alfonsina contrataron desde antes a su verdugo. Son estas y tantas más las presunciones escatológicas de la élite y su supuesta visión de mundo.
¿Y dónde quedamos nosotras y nosotros? Quienes exhalamos los agujeros negros, quienes absorbemos todas las esponjas, quienes vamos destapando alcantarillas para buscar belleza; a quienes nos toca hacer bailar las campanas que la historia no perdona. ¿A dónde estamos quienes no concebimos reconciliarnos con el perdón, con las astillas de los muebles traidores, con los mercaderes de la palabra? ¿A dónde van las lunas de nuestros recipientes?
Algunos poetas se han contestado preguntas sin saberlo. Me pregunto si se habrán dado cuenta. Si Silvio sabrá que al ¿A dónde va la sorpresa, casi cotidiana del atardecer? Drexler contestó que el perfume está en el jardín, que hay que activar los sentidos para encontrarlo. Se irá, claro. Como todo. Nadie puede atrapar a las tormentas, porque nadie pudo atrapar a Violeta. Nadie captura luciérnagas si hay luz, nadie pudo matar a las cigarras, ni a Mercedes; por lo tanto, tampoco a Atahualpa. Ese perfume está aquí, allá, pero no es de aquí ni tampoco es de allá, como tampoco lo fue Chavela.
Ninguna mariposa nocturna jugó de mariquita, ni tampoco se pintó las alas para calzar como una morpho de acuario. Las confundían con polillas, con comején. Habían cacerías a diario. Los guardas perpetuaban órdenes de captura a quienes volaran cerca del suelo. Entonces, les tocó disfrazarse de dragones, de grifos, de esfinges, de mantícoras. Y así, nos fuimos transfigurando con el tiempo, unas más camufladas que otras, otras más encamisadas, enjauladas, hospitalizadas. Pero todas tenemos los mismos ojos en la espalda. Y, si quisieran hurgar en nuestra memoria, van a encontrar la misma crisálida.
Pero no estoy aquí para hablar de qué es poesía, estoy aquí para darles una única advertencia: zambúllanse con ganas. Eso es. Asumir la poesía como experiencia, asimilarla como inevitable, celebrarla como necesaria e invitarla a ponerse cómoda porque está para quedarse. Porque siempre estuvo, porque estará. Porque a “nadie le ha de faltar una estrellita prendida” – Atahualpa Yupanqui.
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Sobre la autora:
Alexa Prada nace en San José, Costa Rica (1998). Cursa la carrera de Filología Española en la Universidad de Costa Rica. Actualmente es integrante activa de la agrupación artística Estudio Choralia y fue parte del Coro Universitario UCR, agrupación artística emblemática y representativa de dicha universidad. Con ambas agrupaciones ha participado en múltiples festivales, actividades, óperas, conciertos y producciones a nivel nacional e internacional, tales como el International Choral Fest, el Festival Internacional de Coros, Puebla, México. Amante de todas las artes escénicas, poeta y artista musical, además de cantautora. Feminista y activista. Algunos de sus textos se pueden encontrar en la antología Y2K de la Editorial Estudiantil de la UCR, así como en Nueva Poesía Costarricense, antología del Ministerio de cultura y juventud de Costa Rica, y Desacuerdos, antología por el Proyecto Aflorantes.