(De)construir el mundo

Sara Ahmed (*) propone pensar a la relación que existe entre los feminismos y las emociones. Los significados que se atribuyen a ciertas identidades contribuyen a crear jerarquías entre los sujetos. Mientras que los feminismos son asociados con las emociones y lo irracional; lo masculino se asocia al pensamiento y lo racional. No solo se caracteriza a las emociones en términos negativos, sino que también se apela a ellas para justificar la exclusión en determinados espacios. Así, quien experimenta la ira, la indignación, el amor, el temor, no puede ocupar ámbitos que impliquen la toma de decisiones.

Cuando los sujetos que forman parte de los feminismos se indignan y manifiestan el repudio a distintas formas de violencia son caracterizados como violentos. Se crea una distinción arbitraria entre las violencias legítimas y las ilegitimas.

En su libro La política cultural de las emociones, Ahmed reflexiona sobre el potencial de las emociones. Fueron éstas las que le permitieron tener lecturas críticas de los mundos habitados. Reconocer la indignación que le producía tener que ser la niña que siempre le indicaron que debía ser, sentir el dolor de ciertas formas de violencia o el amor por los vínculos feministas; posibilitaron nuevas miradas, más diversas y enriquecedoras.

La indignación es uno de los motores que ha impulsado a los vínculos feministas. No es el dolor lo que permite una base política en el feminismo, sino la traducción de ese dolor en alianzas. El dolor se convierte en movimiento y reparación y a partir de ello se ocupa el espacio público.

El viernes el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del embarazo obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados de Argentina. La indignación que producen las muertes por abortos clandestinos y el acceso diferencial a la salud pública emergió con furia en demandas de políticas públicas. La acción no se limitó a un objeto sino que se expresó como una apertura al futuro. La emoción fue, en este caso, una respuesta al dolor y un llamado a cambiar aquello que hasta entonces se presenta como lo normal.

“La indignación, por tanto, nos mueve al dirigirnos hacia afuera: aunque crea un objeto, tampoco está simplemente dirigida contra un objeto, sino que se vuelve una respuesta ante el mundo como tal” expresa Ahmed.

Ojalá el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo se convierta en Ley, éste es también una respuesta a las desigualdades y a las violencias a las que son sometidas las identidades que no responden a los parámetros de normalidad hegemónicos. Es la respuesta que se manifiesta con ira y presiona en las calles.

Mañana tal vez la demanda será otra, porque no es el objeto en sí lo que hace a la base de los feminismos sino la posibilidad de responder al dolor de los otros y de actuar sobre ellos como un llamado a la acción. La indignación, en tanto emoción, es también una mirada crítica de las relaciones de poder. Los feminismos son una forma de responder ante el mundo, o mejor aún: (de) construirlo.

(*) Sara Ahmed es una escritora feminista; sus estudios se centran en la intersección de las teorías feministas, las políticas queer, el postcolonialismo y las luchas antirracistas.

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