Los ojos cerrados de Stanley Kubrick

“A primeros de marzo encendí la televisión para comprobar
Si el Newcastle había ganado al Everton en la copa. Había ganado.
Sobreimpreso en las imágenes de la victoria del Newcastle
Pasaron el anuncio de la muerte de Stanley Kubrick.
Los seres inmortales también mueren”
Frederic Raphael


Eyes Wide Shut, la película que el legendario Stanley Kubrick (a quien nombraban «la deidad de la empresa») realizó a poco tiempo de morir, es un trabajo fílmico curioso, además de poseer un título poco y nada poético. El director se mantuvo casi un cuarto de siglo ideando esta producción y buscando la representación en la pantalla grande, y esto, después de leer en un par de veranos Traumnovelle, la novela del vienes Arthur Schnitzler que llegó traducida al castellano como Relato soñado publicada por la editorial española Acantilado.

Y aunque este trabajo pertenece a un director que posee un vasto portafolio de películas de culto, uno se siente tentado a indagar sobre la posible huella consciente o inconsciente que este hubiese dejado en ella. Luego de una extenso reparo y para desconcierto de nosotros los cinéfilos no existe ningún rastro. Ahí está el enigma, o mejor, la inquietante intuición de que, así como Gustav Flaubert reveló misteriosamente: «Madame Bovary, c’est moi», Stanley Kubrick decidiera realizar esta película para aludir a una etapa sombría de su vida, o quizá, expiar un pequeño «secreto sucio« a través de la pantalla grande.

Dream Story - Arthur Schnitzler
Relato soñado (en alemán Traumnovelle) es una novela corta escrita en 1925 en alemán por el escritor y médico austríaco Arthur Schnitzler.

Por supuesto, son meras conjeturas, ya que los conocedores de sus obras estábamos acostumbrados a encontrar pistas y juegos dentro dentro de ellas. Siendo así, entonces ¿qué sucedió con Eye Wide Shut? Solo sabemos que Kubrick estuvo unas décadas alejado del séptimo arte y en el anonimato como director. Un extraño aislamiento que suscitó comentarios como su enfermedad misantrópica (rico, aislado y asqueado, como Hughes, Céline, o Lovecraft) la muerte de su musa como inspiración creadora, la paciente preparación de otra obra maestra, etc. Pero nada se escuchaba en el medio (ni mucho menos se visualizaba) de las intenciones de una posible adaptación literaria para el cine mundial.

Por eso esta última obra cinematográfica de Kubrick es tentadora y sugiere si acaso sus huellas no están de forma particular, sino general en todo el contenido de la película. Pensando esto, hay que ir despacio, porque Off the Record durante los guiones de Eye Wide Shut, el director insistía en evitar escenas que llevaran su marca como director, creando con esto una atmósfera más sospechosa aún, pues como ironía, podría ser una técnica, pero como estilo, esto se apartaba totalmente de sus creaciones.

Ya en Paths of Glory (1935), 2001 Space Odyssey (1968), A Clockwork Orange (1971) y The Shining (1980), Full Metal Jacket (1987) (por citar algunas de sus obras maestras), era evidente el uso de un lenguaje figurativo, metáforas, imágenes sobrepuestas, mensajes subliminales, diálogos irónicos, escenas tautológicas para dejar claro su posición frente a la guerra, la religión, la política, el capitalismo, la violencia, la eugenesia y otros asuntos.  Sin embargo, en Eyes Wide Shut, los observadores y críticos quedan en blanco, colgados solo de esa linealidad aristotélica de inicio, trama y desenlace, propia de la narrativa del cine underground, y las producciones monótonas secuenciales.

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Honestamente (y para desconcierto) en esta película no hay imágenes sobrepuestas que digan algo al subconsciente o al consciente del cine-vidente; las tomas son pasivas; desaparece la ausencia de objetos; las metáforas, paralelismos y símbolos brillan por su ausencia; los diálogos son realistas, y en ocasiones se tornan cínicos, freudianos y hasta se usa palabras pertenecientes a las logias masónicas europeas.

En los planos que Stanley Kubrick nos presenta es imposible relacionar, por ejemplo, los cuadros de Klimt, Van Gogh, Gauguin y otros con el sexo o alguna filia particular. Es mejor pensar que esta ambientación obedece más a las exigencias de la novela sibarita de A. Schnitzler que a una representación erótica como tal. Es más, las escenas donde Kubrick presenta figuras de cuernos, caballos, unicornios que fácilmente se pueden relacionar con lujuria, desenfreno y vanidad, son meros accesorios periféricos ya que en realidad son superfluos dentro de los encuadres. Su conjunto de colores, la luz y la sombra, simplemente hacen juego con la época navideña en que se desarrolla la trama y nada más.

Es obvio que esta película es la racionalización de un sueño que termina en pesadilla. Sin embargo, el final no es convincente, y casi a decir de Umberto Eco, es kitsch, es decir, puede ser material para varias interpretaciones, porque Alice Harford (Nicole Kidman) sugiere a Bill Harford (Tom Cruise) que joder (to fuck) es la solución al problema psico-sexual y a la desesperación que le aqueja. Imaginación y problemas en los que se ve envuelto Bill constantemente, a propósito también de una fantasía y un sueño que le narró Alice en pleno trance psicotrópico.

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En fin.

Frederic Raphael, amigo de Kubrick y guionista de la misma película, había sugerido al director que rompiera toda concatenación de acontecimientos en la cinta, por ejemplo, realizando un nexo entre la escena inicial de la fiesta, con la orgía tipo rito de iniciación y sus consecuencias finales. Sin embargo, Kubrick se empecinó que esta realización no debía ser más que un sueño, como lo exponía originalmente el libro en el cual se inspiró para la producción.  Sus palabras textuales para con Frederic y su negativa fue: «Cíñete al ritmo de Arthur». Punto.

Una actitud firme (quizá fruto de su lección duramente aprendida al dejar que Kirk Douglas dirigiera Spartacus, 1960), pero que, en cierta manera influyó negativamente en las críticas que recibió la película en su momento.  Decisión, además, que también suponía la fidelidad al texto del vienés, para evitar otro fiasco tipo The Shining de Stephen King, que a propósito le costó caro y se granjeó serias enemistades en el mundo literario por traición y deshonestidad artística.

¿Fue Eyes Wide Shut el testamento más fiel de un desencanto de la humanidad? ¿O un mero retrato de la América aristocrática y esquizofrénica, de matrimonios infelices, divorcios express y sexo a la carta? Si es así esta sería la película mejor lograda de Stanley Kubrick,  aunque la crítica rebajara su valor, porque en ella se refleja enteramente un retrato de la hipócrita y puritana sociedad norteamericana.  Denuncias que no serían extrañas de parte de un director activista, siempre tan frontal y crudo, que le valió el apodo de Stanley Hubris dentro de la industria.

Finalmente, no podíamos decir que el director-autor está tácitamente representado en esta obra, antes bien cada escena puede ser una reminiscencia personal e íntima, ambientada en esa novela que eligió para realizar esta obra final. Aunque sinceramente sería difícil e irresponsable obligar decir al difunto Stanley Kubrick «Bill Harford soy yo». Lo que sea. Todos los motivos de su legendaria vida y de lo extraña que es esta película, se los llevó a la muerte con los ojos cerrados.

Jocelyn Pook – Masked Ball (Eyes Wide Shut)


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