Matías Aldaz nació en Federación, Entre Ríos, en 1976. Es músico, abogado y escritor. Publicó los libros de cuentos Esas nubes (Simurg, 2009), La lluvia cae en todas partes (Colección Mulita, 2014), la novela Bajante (Colección Mulita, 2017), y el libro de poemas Antes de cerrar la puerta (Editorial Deacá 2019). También escribió junto a Laura Escudero la novela para niñas y niños La ciudad perfecta (Norma, 2017).
El brillo de la humedad
mamá mira flashdance
en la tele
y llora en la parte
que no hay que llorar
dice
qué pelotuda
se pasa la mano
por la cara
y la mancha del rímel
se divide
y en la piel
le queda una especie
de espada
lanzada al infinito
si no fuese por
el brillo que supone
la humedad
pensaría que
esa mancha
estuvo siempre ahí
en el mismo lugar
mamá cambia de canal
y en la tele
aparece
un barco
que se hunde
a las dos de la mañana
en un río del Amazonas
mamá dice
de nuevo
qué pelotuda
se pasa la mano
por el pantalón
y la mancha
vuelve a dividirse
hasta deshacerse
en el mundo
que le pincha la espalda
y la marean
en las noches de temporal
La nube de Oort
hace muy poco
que vivimos en esta casa
cuando llegamos
el color de las paredes
había pasado de moda
era rancio
el pintor nos dijo que seguramente
estaba así desde hacía tiempo
era mucho más grande
de lo que queríamos
pero nos arreglamos
aunque hablábamos bajo
las palabras parecían alaridos
y caminar de una habitación a otra
nos llevaba unos largos días
antes de pasar del living
a la cocina
nos despedíamos
nos abrazábamos
nos besábamos
y a veces
hasta hacíamos el amor
algunas noches
en la serenidad de la labor cumplida
dejábamos abierta la ventana
de la planta superior
y la corriente circulaba
por todos nuestros refugios
y arremolinaba los colores
inalterables de las cortinas
lo hacíamos porque nos daba placer
sentir esa corriente salvaje
atacar el silencio
todo transcurrió igual
hasta que una mañana
comenzamos a ver mariposas
en el patio de invierno más pequeño
el que tiene techo de vidrio
solapas de acero
puertas de madera
y una celosía falsa
comenzamos a verlas
de mañana
antes de ir a trabajar
una
por día
volaban
nos merodeaban
nos seguían por todos lados
se nos posaban en el hombro
en la mano
en el cepillo de dientes
en el borde de la taza de café
en la galletita en viaje a la boca
en la llave antes de salir
siempre
al volver
después de las
setecientas horas de trabajo
en nuestras oficinas microscópicas
las mariposas estaban quietas
con las alas desplegadas
hacían juego
con los dibujos del piso calcáreo
del mismo patio de invierno
recuerdo que cuando apareció la segunda
me preguntaste
por dónde entran
y yo
sin tener la menor idea
te dije
con seguridad
con talante
por nosotros
y vos arrugaste las cejas
y aprovechaste para chistar
como te enseñé
con la lengua y los dientes
sin decir
no creo
sin decir
no es así
lo sé
fue una frase vaga
inestable
que no transportaba nada
a ningún lado
las mariposas seguían apareciendo
y sólo a la primera de ellas
la tiramos a la basura
desde la segunda en adelante
la dejábamos
en la tierra de la maceta
que está en la terraza
bajo un alero de un año luz de largo
que se parece a la nube de oort
y donde el sol
por más que quiera
y quiera
le cueste llegar
y donde
la vida parece pasar
más lento
que donde estamos nosotros
la semana pasada
mientras cenábamos
como siempre lo hacemos
en el verano
debajo del alero
que se parece a la nube de oort
me preguntaste
por qué las mariposas
conservan los colores
como la primera vez que las vimos
y yo te respondí
con seguridad
con talante
te dije
je ne sais pas
ma chérie
je ne sais pas
no sé si fue mi respuesta
o mi pronunciación
pero te pusiste triste
te ataste el pelo
y comenzaste a tararear
una canción
de nina simone
que una vez
hace ya tiempo
me dijiste
que te acortaba la soledad
y la distancia
entre esta casa
y tu habitación de secundaria
aquella
la que tenía el poster
de whitney houston
cantándole al sol
al lado del placard
La memoria del pez
vivo en un monoambiente partido
por una biblioteca
de tres módulos
desde hace un tiempo
hay una pérdida de gas en la cocina
que por pereza
o dejadez
no hago arreglar
llave vertical
para cocinar
llave horizontal para dormir
dos o tres años antes de morirse
mi abuela comenzó a perder la memoria
de manera paulatina
primero una cosa
después otra
hasta que se olvidó de su hijas
de sus hijos
de sus nietas
de sus nietos
de sus hermanas
de sus hermanos
de las cosas
y de los nombres
de las cosas
pero de algo
no se olvidó
de mi abuelo
y del nombre de mi abuelo
después de que él se muriera
ella lo seguía esperando
para hacer lo que tuvieran que hacer
hasta olvidarse que lo esperaba
hasta olvidarse que se olvidaba
eran las huellas en el barro
de una convivencia de sesenta años
el mismo día del entierro de mi abuela
al volver del cementerio
empezaron a repartir
entre mis tías y tíos
la ropa
los zapatos
los álbumes de fotos
las cosas que tenía en sus cajones
algunas lindas
otras no tanto
sólo quedó una foto
encima de la mesada
suelta
la pedí
me la quedo
dije
tengo esa foto sin portarretratos
en uno de los módulos de la biblioteca
en la foto están
mi abuela y mi abuelo
a tres o cuatro metros de distancia
uno de otro
mi abuela parece haberse corrido para
que él pudiera salir solo
pero al final
mi abuelo no sale solo
salen los dos
están parados en la puerta de su casa
en la nueva federación
creo que el mismo año en que
hundieron la vieja
para siempre
mi abuelo tiene una camisa leñadora
a cuadros rosas
con líneas negras
y a mi abuela se le ve la mitad del cuerpo
y menos de la mitad de la cara
a veces me levanto
en el medio de la noche para
fijarme si cerré la llave de gas
desnudo
frente a una luz
que no enfoca
ni aclara
parezco
un pez deambulando
en una pecera
Un pozo con agua limpia (inédito)
hace ocho minutos
el sol
era otro
la colisión
de dos estrellas
en una galaxia
lejana y desconocida
ciento cincuenta millones
de años atrás
determinó cómo
se formaron
el oro y el platino
los dinosaurios
aún
existían
ahora una mosca
me merodea y no parece
estar satisfecha
sólo deja
un ruido
expansivo y religioso
paff
nadie más
la verá volar
y nosotros ya
no tendremos que esperar
ningún tiempo