Selección de poemas de Camila Muñoz (Chile, 1996)

Los destellos cotidianos de la naturaleza son, podríamos decir, el tópico alrededor del cual giran los poemas de Camila Muñoz. No los grandes paisajes inexplorados o el canto a los fenómenos naturales, sino la cercanía de la luz, el agua, los animales y su relación con las personas, con la voz de quien escribe y con su cuerpo, también.

De esta exploración resulta un tono calmo, que en su recorrido anímico transmite distintas emociones sin abandonarse por completo a ellas; como si fuese un rayo de luz que merodea entre las cosas, alumbrando de a poco, mostrando solo una escena a la vez. Escenas desprovistas de drama o de sentimentalismos, en lo que reside su atracción: el instante poético (si le llamamos así) se halla en la relaciones que trama cada verso junto al siguiente y al anterior. No hay efectismos, giros ni tampoco una suerte de historia. El sentido se desplaza en círculos concéntricos, que reverberan en quien en lee por unos momentos, le hacen volver, quedarse pensando sobre lo que evocan un par de palabras. Les invito a comprobarlo a continuación, en los seis poemas inéditos que invitamos a publicar a Camila Muñoz.

Lectura y almuerzo en el campo

Mientras
mi dedo persigue
a la letra que arranca
mi boca se apropia
de palabras sin sonido.
Cuando dejo a las hojas de lado
las flores nacen sobre el mantel
el viento se adorna con olor a cazuela
Se vacían las lecherías
los tractores descansan
Te espero a las doce en punto
con chicha, sopaipilla y cuchara;
mientras nuestro mar amarillo lo cuida la trigadora.

Ojos de avellana

Abro la puerta y corres
para extender tu cuerpo por el suelo.
Quieres estar conmigo
pero no puedes desperdiciar los rayos de sol
de la mañana.

Quieres estar conmigo
pero acaban de cortar el pasto.

Quieres estar conmigo
pero se escucha un ruido en la calle.

Quieres estar conmigo
pero tienes ganas de correr.

Quieres estar conmigo
pero prefieres dormir con mi ropa.

Nada te detiene
logras hacer todo,
pero a menos de dos metros de distancia.

Dos estaciones

Vi mis manos
dos plantas
que crecen juntas de forma simétrica.
Recordé
hace muchos años
las llevaba a mi boca.
Esperaba en la carretera.

Cuando el frío despertaba a la mañana
imitando a las casas
que se iban prendiendo con la estufa
rellena de leña seca;
Mi boca era el cañón
cálido interior.

Ahora esta imagen se ha distorsionado
en un cigarro que alivia mi soledad
aún cuando siento el calor golpeando a mi espalda.

Lluvia inesperada

Todo tu tiempo
gastado
se desparrama.
En tu cara
pasan las gotas,
se transforman.
Colores
llegan al suelo
tiñen el opaco gris genérico
que tienen todas las calles
de todas las ciudades del mundo.

Duermen las plantas

Abren mis ojos,
al mismo tiempo,
se rompe el agua cristalizada
en los pedacitos de maleza
que tanta pena te da sacar,
en la entrada de nuestra casa.
Se rompen y quedan desnudos.
Secan hasta la última gota.

Venus

Entra en la escena
alargando el tiempo
una perrita de avanzada edad.
Abre con su nariz
el encuentro de las dos cortinas
que protegen la habitación.

Detrás del escenario,
espera acostada
todo este ritual
que inicia con el sol “abrasando” su negro lomo.
Separa su cabeza del cuerpo
que se le queda unos minutos atrás.

Abre el hocico
se ve el negro en todos sus años
que le van quedando enterrados
en el interior de su cara de perro.

Inicia, entonces, el día de Venus.

Camila Muñoz Mansilla (1996). Es Licenciada en Literatura con Mención en Escritura de Guiones (UFT). Uno de sus mayores trabajos es un guion de documental autobiográfico (La estela de plata), que aborda temas como el suicidio, la desigualdad social y la violencia de género. Entre sus intereses, podemos encontrar el dibujo, la ilustración digital y la escritura de poemas y cuentos. Vivió durante su infancia, junto a su familia, en el sur de Chile, por lo que gran parte de su poesía refiere a esta zona.

La fotografía de portada fue brindada por la autora.

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