Y prosiguiendo con esta pequeña muestra de poesía mexicana contemporánea, presentamos al escritor Ricardo Plata quien, a pesar de su juventud, evidencia una gran madurez en su escritura. Con un tono fresco y crítico, casi similar a la corriente punk original de antes de los 80’s. Ricardo no solo critica, sino que logra dejar, por momentos, esa crítica para aterrizar en un ejercicio crítico de poesía sensible, no sentimental. Porque hace falta, siempre, aquella pluma que nos regrese a mirarnos con ojos críticos, con aquella vista sensible que está atenta a los detalles brumosos de la realidad. Aquí es donde Ricardo Plata actúa: En aquellos lugares olvidados para el común. En la sensualidad del cuerpo, en lo cotidiano de la mesa, en lo perpendicular de la pena, en la arista de las convivencias. Por ello, encontramos, en su poesía, un toque de luz que revela lo oculto.
En este segundo volumen de Susurros de Gea presentamos los poemas de Ricardo Plata que logra ir más allá de lo cotidiano para que podamos obtener un vuelo de tinta sobre hojas blancas. Un viaje sin retorno, pero que nos lleva a una mejor tierra.
Ricardo Plata (Ciudad de México, 1994) Estudió la Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana. Autor del poemario Para habitar mi nombre. Becario del festival Interfaz: Los signos en rotación. Fundador y director general de la Revista Literaria Cardenal y del Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes de la UAM-I. Ha publicado en las revistas como: Círculo de poesía, Punto de Partida, Buenos Aires Poetry, Atunis Poetry de Belgica, Sahitto de Bangladesh y Mood Magazine.
A Edher Rivas
Corremos tras un taxi a las dos de la madrugada,
con la esperanza de que llegaremos completos
sin un cabello de menos al hogar,
creemos en las palabras de un taxista
que nos habla de su encierro de trece horas en su jaula con llantas.
Emborracharse sabiendo que estas triste
y que acabaras más triste y desdichado,
pero no importa ser joven es ser triste,
en un efímero tiempo
somos compañeros de la alegría,
como el finlandes que vivía en Rusia
que encontramos en México tomando tequila
y su cerveza victoria y tal vez regrese a emborracharse,
porque quería conocer Latinoamérica.
No pronunciamos bien su nombre,
El finlandés no sabe groserías,
odia las groserías, las vea innecesarias,
yo no, como el hijo de puta del taxista que nos cobró de más,
pero el finlandés no lo sabe,
y piensa que no es necesario, pero lo son,
tal vez las palabras más sinceras de mi vida son algunas groserías.
El finlandés se va en dos noches,
se nota dolorido por dejar esta tierra,
la muchacha con la que le encontramos,
la conoció en un Starbucks,
ella estudia Historia con nosotros
y está abierta a cualquier posibilidad de vivir
y no tuvo miedo de las malas jugadas de la suerte,
El güero estaba desorientado,
no hablaba ni pio de español,
pero quería conocer Ciudad de México.
México es eso,
conocer a una mujer que te recoja en un café del centro histórico,
y te lleva a su círculo,
eso es Latinoamérica y esa es la juventud,
conocer a un ruso finlandés
en una esquina de Tlalnepantla,
no sabe en donde estuvo
aun así lo recordara,
y nos habla que del otro lado del mundo
pasaría lo mismo
***
Boca abajo la delgadez de tu cuerpo
Se repite en las sabanas.
De pronto recuerdas la canción que nos unió
en aquel verano en donde en tus veinticinco años
consumíamos el polvo del aburrimiento.
Cada espejo de tu habitación
aprende tu silueta en lencería,
y tú piensas que debes dejar los cigarrillos,
dejar correr las canciones del estéreo
mientras nuestros labios se encuentran
subiendo los peldaños del beso,
y piensas en la vida como una película
ambientada mientras tú me besas.
Aterrada me preguntas del amor
en ese rio de causalidades
en donde en cada mes nos sumergimos,
ahora te has percatado
el disco dejo de tocar,
y piensas que nuestro amor
dura más que cualquier álbum de Beach House.
Te has dado vuelta en la cama,
tu espalda es un mar transparente de plegarias
que entienden mis deseos,
mientras la fotografía de tu novio
nos ve abrazados.
A Nora Rosales y Mateo Mansilla
Hay olores que te recuerdan
a tu primer hogar
al árbol de duraznos
en donde creciste tratando de alcanzar
la rama más alta.
Hay espasmos en el aire
que te llevan al rumor del primer secreto
la primera confidencia
en donde tu lengua era una fiesta,
hay personas que te recuerdan tu infancia,
los días de colegio
y los honores a la bandera,
todo era aromatizado por lo nuevo
y lo nuevo te atemorizaba
porque era incertidumbre.
La alegría de correr por los pasillos de la casa
de levantarte temprano los sábados
para encender los ojos del abuelo
antes de que la tierra apagara su cuerpo.
Hay personas que son casas y patios
en donde habitas
y recuerdas esa temporada en donde una cicatriz
intangible aromo la soledad de tu pecho,
hay personas que son memoria
y arboles a los que te abrazas,
en donde brincas una cuerda
atada al recuerdo.
Hay personas que son esperanza y vacío,
alteran el mecanismo de los días
para confesar que la felicidad
es la siguiente carta
y estarán junto a ti.
Todo terminara,
el sueño vendrá de golpe
y descansaras en una habitación,
en personas
que te recuerden
el sabor de un durazno que alzaste del pasto.
La fruta no cae lejos del árbol.
A Cecilia Elizondo
Cada que alguien nos sueña amanecemos más ligeros,
hay noches donde en el fervor de las almohadas
se sueña nuestra insomnio,
grita tu nombre
__________________y
_________________________una vez más grita
con la rabia de los perdidos,
de los que ya no están
de los que hicieron de la vida un interrogatorio,
y no encontraron la amable respuesta
en el hervor de un día de julio.
Nos faltaron días para clamar la sanación
y el eco de lo que fuimos
_________________________Somos
________________________________seremos
nos devuelva la imagen desfigurada.
Pierde la desesperanza,
la colección de amores incompletos
y pierde una vez más los hubiera
que siguen iluminados
con el foco azul de agosto.
Sigue esperando el beso
en un salón sellado
antes de la temporada de vacaciones,
sigue esperando el regreso
de los rostros que olvidaste
y ahora viven en una lista
un número
un apellido,
que desafían la ley de los die años
impuesta por la memoria.
Sigue en ese sueño incompleto
de consagrar el principio
como una moneda que vuelve
y detén el paso y escucha las campanas
y el tiempo dictara la regla
Es el principio de la edad mediana.