La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
ni siquiera palabras.
Eugenio Montejo
Curaduría: Jhensy Lucena Castillo
Foto de portada y artes en general: Jhensy Lucena Castillo (@verso.lidio)
Introducción: Emilio Paz
Venezuela, país que conecta dos mundos. Las influencias caribeñas y la tradición sudamericana convergen en esta nación que, en la actualidad, se ha vuelto el centro de una disputa política. Entonces, no sería extraño encontrar un alto contenido político y crítico en los poemas de autores venezolanos. De alguna manera, casi en tono de etiqueta, se habla de poetas nacionales y poetas de la diáspora. Escritores que se mantuvieron en su patria y aquellos que, por diversos motivos, salen buscando mejores oportunidades en el extranjero. Sin embargo, reducir la poesía venezolana a solo crítica social es reducir la tradición. La poesía de Venezuela es una flor en medio de la crisis y del caos. Porque sus versos, críticas, giran alrededor de la esperanza, del mundo y de la transformación.
Los poetas venezolanos, como Ramón Palomares, Andrés Bello, Juan Liscano, Eugenio Montejo, Andrés Eloy Blanco, Víctor Valera, Sonia Chocrón, Jean Aristeguieta, Ana Enriqueta Terán, Ida Gramcko, Hanni Ossott, Luz Machado, Lucila Velásquez, Sonia Sanoja, Eduardo Gallegos, Manuel Graterol, Yucef Mehri, entre otros; abarcan la crítica social, el empoderamiento de la mujer, la tradición de los pueblos, las costumbres. La influencia de las culturas extranjeras permite generar una simbiosis en las letras venezolanas. Enriquecimiento que se plasma en una lírica con diversos matices. Sin embargo, la poesía joven de Venezuela, respetando la tradición, trasciende de estos temas para ir más allá de sus posibilidades.
En palabras de Jhensy Lucena, curadora e ilustradora de la muestra:
La pluma poética contemporánea venezolana guarda en su interior destellos de la poesía que nos dejaron grandes y sensibles poetas como Armando Rojas Guardia, Vicente Gerbasi, Hanni Ossott, Miyó Vestrini, Alfredo Silva Estrada, Lydda Franco Farías, Luis Alberto Crespo o Elizabeth Shön (por nombrar algunos). Ese destello anidado en la garganta se amplifica en las voces nuevas a través un canto profundo y certero que reclama un espacio con el cual des-atar uno o varios nudos del espíritu a través del lenguaje. Si algo debo resaltar de la muestra poética venezolana contemporénea reunida es la pluralidad que la envuelve a través de sus temas, matices, formas y estilos.
Por eso, nos emociona presentar esta muestra de poesía contemporánea de Venezuela y leer, para disfrutar, composiciones que van más allá de lo convencional, aterrizando en el quehacer, en la crítica y en el presente dinámico que jamás muere.
Miguel Antonio Guevara. (Barinas, Venezuela, 1986). Es escritor. Ha realizado estudios de sociología, filosofía y literatura. Sus últimos libros son la novela Los pájaros prisioneros solo comen alpiste (LP5 Editora, 2020), la compilación de poemas Mudable, Antología transitoria 2009-2019 (Ediciones Madriguera, 2020) y la nouvelle Mahmud Darwish anda en metro (El Taller Blanco, 2019). Su ensayística se encuentra en su blog como Crítica de la razón hipertextual (2010-2020). Editor y columnista en la revista de crítica y creación MenteKupa. Ha recibido distintos reconocimientos, entre ellos la Beca de Estímulo a la Creación Literaria en el género ensayo (Centro Nacional del Libro de Venezuela, 2017), el VI Premio Nacional Universitario de Literatura Alfredo Armas Alfonzo; y el VIII Premio Internacional de Ensayo Mariano Picón Salas.
1
Esta imagen puede ocupar la humanidad en estos cálculos
estas permutas sin sostenerse este tren con música lleno
de gente el viaje es otro extrañas a tu igual y no sabes
qué decir si acaso qué decir tiene que ver con hacer
no somos los mejores este rostro del qué diablos
nos delatada estos pares débiles debieran pasar
esta casa tiene lista de espera gracias al presente
que desconozco y nos gusta no es que la cabeza
anhele los ojos o el susurro de los acantilados mucho
menos la línea del cuerpo que se confunde con el
contorno del mundo un puente sobre un río de arena
puede ocuparme en estos cálculos estas permutas
la creencia la batalla con cada quien en sus puestos
nadie tiene lugar asegurado en este campo el otro ni el
rayo que ilumina la copa de los árboles ni el hombre
con su perro y su chimó debajo de su sombra ni el equipaje
del viaje más breve así funciona este tránsito este bajel
13
El maestro dice que debemos trabajar muy fuerte
en las primeras horas así el resto del día será dedicado
a la vida al grito o al silencio a esos dos amigos
de las palabras y el tubo de carne y del viento
que se da forma como la noche en ese cuarto ebrio el
y ella no sé borrarla de miedo o de inseguridad qué será
lo que dicen a mi alrededor sobre las fiestas del oro y
los pájaros ya ni sé qué rayos pasa los trenes se dirigen
a lugares opuestos a donde marca su destino y todos están
confundidos como en terraza de manicomio como en
abanico de vieja en el infierno como en altar de las
contradicciones como en fe de beata casi muerta de sed
como en la esquina del cráneo y cabuya
de El bramido de los acantilados, Mudable, Antología transitoria 2009-2019.
Roislen Abreu. (Puerto Cabello, 1988). Autora de las plaquetas poéticas »Invocando no invocar« y »Todo pasa«. Ha participado en eventos literarios tanto en Venezuela como en Buenos Aires. Poemas suyos están incluidos en los portales La Caída, Cantera, Digopalabratxt y Letralia. Resultó finalista del II y IV Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. Cursó talleres dictados por los escritores Eleonora Requena y Armando Rojas Guardia.}
Desechos domésticos
Prendí en candela una casa________________mi casa
________________ ________________ __________ en un sueño astral
________________ ________________ __________ donde perros trepaban la huida del infierno
Quemé sus paredes para fundar otra tierra
__________cuartos con techo blanco y una silente noche gris
La casa se cae porque nunca fue hogar
Nadie salió de la cama hasta ocurrido el momento de la consumación
Nadie arrojó un vaso de agua en el nombre de las llamas y su luz
No hay más puertas qué batir No hay madera reluciente.
***
Mira la derrota en el espejo
________________ ________________ se dirige a la mesa esperando un sorbo de agua y miel.
Lleva la vergüenza de andar sobre cabras roídas.
De cien ojos que ven
_________ninguno apunta a la mosca que husmea su cuerpo.
Del libro Desechos domésticos, 2020. Colección Arquiloquio de Poesía. Ediciones Palindromus.
Adrián Arias Pomontty. (Maracay, Venezuela, 1989). Estudió Ingeniería Eléctrica. Participó en talleres de creación literaria del CELARG. Actualmente cursa la Maestría de Literatura Latinoamericana de la Universidad Simón Bolívar.
***
GILBERTO CORREA[1]: RASGOS CAPITALES DE
LA PRIMERA IMPRESIÓN DE LA MARIAJUANIS
- Cría Intoxicante (como Viñetas) Sigue Mi Hombro De Facción. Frío En Ese Hombro. Al Respecto: «Me Golpea La Percepción En La Habitación, Además De Mí, Aquí La Unidad Del Área Cuadriplica A Otras». (Evite El Postulado De Ser Contado Entre Ellos).
- Un Exuberante Que Se Siente (como Balas) Sigue El Hueso Sesamoideo De Mi Mochila. La Idea Es Apoyarte en La Fiesta De Disfraces.
- Sobrerreflexión Muy Cerca De La Máscara Del Elemento, Que (obviamente) Tiene También Boca, Nariz, Etcétera.
- Van Hablando De Que La Cantidad Indefinida De Pintura En La Casa Estaría Menos Relacionada Con La Poesía Y Todo Esto Se Diferencia Del Arte. La Yesca De Los Bajos Fondos, No Sería Más Que Un Arreglo Espacial, Un Poco Modernizador Fuera Del Campo Arrejuntado; En El Posterior Segundo, Un Instante Siguiente, El Sistema Endocannabinoide Trataría De Disolver La Obra De Arte En La Transmutación Del Sistema Nervioso A Monchis Compulsivo, Como Los Acentos Mesianicos De Jah El Grande, El Comediante Discriminado De Este Rincón Del Universo.
- Bienestar Ilimitado, Rosca Luna Picaporte, Eso Es Fortuna. La Yugular De Los Complejos, Abramaster Decana Fortuna Sobre Los Complejos Emocionales. Punto Y Aparte Eso Es Un Neurótico-Obsesivo. Se Viste Como El «personaje» De Gran Corazón. Todos Los Asistentes Son Incongruentes En La Mesa, Una a Se Levanta, Dos Segundos Después A b Le Invade El Aura En La Peluca De Un Mocho.
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[1] https://www.youtube.com/watch?v=7e_6rAFiipw

z.1) (ah vaina)Diagramas de los tres estados del cerebro bajo los efectos de un pan con queso.
- Fundamento Poético En La Fonética: La Punta De La Lengua Se Seca Mucha, Salivación E Intuición Falta En La Geografía De La Boca. Yuca Incomparable En El Acto Del Habla. Apues, Mira Que Uno Encuentra Una Pregunta, Es La Falta Antigua Que Rompe La Fórmula De Hace «mucho Tiempo» Es Solo A Través De (retroceder En Esta Variedad) De La Representación De Un Minuto De Útero A Tumbavegija En El Razonable Rayoretrocular. Creo Que Esto Es Una Prueba De Género Literario.
- Ese Es El Placer En La Subdivisión De Todo, Este Es El Orden, Esta Es La Vida, Esta Es La Vida Torre Y No Protesta El Propósito, Penetra En Lo Que Hizo Hasta Que Esas Emociones Se Vuelven Peorras Y Se Evaporan. Lo Que Nos Señala Es Una Corona Nuestra Que En Un Pensamiento Creativo Hace De La Fe Un Conocimiento, Uno Chiquito E Inmaduro. Un Conocedor Es El Que Canaliza El Juicio De Condena A Regaño Con Cerepe Entre Las Manos. Si Canalizamos El Juicio De Condena A La Que Le Entrega Es Una Canción De Agrupamientos. Es Una Canción Para No Desentonar Y Para Tomar Conciencia, Eso Es Lo Que No Le Dicen Al Poeta Coronao, Que Llama La Atención De Su Versito Y Que La Colección Se Desestime Como De Un Mundo Miniatura, Ya No Se Tienen 24 Muy Ansioso Para La Gracia, ¿¿No Te Da Miedo Que Eso Mismo No Te Lleve A La Presencia De Díos O Un Papel Impreso??? Y Vaya Que Serás Ingenuo, Inédito, Desechable…Calladito.
- Al Intensión De Superelevanto Moderoviene De La Sformaciedad Quadro Sento Mode La Sorial De Disolvante Que Ha Hensión Da Del A Poéte Que Le Los Corredorimera Nos Relerritorizontal. En La La Primente De. En La Segunde La Diamiento Modern Territica De Demasiasiado Bribón Dosecho Poda La Corredordistamera No Sa: Planadas Enadas Enadas En La Pridad. Edemasiade Superataría Sería Menos Re De Un Se Trate Habla Acción La Traciamien La Prizontal. Editorizontal Interica Salizontal. En La Casador Al De Dondistamenterior En La Segunda De Supel De Unta Sóta Hecho Cuadro De Unidemasiade Supero Sería, Ajá.
Retador
Claro que se perder
No será la primera vez
Hoy te vas tu, mañana me iré yo
Seré un buen perdedor
El mundo no cambiará
Franco de Vita
yo me voy para cata
espero sentado a que nadie vuelva
doy dos vueltas a una ciudad llena de gente
más en transmisión y traslación
no tengo estilo y no quiero aceptar
que no sé escribir las poesías y
ocultar mi rebelión todo el día
no voy al gorila ni levanto las manos
no he hecho nada por mi gente
ni volveré hacer
no mentiré ni avergonzaré a nadie que cobre tarifas ilimitadas
ni empresas fantasmas de kioskos maletines
incluso si no podemos ir corriendo a fedebodegondecamaraustica
no he escrito nada
ni lo volveré hacer
no puedo cansarme, tengo que mudarme a rosario de paya, tengo que mantener la calma algún día
no me niego ni tampoco niego que no sé revelar los hechos
yo siempre cuento mi historia
pero de atrás pa lante
solo dije la mitad, me he vuelto más ignorante desde que intenté morirme
me perdí un tema que me resultó útil y no pude encontrarlo
recortar y hacer caritas de miky para que mi mamá las pegara en la nevera
no lloraré
voy tarde
siempre voy tarde
fui construido para caminar choreto y las apariencias no se guardan cuando se padece de pie plano
quiero un desastre completo
no se quienes somos cuando apagan las luces del estadio y se pierde la pelota
me estoy refiriendo a lo que pasaba en sorocaima en el año 98
no estoy muy orgulloso
ni de vaina
pero a veces tengo el tupé de compararme con una guaratara
le di vueltas durante quince años
hazzzte la paja pues
sé que estoy pensando en algo diferente cuando tú lees esta vaina
pero no puedo hacer nada
nunca se ata el cicutillo de mi frente
no puedo ver mi cuerpo
he visto mis mentiras llenas de relámpagos y escarchas
(ay vale)
incapaz de levantarlo todo, quitarlo todo, correr, nadar, intentar hacer algo nuevo o no.
me levantaba del suelo
(no se rían)
porque cuando les hablo, los trato, quiero besarlos y los critico.
Kaira Vanessa Gámez. (Caracas, 1990) Poeta y Psicoanalista en ejercicio y formación. Licenciada en Psicología (Universidad Católica Andrés Bello). Magíster en Filosofía y Ciencias Humanas (Universidad Central de Venezuela). Asociada a la Nueva Escuela Lacaniana (NEL – Caracas). Su trabajo poético ha aparecido en: Exilios y otros desarraigos (Letralia, 2018), Antología del IV Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas (La Poeteca y Autores Venezolanos, 2019), Santa Rabia Magazine (Perú, 2020) y El Cautivo (Venezuela, 2020). Obtuvo el primer lugar del V Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas en el año 2020 y resultó finalista en el IV Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas en el año 2019. Reside en Caracas.
Arrecife
I
Profundo y descampado persiste el aposento
de trasparente memoria.
Bajo el apagado espejo del océano
su vieja sinfonía blanca
embarga mis manos foráneas.
Nuevamente soy
en aguas lustrales
me sé intrusa
inherente y ajena
a la improbable sala sinuosa
al único templo
que guarda del eco
su orfandad interminable.
Se han ido los resquicios.
Sólo el acopio infinito de los astros
queda
en esta alcoba intemporal de navíos curiosos
donde, a nado detenido
se demoran dos amantes para mirarse
como nadie puede mirarse en el reino de los seres.
II
Peregrinos de tierra dulce en la cumbre de lo lejano
a la que van
para perder los signos de las cosas
_____________________________________que saben
_____________________________________como el griego
_____________________________________que son tumbas
a solas
han desgastado los siglos
acechando la mar tranquila
dislocados como péndulos
a columpio entre desborde y cautiverio
buscando
al descobijo del cuerpo
otra boca que abra su remanso.
Absortos
voraces
feroces
desalojan el risco devastado
por sus huellas de ángeles inermes.
El asilo de una gruta silente se cierne sobre las cosas.
Del otro lado de lo cierto
huye el grito del mar y estos piratas
acuchillando la intemperie
que los hace.
III
Azules como el inicio
sus sombras recelosas
vuelan entre ellos cruzando
solapas de bruma
salen de sí
para adentrarse en el otro
a distender su distancia.
Vacíos e inmensos, no hay manera de enunciar su alianza
ni en sus ojos este pozo inhabitado
donde parte
el que mira y teje
la trama interminable de lo ajeno.
Eran prisa y ahora fiebre, gotas, relicario
fin de lo que nadie ha sido, río
manos y cristal innumerable
el desmayo
donde viajan
uno-por-el-otro
anudando liturgias de aura ultramarina
para comulgar sin tiempo
para revocar la secreta frontera y urdir
esta balada de inútil nombre
bajo el polvo
de nuestras ruinas.
Vaciaron las horas para emular el centro.
IV
Figuras de sal y muerte.
Nadie les dirá que son el sueño
de mis horas de plata.
Déjenlos errar
pueden equivocarse gozosamente / confundir las imágenes del deseo espejado*
cabalgar en la tesitura hadal
y menguar lanzando
la lengua enmohecida de sus labios.
Son libres de cesar
de prolongarse en el fuego marino
y nadar
hasta la última grieta.
¿Y qué si desenlazan las sombras, si abrasan el delirio?
Que su agua los reúna
que llenen los manglares de dioses
y olviden el hábito gris de hacerse alguien
y caigan
hasta alojarse en palabras sin nombre
capaces de encender
el lazo inmarcesible.
V
Cumplido el rito
a la zaga de la pretensión quedan sus cuerpos
suspendidos
como el tiempo
empapados de silencio
pero mi voz
que sin ser mía los inquiere
descuida el rumor apagado de su danza
a tientas la escucho
se abre paso desnudándolos
en la última guarida que la noche
hendió para mi nombre
en estas manos embargadas
* Juan Liscano, Pareja sin historia.
Sin mí
a Auxiliadora Márquez
I
Vago oscura por una casa.
Algo me dice que deambulo
escrita en un cuaderno amarillo
que no recuerdo.
Ayúdame, abuela, a recobrar
mis manos.
¿Dónde me hendió la memoria
en qué pliegue me ha dejado varada
cuántas noches llevo
en este cuerpo desanudado
que no soltará sus huesos
hasta arrancarme de mí?
II
Abuela
hace frío en esta casa
oigo espejos sin hondura
-creo que no me mienten-.
Cada mañana soy la única letra de mi nombre
y cada noche
repito gestos que me vienen de otra casa
donde duermo con la mirada vacía.
Podría jurar que una como tú
me compone piadosamente
hasta darle un cuerpo a la sombra
sobre la cama.
He olvidado dónde estoy
l pasado de esa voz que está por encontrarme:
no sé
no sé venir en su idioma
al mundo donde me retiene.
III
Esta casa ha escrito un rostro debajo de mi cuerpo
un idioma de lengua negra
separado de mi voz
me ha esparcido tras los dinteles.
Vine a dar allí
donde siempre estuve
impedida de la luz, de ser un huésped.
Soy la que me sujetaba oscura
el lugar del que se marcha
los baúles, el cerrojo, las paredes
lo que queda, un resto mío
del que no pude esconderme.
Abuela[1]
no llores tras las lozas de esta entraña vacía
de este lado eres el alba
que no viene porque sabe
que heredé la noche suficiente
para sobrevivir cien días más
y hallar, hallar, hallar,
hallarme sin dar
con nadie.
POEMA GANADOR DEL V CONCURSO NACIONAL DE POESÍA JOVEN RAFAEL CADENAS
Manuel Gerardi. (Caracas,1992). Licenciado en Filosofía por la Universidad Central de Venezuela. Es autor de Corteza y Hojarasca (2017) y Zamuria (2018). Tercer lugar del IV Concurso Anual de Poesía Joven “Rafael Cadenas” (2019). Bronce en el Primer Premio de Poesía Rostros (2018). Publicado en las antologías de la 1ra, 3ra y 4rta edición del Premio Rafael Cadenas (2016, 2018 y 2019) y en la antología El Puente es la Palabra (2019). Aparece en las revistas POESÍA y Letralia. Co-fundador del grupo literario Un Basurero. Reside actualmente en Madrid.
B A S U R A
ESTA CIUDAD
es un basurero
abandonados entre sus formas
somos poco más que residuo
no sabemos otra cosa
que el desecho
la basura es santuario y espejo nuestro
si nos compactan y reciclan es en vano:
no compensamos el gasto
somos todo colilla y vasito blanco de plástico
con un dedo de cerveza caliente
bolsas mal cerradas desbordando lo eterno y lo infecto
en orgía impúdica
y qué más da
hemos acumulado compulsivamente
los restos de una era
buscando el tesoro olvidado por
los otros
queriendo ser ese alguien más que descubre lo deseado
ahí sobre los linderos de lo inútil
bajo el barranco de lo que sólo sirve para estorbar
y así buscando nos quedaremos al sol hasta secarnos
sin llanto que derramar a las oscuridades del océano profanado
ni atrevernos jamás a hablar
del desperdicio que han sido nuestras vidas
pues en verdad nada se pierde
cuando todo se ha dado
por perdido.
Defenestra
el hombre no se parece a la lluvia
el hombre camina
piensa
y se multiplica
la lluvia
vive arriba
y baja y se retorna
nosotros hablamos y morimos
la lluvia es otra cosa.
Reynaldo Pérez Só
Para morirnos de otro sueño
Si supiera ser igual que la lluvia
me tiraría de cabeza como la palabra
c
a
í
d
a
desde una gran boca de cristal
dibujando líneas rectas
hacia el corazón de la hondonada
si fuese yo como la lluvia
sabría al fin desear con la desmesura del acantilado
me vería derramado sobre un mar de mercurio
para emprender escaramuzas contra las crestas
de sus olas
sería ensueño volcado sobre el tablero de la razón humana
viviría en el tremor de los charcos
o sobre baldosas sueltas entre calles porteñas
devendría como un destello del aletear de las libélulas
haría del vértigo mi verdad inalcanzable
mojaría suave
como garúa
llovizna de terciopelo suspendida
en un después impermeable
me dirían advenedizo
desperdigado
salpicante
si yo fuese como la lluvia
intentaría asirme de una frente hermosa
para ser enjugado con ternura
descansaría como rocío en la hojarasca
me extinguiría en la llama.
Stivaly Maestre. (El Tigre, Anzoátegui, 1993). Abogado, redactora publicitaria y escritora. Primer Lugar en el III concurso regional de narrativa breve del diario Mundo Oriental 2015. Finalista en el II concurso nacional de poesía joven Rafael Cadenas 2017. Finalista en el IV certamen nacional de poesía Ecos de la luz 2020.
***
Cuánto tiempo le toma a la luz
salir desde el centro del poema
hasta la superficie
e iluminar mis ojos
que esparcen sus pisadas sobre la grava
ruido granulado flotando en la planicie
Cuánto tiempo
redescubrirlo todo
reescribirlo todo
cada bloque
cada espacio
Amarillenta memoria crepitando lejos
Cuánto tiempo
para tantear mi herida
hundir mi propio brazo
y sacarme con la muerte escurriéndose por mi cara
Abandonada
A la voz imaginaria de las olas
Al silbido transparente de los árboles
A la sustancia que gesta la soledad del viento y su resplandor
Lenguaje anclado al viento
Lenguaje anclado al viento
Luz enredada en la forma
Lo vivo se divide y nace de nuevo en los huecos de la noche
incomoda armonía desprovista de signos
yo afuera de todo eso
aparte
rezagada
dejo libre mi sombra por el patio
mis oídos corren detrás de las hojas
mi piel se vuelve una tachadura bajo
la luz amarilla del poste solitario
los árboles muy serios
respiran
sobre
mi
El frio me despierta
la calle me toca
mis ojos encuentran a sus viejos fantasmas
y el deseo
me vuelve
por fin
un
pensamiento
al que le nacen raíces.
Leonardo Alfonzo Amarista. (El Tigre, Venezuela, 1994). Lic. En Administración de Empresas (UGMA), narrador y poeta, textos publicados en revistas digitales como Digopalabra.txt y Teresa Magazine. Poemas en la Antología “Amanecimos sobre la palabra” (2016), es finalista del V Concurso de Poesía Rafael Cadenas con el poema “Cuaderno de atención” (2020).
Mariah
Desde hace mucho valoro los trabajos interioristas
porque nos llevan a un vientre de ramas primitivo
donde nadie se hace daño y toda razón es válida,
armonizado por música espacial que nos
enseñaron
– parecía como caminar entre las estrellas
– sonaba a copas llenas de espumante rosa,
la clave de nuestra concepción es ser gotas de un
mismo estanque.
Los artistas hablan desde rostros apenas conocidos
pero también conocieron personas reales
y se frustraron
por eso no deploro ninguna de las formas,
ni las comidas, ni las orientaciones o lo inanimado,
cada cosa está umbilicada a la materia,
así sea muy reprochable,
en este plano compartimos aire;
basta un solo portal de tiempo
para conocernos en verdad.
Prefiero reescribir el orden social de las cosas
y no enseñar a vivir de nuevo
a quien me escribe de mañana,
hay leyes naturales con las que no puedo
entonces me sumo a revisar las huellas enlodadas
porque gano recuerdos por cada extraña pisada,
puede que nada propio,
o puede que me halle en alguno.
Hay historias de hace veinte años
vigentes entre nosotros
al igual que carpas para acampar con la brisa de la
montaña, algunas cadenas
y anillos que datan frases prometedoras.
A voice makes circles in my mind,
it recovers me with silver whispers
Debo justificar de vez en cuando a los insectos
voladores y sus melodías.
Cuaderno de atención
En la resignación nunca estuvo el cáliz,
esta búsqueda en desorden dejó un fruto
de sabor irreconocible en su provecho,
no estando aún preparados,
caminamos para una segunda opinión.
A toda hora de esta cuadratura voy
en un doble plano por ahogos silentes,
he adulterado gran parte de los sentidos,
cuando una escena familiar pudo llenarlos.
Ya nadie sabe del miedo a desaparecer
entre conocidos, porque algunos temores
van de smoking a resplandor Solaris,
trepando millones de superficies.
Y allí estás de nuevo en planos inestables
con las manos repletas de objetos en algoritmo,
distante ante la oportunidad de escuchar
el llanto especial.
Como si no prestara atención suficiente
para ya no ser parte de algo,
pero pinto líneas y aparecen pasadizos
cualquier trazo geométrico no es cerrado,
reanima la realidad, dejando de lado el olvido.
Nunca hubo déficit en esta mirada
solo un portal para quien no tiene cobijo:
una real audiencia de paganos
que no querían perdón sino ser oídos.
Por eso me sentaba a ver cambios en el cielo,
como si fuese un gran trabajo,
el ensueño iba capando el escape hacia el dolor,
los traslados y la fe de nieve amontonada
que a veces se quiebra.
Por eso llenaba con mi mano
la existencia que necesitaba
y sin saber dibujar armaba vida plena,
en ese entonces desconocía para quién lo hacía,
concentrado en líneas de redención,
en cualquier caso, agradezco.
Jaime Yañez. (Caracas, 1994). Licenciado en Letras de la Universidad Central de Venezuela. Fue Profesor del Departamento de Teoría Literaria de la Escuela de Letras en la misma universidad. Miembro fundador de la revista PezLinterna y el proyecto de (fan)zines Perro Amorfo. Forma parte del Comité de Evaluación del Banco del Libro. Finalista del Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas en 2018 y Segundo Lugar en el 2019.
[una mancha]
1.
una mancha
pequeña apenas sobre la pupila
me enseña a no mirar con demasiado
detenimiento
que ya merleau ponty me había dicho
no
que el ojo era
sensible y había que distanciarse
de las ilusiones de su perspectiva
2.
el tratamiento es este
desgajar el ojo
capa
sobre
capa
hasta dar
con una precisión más honda
que reposa bajo tanta superficie
3.
el problema
dice el médico
es que no logro distinguir
los contornos
pero sí las formas
4.
vallejo dice en trilce
confío en que soy
y he visto
menos
(creo)
5.
una mancha
que ve otra
mancha
6.
el problema
dice el médico
es que no recuerdo
un dolor agudo
una presión punzante
seguida por
una bruma
que necesariamente acompaña
este tipo de lesiones
7.
un archivo
intrabajable
de espasmos
8.
no sé qué hacer con tanto
deseo de hacer mío
lo lejano
9.
entre nosotros
la distancia más inmediata
es esa de la mirada
ver
es
tener certeza
del
objeto
10.
el objeto es eso que
resiste
que se escurre
de toda inmediación
que se hace
en la distancia
11.
pudo ser
también
una cura
una serie de gotas
de aplicación sostenida
regular
que poco a poco
debilitaron el ojo
la bruma entonces
es una migraña
recurrente
que anhela no irse
12.
Mirar
siempre ha sido
un lenguaje de turbulencias
13.
abrigo aún la esperanza
de un registro más preciso[1]
[1] pero la luz es violenta e ingrávida (rae armantrout)
[g.n.]
1.
g.n.
recuerda un entrenamiento de infancia
un parche
cuyo propósito era estimular
las capacidades visuales
de una niña
dicho de otra forma:
reafirmar la ceguera
como promesa
2.
es este el engaño
del nervio óptico:
no se trata de la
capacidad
en sí
sino de la acción
de ver
3.
Mirar
es
una
posibilidad
4.
una incapacidad
entonces
propiamente
una intervención
la borradura
de un
ojo
5.
(ojo) uno:
incierto
sonoro
(ojo) otro:
excesivo
visible
6.
aquello que delimita
la mirada
es
siempre
intocable
7.
fijar una edad:
un momento de aprendizaje
un movimiento previo
al desgaste
rutinario
de las superficies
8.
Emilia
habla de
una condición:
un ojo detenido
que nunca alcanzó
a ver con claridad
mirar es un esfuerzo
dice
es necesario precisar
la agudeza
de los exámenes previos
mirar es un esfuerzo
9.
pensamiento vago:
pulir una piedra
hasta su desaparición
10.
el infante es
después de todo
un silencio
José Gabriel De Freitas Rodríguez. (Caracas, 1994). Estudió comunicación social hasta el 7mo trimestre en la UCSAR. Ha trabajado como pescadero, recreador para planes vacacionales y agencias de festejo, como anticuario. Actualmente vive del comercio informal. Fue finalista en el 1er Concurso Physis para Jóvenes Poetas y finalista en el 4to Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas.
Sobre el amor tropical
Con esta pepa e’ sol podría hacerte un collar.
Con esa guayaba tan linda
podrías hacerme feliz.
Ven y vamos a construirnos un nido,
seremos la envidia de todas las guacamayas del vecindario.
Ven y vamos a dejarnos cabellos en el peine,
seguro que si los reunimos todos
hasta nos tejemos un chinchorro.
Así se ama por estos lares:
rápido y dulce
como quien chupa un caramelo de coco.
Así se siente la alegría al estilo colibrí:
nerviosa y con hambre.
Así, justo así.
El budare rojizo es un cantar de gallo,
el colador de café es un sombrero de mago,
las brujas se despiertan siendo abuelas,
¿cuánto de azúcar para tu brebaje?
Chorrean libertad los helados de los niños,
las palomas se cagan sobre los monumentos históricos,
mi madre preparó un jugo de melón
y nadie puede censurar eso.
Con esta pepa e’ sol podría jugar metras
y correr sobre los adoquines de Sabana Grande,
entre risas,
entre brisas,
aullando como un araguato que se escapó de El Pinar.
Con esta pepa e’ sol podría rellenar una empanada,
o mi billetera,
o el cañón de un fusil.
«Pónganse las alpargatas que lo que viene es joropo»
y yo que no sé bailar preferí quitártelas.
Tú no serás Maldonado y yo no seré José Gregorio,
pero que me atropellaras con tus caderas fue de verdad inevitable.
Con esta pepa e’ sol
Reverón se volvería loco,
bueno… Más.
Y Pocaterra escribiría un cuento donde se nos derrite la cara.
Así se vive por estos lares:
sacando de jonrón algún insulto mañanero,
inscribiendo a las estrellas en algún certamen de belleza,
distraídos,
hay que admitirlo,
¿pero quién no quiere ser feliz?
Bajo esta pepa e’ sol se sigue amando,
y no me pregunten cómo,
el sudor de mi frente ya no me compra zapatos.
Bajo este sol tan rojo se sigue amando,
y no me pregunten cómo,
supongo que tiene que ver
con que no haya forma
de encarcelar
tanto cielo.
El transeúnte
A diario uso el autobús,
a diario uso el tren,
me parecen patéticos y ellos opinan lo mismo sobre mí.
Es así como la ciudad te enmugrece.
El polvoriento reflejo en el vidrio de los vagones
es el único con el que te sientes identificado,
las luces del semáforo son la única fuente de color en tu rutina.
No hay escapatoria.
Recorres las mismas calles,
reconoces las mismas caras,
toleras el mismo tráfico incesante
que obstruye las arterias del mundo.
Un pequeño lugar atiborrado de gente
donde es cada vez más difícil encontrar puestos libres,
donde las anécdotas que cuentan los demás pasajeros
se comienzan a escuchar repetidas,
una prisión donde el dinero lo puede todo
y los grilletes son de origami,
donde los pasos peatonales son un enorme código de barras.
Hombres vendiendo y mujeres comprando,
hombres vendiendo y hombres comprando,
mujeres vendiendo y mujeres comprando,
mujeres vendiéndose y hombres comprando.
Hay niños aprendiendo.
Un agujero donde todos,
apretujados y con prisa,
comparten la gran manzana;
caminan, corren, fuman, beben, sudan, odian y la pudren:
son el gusano.
Un infierno,
un manicomio,
una letrina.
Una ruleta donde todo da vueltas sin sentido alguno,
incluyendo el planeta.
Un grotesco carrusel donde ya no me marea ni éste,
el primer cigarro por la mañana.
G. Galo. (Caracas, 1995) En 2015 aparece su primer libro de relatos: Ucronías, ficciones filosóficas (Ed. Eclepsidra). Se han estrenado las óperas con libreto de su autoría Melpómene (2017) y Disparatismo o cómo acabar con el arte (2019) —ambas del compositor Felipe Hoyos-González—, así como el musical Raíces Rojas (2019) del compositor y letrista Camilo D. Salas. En 2020, con su poema Eros II, resultó merecedor del segundo premio del 5to Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, y así figura en la antología publicada por la Fundación La Poeteca de Caracas. Realizador de Cine por el Conservatorio de la Escuela Nacional de Cine de Colombia —casa de estudios de la que ha sido docente—, se ha diplomado en Escritura de Guion Largometraje por la Universidad Católica Andrés Bello y en Escritura Creativa por la Pontificia Universidad Javeriana. Es, desde 2016, dramaturgista para el colectivo escénico La Nueva Escena; desde 2018, Director de Proyectos en la casa editorial Proteo; y así mismo colaborador esporádico como articulista para revistas y folletos literarios.
Última alegría
Quienes apoyen a estas bestias
y a las bestias que a estas bestias
no pasarán por mi puerta
ni se sentarán a mi mesa.
Cuando deba responder ante un dios,
cuando pesen mi orgullo contra una pluma
midiendo mis injusticias, mis cobardías
diré fui víctima del resentimiento.
La eterna noria del odio espoleada
al deber a los muertos respeto, verdad y memoria.
Mi valentía y mi virtud sí calcan
la cara de quien no arrugará su frente por ser malo,
el que igual sus ojos abre para ver
la soledad de los crueles mientras se secan
al no poder beber, comer,
ni tan solo reclinarse en su desmayo
de mi parca mesa.
Monodias para desencadenar la guerra
toque de santo
o a rebato, anuncien
cuernos antiguos:
(i)
queda la selva
muy lejos de la costa:
aquí no hay sombras
(ii)
ley cíclica: el bien
radical no vencerá
al mal radical
(iii)
lluvia de fuego,
liberadora estalla
los monolitos
(iv)
quimera el cielo
e impotentes sus dioses
ante naciones
(v)
Sanguinolento
sacrificio de infantes:
a qué futuro
(vi)
los genocidas
serán comida de esos
ahogados de hambre
(vii)
no ya los muertos
mas los vivos restantes
por siempre enfermos
(viii)
ser lo que se es
depura hacia la esencia:
lúcido infierno
(ix)
quemar las casas
y en el humo ver rostros:
renace, ¡di adiós!
(x)
Cassandra viendo
veinte años en el jardín:
¿la guerra inició hoy?
Stephani Rodríguez. (Táriba, Táchira, 1995). Traductora y poeta. Culminó sus estudios en Idiomas Modernos en la Universidad de Los Andes. Ha sido incluida las antologías: III antología de poesía joven Rafael Cadenas (Venezuela, 2018); Aislados (Perú, 2020) y Me Vibra II (Panamá-Venezuela, 2020). Parte de su trabajo ha sido publicado en Revista Insilio vol. II, Los Ablucionistas, Revista Norte/Sur, Revista Poesía, Liberoamérica y Los Poetas del Cinco. Ganadora del primer certamen poético de la librería Rama Dorada. Asimismo, recibió mención honorífica en el en el I Certamen de Literatura Regional “Iniciantes del Camino”, en el III y V concurso nacional de poesía joven Rafael Cadenas (Venezuela, 2018, 2020). Ha traducido para la revista POESIA de la Universidad de Carabobo.
Extranjera
Las bestias del campo negro
me ladran con rabia y miedo.
Su orden es vestir en el hocico
una prenda,
una pieza de mi carne
para admirarla
para examinar el fruto
de la tierra creciente
y exterminarlo.
Sé que a esta ferocidad
no pueden habitarla.
Su sangre
no les permite ver
árboles floreados
cuando países invernales
superan la muerte.
Solo perciben
la mitad del árbol;
lo que resta
no lo comprenden.
Existe solo para ellas
esa palabra
que se antepone
a mi nombre.
Odre
Escribiré mis propias estrategias
aún si vienen de otra música
de acciones irrelevantes,
solo fenómenos
que se permiten el movimiento
con el que me satisfago,
un hilo que no puedo detener:
intrínseco, agreste.
Mi cuerpo se ha prohibido
a sí mismo por años. Como una fruta
magullada deseando madurar, a solas
sin que nadie la intervenga.
Oculta a sus jugos, reunida
entre cáscaras.
“No será más frágil”, se repite
pero en la cumbre del cerro,
los cerdos rechinan en cautiverio,
recordándole su propio dolor
que no es dolor, sino pérdida
de algo que no puede medirse
si el tiempo lo fracturó.
Leonardo Rivas. (Timotes, 1995). Estudiante de Letras, mención lengua y literatura hispanoamericana y venezolana, en la Universidad de Los Andes (U.L.A., Mérida). Actualmente se desempeña como preparador de las materias de Literatura Venezolana I y II, además de fungir como asistente de coordinación editorial, cronista cultural y redactor, en la Comisión Permanente de la nueva etapa de la Revista Actual (Dirección General de Cultura y Extensión, U.L.A., Mérida). Ganador en modalidad ex aequo de la primera edición del Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit (2021), con su poema: “Mérida, 1988”. Obtuvo el 2do Lugar en la IV entrega del Concurso Nacional de Joven Poesía Hugo Fernández Oviol (2020). Obtuvo el 3er lugar en el I Concurso de Ensayos “Constelaciones”, organizado por el Departamento de Literatura Hispanoamericana y Venezolana (2019). Participó en el IV Encuentro de Jóvenes Creadores, edición Mérida (2015) y también participó en las IX Jornadas Estudiantiles de Investigación Literaria, organizadas por el Departamento de Literatura Hispanoamericana y Venezolana (2019). Poeta seleccionado para las antologías: «Ant[rop]ología del fuego Vol. II» (Venezuela, 2020). «I Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit. Antología Poética» Cuentos suyos han aparecido en las siguientes revistas: «El Narratorio» (Argentina, 2019) y «Revista Eiruku» (Argentina, 2021).
Inventario
Una tacha por cada palabra
expulsada
por la BoCa
del patriarca desmontable #55
Una patada a cada frase equiparable a una bala amarga
Una pedrada a cada cartel cuyas vanas cifras sean una obra pública inconclusa
Un suspiro por cada vez que tu presidente describe el funcionamiento de una cerradura
Una raya por cada librería cerrada debido a una rampante inflación
Una página por cada minuto que paso lejos del sosiego
Un verso por cada pensamiento radical que escucho desfilar en la calle
Una lagrima por las fosas donde solo florece el silencio de la censura
Un abrazo a cada una de las víctimas de la impunidad
Un retrato por cada mascota familiar que padece el mismo desconcierto de sus amos
Un beso al amigo que se va lejos de mi tiempo
Una carta por cada espacio perdido a manos de la infamia
Un discurso por las plazas sin luces ni moral
Un manifiesto por el bronce hurtado y los recintos desvalijados
Una intervención en cada muro plagado de miradas insaciablemente políticas
Una balada por cada noche que presencia el asesinato de un joven estudiante
Un canto para tolerar las amarras de las horas que aprietan más a cada segundo
Un pétalo por cada amor nacido y puesto a prueba bajo estos cielos
Un poema por cada familia unida a causa de las dificultades que imponen los días
Una rima por cada minuto en el que
expongo
mi (co)razón
al desconsuelo de otras vidas.
Croquis para una ausencia
Desprovista de tu nombre
MujerSombraMagnolia
Navegas
De-sin-te-re-sa-da-men-te
Hacia ES PE SAS noches.
Lo ido nos desquebraja,
mordida enigmática del instante
que flota, como medusa propensa a recordar;
cerca de los corales, que los años desatan, en las mareas desoladas de tu cuerpo.
¿En dónde pervive mi nombre incrustado?
La distancia es un número falible, ¿te lo dije, cierto?
Un arrebato
acaso
puede fundar el porvenir,
pero eso no basta,
lo sabíamos en el epicentro del alma.
No basta,
saber desenvolver tu nombre entre relámpagos.
No basta,
enviar libros como besos transmutados en intentos vanos de acogerte.
Toda acción
a sí misma se anula, al ser narrada.
Por ello,
el poema…
Enmanuel Núñez. (Trujillo, 1996). Escritor del Gótico Rural venezolano. Estudiante de Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana en la Universidad de los Andes. Ganador del 2do lugar en el III Concurso Nacional de Poesía Rafael Cadenas con el poema: “Aquí que no es ninguna parte” (Venezuela, 2018). Ganador del VIII Concurso de Narrativa Joven Gustavo Díaz Solís con el cuento “La Toma” (Venezuela, 2017). Inmigrante, desterritorializado. Camarero universal.
Huella de relámpago
De madera, el cuerpo de Padre.
Herbáceo.
Como un puño nudoso de tierra,
con flores que palpitan en el pecho.
Desnudado por el fuego, lo alabé.
Desnudado por el fuego, presencié su partida.
Parecía haber revelado su máscara de barro.
Los ríos que sembró desbordaron su cuerpo,
su tristeza, como una inundación de resina,
quiero decir, mi tristeza como selva incendiada.
Temblando y agitado, volverás al país de tu padre, dijeron.
Pero mi padre estaba esparcido como una vasija rota.
Mi padre hijo del relámpago.
Mi padre hijo de la lluvia.
Una huella de relámpago sobre la ciudad,
parecía su cuerpo luminoso.
Florecíamos, sus hijos, con la tristeza de claveles,
quiero decir,
con la tristeza propia como puertas cerradas,
como pájaros que gritan:
la voz del Relámpago.
El pasto seco de su cuerpo, no hallaron.
Ni marca en su cuello, ni monedas en sus ojos,
Nada para el barquero.
Un palpito, a penas, en las raíces.
Un árbol florecido en sus labios,
la corriente en su pecho.
La voz, la garganta abierta.
La huella del relámpago.
Ritual para quedar en pie
Con la sombra, veía el árbol vestirse la ruta.
Al pie del árbol, la voz del silencio parecía un río para hundirse,
solamente hundirse.
Deambulaba, mi cuerpo, con restos de mi cabeza en la mochila,
los pies descalzos, las manos rotas.
Cansado, con la casa a cuestas como misterio,
existe un ritual para sembrar cabeza, recordé.
Nutrirse de las raíces como escombros,
nutrirse de escombros como edificios.
Como un árbol encallado en una isla.
Desenfundé mi cabeza untada con tierra,
herrumbrosa,
plagada por la humedad del hastío.
En el centro, donde el árbol sangra, la deposité.
Los días pasaban como inundaciones.
No había forma, descubrí, de regar las raíces.
Demasiado desierto en las sienes
Planté mi cabeza, como único equipaje.
Y la fruta madura redonda,
llena de luz la fruta,
llena de palabra la fruta
llena la fruta.
Fruta sembrada al fondo de todo,
descarnada, como una herida. Dulce.
Como decir amor a los ojos del tamarindo.
Al rugido, el viento derribó el cuerpo pastura.
Mi cuerpo.
Henchidas las hebras, la lengua arbolada.
En la aridez del cielo quedaría sembrado,
poblando el fuego, su incandescencia,
desvaneciendo las costillas, la piel,
la cal de los huesos,
como una cosecha de perfumes.
Vencida, en el arrebol del día, al fin
quedó la muerte.
Del libro Huella del relámpago, (inédito).
Freddy Yance. (Maracaibo, 1996) Fue publicado en el primer número de la revista Insilio (2016) con un poema titulado Primer aplauso. Ganador del segundo lugar en el 19º Concurso Nacional de Poesía Joven Lydda Franco Farías (2016) con el poemario El mar y la montaña. Fue publicado en la antología de joven poesía venezolana Amanecimos sobre la palabra (2017). Merecedor de una mención por su libro de poesía El viento de la noche en el VI Premio Nacional Universitario de Literatura Alfredo Armas Alfonzo (2017). Su poema El Poeta fue publicado en la revista digital Poesía (2018). Así mismo apareció en una selección de joven poesía venezolana de la revista colombiana Arquitrave (2018). También en el 2018 fue publicado en la edición No. 38 de la Revista Muu+. Le fue concedida una mención en el IV Premio Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas (2019) por el poema Interior a oscuras. En (2020) fundó la editorial web La Casa Andrógina, en la cual publicó un poemario titulado Para un niño geodésico. En (2021) poemas suyos aparecieron en una antología de poesía venezolana publicada por la Fundación Neruda en Chile.
me cruza una emoción quebrada
me cruza una emoción quebrada
no es letargo
es la vida desnudándose
en mi ombligo
la vida, una muerte que no olvido
un instante que regresa como un golpe
es la vida, una casa que se cae en mi cabeza
como una catarata de concreto
lo quebrado de la emoción me paraliza
fetal, sobre sabanas donde la noche no aclara lo que sueño
se entorpece, se dilata hasta la resonancia más insólita, matándome
es la vida, es mi cuerpo en contra del oxígeno
un amor que no sé medir, que no es posible
nada es posible, ni la muerte
solo el aquí, solo la insistencia del aliento
solo los límites reales, el círculo que no puedo traspasar
es la vida, todo el amor del mundo comprimido en un pecho
yo he de vivir en el borde del sueño
yo he de vivir en el borde del sueño
flanqueado por la turbulencia amarilla de mi locura
de mi sonrisa estúpida y genial
yo he de hacer brillar el camino
entregando espacio a las palabras
que pierdo para conocer mi nombre
mi lugar en el símbolo
constantemente busco lo que habita después de lo que toco
de lo que tocar puedo
yo he de llegar a sol, desnudo
completamente precioso
yo he de decir las claves del címbalo
azul que retiñe en el desierto
yo he de poseer tu boca francesa del siglo XIX
tu alma
tu inteligencia vegetal y asombrosa
yo he de dar la dimensión del huracán que llevo dentro
a tu luz, a tu perfección sin límites
Del libro “Agonías”, (inédito).
Diego Abreu. (Maracaibo, 1996). Es un músico, escritor y artista visual. Autor del libro “Elemental en la Praxis” (La Casa Andrógina, 2020) y “Con todos los espejos batiéndose” (Ediciones AWEN, 2021), así como creador de la serie de collages que ilustran las portadas de la temporada 2020-2021 de Ediciones AWEN. Fue seleccionado por Ediciones AWEN en el certamen Eclipse de Poesía y obtuvo el segundo lugar en el Primer Slam Poético de Maracaibo “Tapa el sol con un dedo”. Recientemente fue invitado dentro del apartado visual en la revista POESÍA.
|Ensalmo|
El man de los cuchillos | arquitecto desnudo al teléfono
conoció a una cuyas muertes equiparan la suya
Como San Luis Beltrán
descubre vigas | construye templos de tiempo
sobre cordales vibrantes
El man de los cuchillos | mueve su lengua al norte
Él estaba y doblaba ventrílocuo
una arritmia lingüística
Sonidos paralelos
huyendo del cuerpo al afuera
o tal vez
solo tal vez
nada en absoluto
|Imitaciones|
Imito la respiración de todo el género humano
Imito el color de piel de quienes me criaron
Imito a quienes poseen un signo zodiacal de nacimiento
Imito el movimiento de otros seres poseedores de forma física
Imito el alma de aquellos que carecen de dicha forma
Imito el canto de los pájaros destino al sur por invierno
Imito la sensación de abismo interno al perder a un ser querido
Imito la ausencia de dioses y seres míticos cuando pierdo mi empleo
Imito a las cosas que oyen y me mimetizo entre los sonidos que aturden
Imito el sueño de todos los seres que duermen de noche y a veces de día
Imito el porcentaje final del examen de estadística que copié de un libro
Imito la música en las escenas de las comedias románticas que me gustan
Imito los sentidos que componen el sistema sensorial nervioso o como sea
Imito la factura del anciano que compró las mismas galletas de almendra que yo
Imito a los choferes de bus en Haticos por pensar la mujer que se montó es dorada
Imito la muerte de Kennedy por nacer ese día y planear morir en mi cumpleaños
Imito el universo y las constelaciones por estar atado a la entropía igual que el resto
Imito los versos de la Divina Comedia por creer que Dios existe igual que el infierno
Imito a Alexis Blanco y Adelfa Giovanni por recitar o escribir poesía en Maracaibo
Imito los pasos de baile de una bruja por ir caminando directo al cadalso
Imito el cuerpo del crucificado porque él imitó a mi raza y por ende mi forma
Del libro En el argot de los espejos, (inédito).
Yéiber Román. (Caracas, 1996). Estudiante de Tecnología Electrónica de la Universidad Simón Bolívar. Autor del poemario Los Futuros Náufragos (Fundación La Poeteca, 2018).
Temo
Tengo miedo de quedarme solo en bares solos.
Jesús Montoya
Temo reducirme a una palabra mustia.
Deseo huellas en mis dedos; no sollozos de letras.
Me invade el miedo al derramarse el río del volcán.
Impide a mis ojos contemplar la luz.
Ahora todo es humo espeso;
todo es blanco y negro.
No sé cómo apagar ese volcán dentro de mí.
No sé evitar la conversión de mi sangre en lava.
Rehúyo a las radiografías,
pues temo no ver el esqueleto de un ser en cautiverio
sino las cenizas de un caligrama.
A veces temo a la poesía,
pues ella persiste en fijar mi futuro:
transformarme en ánima,
y a los versos, en ruegos por la salvación;
por el fin de la rebelión de las heridas.
Temo al pesar;
a la escopeta en sus manos;
a su eterna época de cacería.
Hay un temor en la cúspide:
que el amor en mis poemas sea una ficción
(peor aún,
que el espacio de la dedicatoria esté vacío).
Los parásitos también tienen un restaurante
¿no viven los poetas en sus libros?
¿no son las bibliotecas sus moradas
(o sus tumbas)?
Guillermo Sucre
Nombre, apellido y foto colgaban del cuello
acompañados por la palabra «Biblioteca».
Mis manos alzaron torres de cajas descoloridas
donde encerré miles de versos ajenos;
historias de ídolos y desconocidos
—varias de ellas signadas
por galardones literarios—;
páginas de disertaciones sobre literatura.
De todo eso quedan nada más que migajas.
Nada de aquello era un almacén de biblioteca
ni mi labor era ordenar un cúmulo de obras.
Yo clasificaba comida para los parásitos;
era su sitio para darse un festín.
Las horas invertidas por autores noveles
son grandes cultivos para hongos.
El insomnio por encontrar la palabra adecuada
reducido a un montón de hojas carcomidas
en un sótano poco iluminado.
Tinta usada para plasmar un sueño,
gritos de auxilio en celdas con formas de mapas,
antidepresivos clichés en el mundo de los literatos
ahora son digeridos por insectos milimétricos.
Contribuí en toda esta injusticia.
Convertí mis manos de universitario
en las de un verdugo
para poder ganar unos cuantos billetes.
Hoy, en la sala de mi casa,
evocando lo ocurrido a inocentes escritores,
escribo este poema, aunque no sirva de nada.
Existen restaurantes para perros,
templos para ratas, cafeterías para gatos;
también restaurantes para los parásitos.
En su menú hay gourmet y chatarra
en platos de narrativa, ensayo, poesía,
preparados por moscas recién nacidas
y otras con firmas consolidadas.
Quizá eso es la literatura:
narradores, ensayistas, poetas
(sobre todo poetas)
proclamados hace tiempo como ángeles o dioses
condenados a morir en una cárcel de cartón;
convertidos en tierra fértil para el moho;
desmenuzados por parásitos
en un restaurante exclusivo
ubicado debajo de la biblioteca;
algo tan atroz como enterarse
de un nuevo espacio clausurado
donde no hace mucho se hallaban en estantes
las jóvenes promesas literarias,
esperando, así sea por error, un par de ojos lectores;
un nuevo espacio clausurado
donde un librero hacía una humilde recomendación
mientras pensaba en la llegada de su desempleo.
Eso es la literatura, supongo.
(Mención honorífica en el III Concurso Physis, organizado por el CELUCAB)
Yosmel Araujo V. W. (Los Teques, Miranda, 1996). Cursó estudios de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Participó en el taller Poesía Silenciosa, Pintura que Habla II, dictado por Eleonora Requena. Mención honorífica en el concurso Por una Venezuela Literaria (2017), finalista en la primera y tercera edición del Concurso Physis (2017, 2020), primer finalista en el III Certamen de poesía venezolana «Ecos de la luz» (2019). Su poema Sinrumbo fue publicado como parte del tercer aniversario de la Revista Awen y su poemario Sinrumbo fue publicado en 2020 como plaqueta digital por parte de Ediciones Palíndromus (Venezuela). Maneja la cuenta @perrovacio en Instagram, donde publica intervenciones de diferentes materiales para tratar su escritura. En esta oportunidad, presenta dos poemas que forman parte de su poemario inédito Araira.
Goce
Deja que ardan mis ojos
el goce
de la hormiga en la rodilla
lo amerita.
El que roe soy yo
último en sondear la forma
las rodillas heridas
los dedos con mugre
que es piedra
raíz.
Lo que se enfrenta inerte
es una batalla de abundancia.
Escisión
suena un alarido intermitente
en los espacios de este abierto
Andrea dice que es un sapo
yo digo que es un burro
en el bosque en las ramas
Yace el valor
que nunca
tendré.
Thalía Sánchez, (Maracaibo, Zulia, 1996). Fotógrafa y Comunicadora Social egresada de la Universidad Católica Cecilio Acosta, (UNICA). La revista Tinta Libre publicó parte de su trabajo fotográfico y sus poemas (2017). Obtiene el tercer lugar en el 5to Certamen Internacional de Siglemas “Di lo que quieres decir” (2019), país convocante Puerto Rico. Aparece en la antología de micro relatos Abril de 2020 de la editorial Del alma ediciones por la Esfera cultural de España. Aparece en la antología del 6to Certamen Internacional de Siglemas (2020). Su serie fotográfica “Jardín de la Infancia” fue expuesta en la muestra colectiva de artistas Zulianas, que tuvo lugar en la galería virtual del CEVAZ (2020). Ganadora en la 6ta edición del concurso de fotografía “Maracaibo en Cuarentena” dirigido por el Festival Foto Maracaibo junto a la Alianza Francesa (2020). Finalista en el V concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas (2020). Aparece en la tercera edición de la antología “La Flor en que Amaneces” de Ediciones Azalea (2020). Obtiene Mención Honorifica en el primer Concurso Internacional de Poesía JBernavil (2020). Ganadora de la primera edición del Concurso Internacional de Poesía Bruno Corona Petit (2021)
Mar
Morada azul
música permanente
de tus olas.
Albergas vida
en tus profundidades
pulcras, sagradas.
Renuevas todo,
este cuerpo vencido
te lo ofrendo.
***
Sueño con una palabra que sea todo el poema
si digo “Amor” el poema está hecho
Pero no quiero andar a la deriva en un sueño,
con el espíritu adormecido
cuerpo de palabras en movimiento
mancha que cruje en la atadura del polvo
Permanece en el temblor la fisura
en la palabra: sólo silencio.
EL VIENTO HA TRAÍDO SU MÚSICA Y DERRIBA TODOS LOS ÁRBOLES
Decía en la pila 21 del puente
estaba escrito con tiza, roja como la sangre
el viento la borraba
Las hojas interrumpen la corriente,
el agua las arrastra:
¿Qué luz me buscará?
Sólo la palabra “Amor” bastará para saciarme.
Mariana Bercowsky. (Caracas, 1996). Escritora e ilustradora. Egresada de Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, ciudad donde reside. Ha trabajado como productora radiofónica en PRISA Radio y como editora de la revista literaria Canibalismos.
***
Y
me
refugio
del duelo
en el intersticio
descanso en la grieta
en el ombligo de una mujer
anhelo ser tomada por la sombra
en este encierro de metro sesenta
persigo el abandono el vuelo lo cambio
por la caída / casa de agua y de sangre
no hay contenedor para estas medidas
deseo acaecer casa indeleble casa
resonante casa moribunda
descanso en la grieta
de una mujer
Cómo hiere una lengua
En la mudez encuentro
el refugio
que me salva de mí misma.
Me protejo de la herida
que es nombrarme
no hay poder sin decir
violencia
en su anhelo de corte
se afila
la palabra.
Me instalo en el silencio
donde la única amenaza es
un cuerpo / un punto ciego
que se abraza de vez en cuando
y juega con cuchillos de plástico
en una casa de algodón.
Félix García Carreño. (Caracas, 1996). Es tesista de la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello, completando su carga académica en julio del 2019. Ha cursado talleres y seminarios de poesía con los poetas Armando Rojas Guardia, Santos López y Rafael Castillo Zapata, siendo grandes influencias en su formación poética. Asimismo, ha sido finalista del Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas en las ediciones 2016 y 2018, alcanzando la mención publicación de sus poemas en las respectivas antologías del concurso. Actualmente ocupa un cargo en el área de investigación de fotografía, en la galería Carmen Araujo Arte.
***
Explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
Alejandra Pizarnik
Explicar con palabras de este mundo
que estoy llegando a la otra orilla
que viniste en mí una tierra otra
que estoy del borde
o que las lenguas del mar hondo no son de terciopelo.
que tus aguas son tan dulces como oscuras
que mi furia dentro de ti se oye
como una bolsita de celofán
La fecha al pie
A María Beatriz Medina
a quien quizás perteneció esta foto
Miré a un bebé en un libro de Cintio Vitier
miré una fotografía vieja escondida en un poema
como quien disimula sus mañas frente a los mayores
bebé que mira desde el fondo
cuántas cosas habrás visto antes que yo
si me dijeras qué sostuvieron esas manitos tuyas
qué formas alcanzaron tus mejillas o cuántas veces cortaste tu cabello
si me contaras de cuántas maneras aprendiste a decir casa
yo quizás te confesaría las mías
aunque hoy por hoy también las desconozco
Miré a un desconocido en un libro de Cintio Vitier
un 17 de mayo es la fecha al pie
de las palabras
Laura Soto. (Caracas, 1998) A los 12 años da sus primeros aleteos poéticos. Inicia sus estudios del movimiento en la Escuela Ballet-Arte Gustavo Franklin, sigue formándose en danza clásica (Unearte) y cursa danza contemporánea en el Taller de Danza de Caracas. Hasta los 17 años, escribe reseñas literarias y narrativa breve en su blog personal “mundoparalelops.blogspot.com” con el que gana dos veces el concurso “Qué estás Leyendo”, de la Organización de Estados Iberoamericanos. En 2016, lejos aún de la pandemia, prueba otro blog con el nombre “universoencuarentena.blogspot.com”, pero desiste tras definir su itinerario vital: “Buscar mi lugar en el mundo es mi lugar en el mundo”. Su indagación poética presagia ferocidades, baila entre pétalos afilados de imágenes febriles, como si preguntara entre las llamas de un furor que desea quemar con irreductible ternura, aunque sin tiempo para respuestas. La danza de la palabra no espera, es larga y apenas comienza.
Mosaico previo
Presagié el suceso a través de un sueño:
«tu vida es un espejo y éste su final»
luego cortó mi garganta.
Cristales contrahechos esperan tras la Puerta
ahora comprendo los peligros de la fragilidad
les temo
encuentro sus restos dispersos por el lugar.
Tengo astillas encalladas a mis adentros
bajo los pies
sobre las costillas
entre los torrentes.
Hay cometas atravesando las grietas de mis manos
su espectro aún palpita.
Hay un reflejo dentro de un reflejo
estoy hecha prisma en medio.
Hay una serpiente que muerde su cola
dices que la dibuje en el suelo y le escupa aguardiente
pero temo a todo
ante rituales de salvación y despojo parezco vulnerable.
Aborrezco el amparo.
Evoco mi vida a través del espejo fragmentado
es ajeno lo que describe
el llanto es ajeno también
los añicos siquiera tienen dueño.
Pero haré un mosaico de todo esto
y volveré a quebrarlo.
Debo respeto a los días frágiles.
Semblanza
Un contemplador aparece junto a la flor de estropajo sobre
el asfalto
destina llevarla al bosque entre garúas hacia la nocturnidad
del río.
Habla sobre criaturas que no recuerdo
las pinta de memoria y les ama inmensamente.
Mientras caminamos sobre la rivera de su palma
resguarda pedazos de ternura en los mismos bolsillos
donde lleva cuarzos tréboles y sortijas.
Le acompaño cuando defiende el antagonismo de las estrellas
diurnas
y el resplandor de las cosas simples.
Sé que habla para sí mismo
divaga sobre territorios extraños asido al rastro de lo efímero.
Aun no repara en mis ojos quiromantes
yo entiendo todo luego de su caricia.
Cruz de monte Saturno
los veo jineteando las caretas del tiempo
llevados por el curso del agua.
Si por un instante pudiera dar trazos al infinito
rizos de maleza
parvada gris que inunda los cielos
y debajo
la flor de estropajo sobre su mano.
Dos poemas tomados de la antología “Habitantes de la calima. Sequía”
Felipe Ezeiza. (Los Teques, 1999) Integrante del grupo Habitantes de la Calima (anteriormente llamado Movimiento de Jóvenes Creadores). Para la fecha ha realizados publicaciones en periódicos de los Altos Mirandinos, al igual que presentar varios recitales en diversas ciudades del país. Ha diseñado y aplicado talleres de escritura creativa para niños y adolescentes, además de talleres especializados en la construcción de bestiarios, y haikú. Encargado de la sala Ramón Palomares en la biblioteca Marcel Roche del IVIC, forma parte de un equipo destinado a realizar encuentros con escritores de todo el país. Ha participado en las antologías: Sequía (Editorial Senzala, 2020) Elogio a la brevedad (Túnel Diez ediciones, 2020) Antología del I Premio internacional de poesía Bruno Corona Petit. (Ediciones Palíndromus, 2021).
Oficio de anonimato
Guardar una flor amarilla
en un libro de poemas
morir en el pueblo que naciste
que un amigo reparta las cenizas
que nadie lea el libro
que no encuentren la flor.
Hombre-Lenguaje-Cosmos
Recuerda
el niño que fuiste sigue observando
el paisaje
que apenas intuyes en el ojo de la ceniza.
Deformidad del cielo que el cielo no podrá soportar
son nubes repletas de llagas
horizonte que no pierde su tiempo en volver
¿ves al perro negro hambriento en la puerta de la eternidad?
regresa la enfermedad a trabajar la tierra
resplandor
de la primera ciudad en raptar la noche
antes mirabas las estrellas
pero ya no.
Advierte la quema
una palabra
que en la asfixia florece.
Luis Garrillo. (Maracaibo, 2001). Es un escritor y profesor. Estudia Comunicación Social Mención: Audiovisual en la Universidad Privada Rafael Belloso Chacín. Entre sus obras se encuentran dos cuentarios: Ulcera (2018) y Musas Imaginarias (2020); una novela: Yo Sólo Vengo a Comprar Cigarros (2019) y actualmente está trabajando en un poemario: Disforia: Quiero que mi muerte sea un feminicidio (La Casa Andrógina, 2021).
***
Un arrullo de sirenas
me trae a una isla
la quema de brujas lleva rato
gritan, bellas
acto inhumano sin ninguna buena razón
guerra de supersticiones donde gana la que está en voz masculina
alaridos de dolor que hacen eco en la historia
vidas hechas extraordinarias por su horrible final
mientras veo las llamas
imagino lo bello que debe ser que te llamen bruja injustamente
***
Las plantas
se riegan con
polvo de estrellas maltratadas.
El jardín es glorioso
malditas sean las espadas que buscan vulnerarlo
envuelta en una sabana de caricias
te desvelas tratando de dormir
sabes dónde estará mi cama
el último en respirar gana
Ricardo A. Sarco Lira F. (Caracas, 1991), Lic. en Artes de la UCV. Colabora con los blogs de CONTEXTURAS.ORG y de La ONG. Sus textos han aparecido en el fanzine “Canibalismos” y en el portal digopalabra-txt. Finalista del IV y V Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas.
Sebo
Este domingo
unté mantequilla a la comida de mamá
no cuadraba
no lo hice por gusto
(la odio)
Fue miedo
Temor a enmagrecer
perder la batalla
que es decir: los muslos
Mamá me miró raro
(aún lo hace)
yo sentí el hambre cortar
(primitiva)
poco
a
poco
con un oro que antes fue sebo
Me han botado de la casa
A María Octavia
Me han botado de la casa
porqué he bebido de más
porqué he irrespetado a los mariachis
porqué no he querido bailar
tropiezo en la calle
y me sujeta un brazo amigo
para
evitar
que flote
que desaparezca
que me lleve la corriente
me aprieto con fuerza para evitar perderme
en el cielo oscuro bajo mis pies
mientras contemplo el sucio y las ratas
lo que queda de Altamira sobre mi cabeza
Norte y Sur no existen
mi vejiga natatoria se ha dañado
y pienso en Walter
Walter que flota
y no tiene Norte
Walter que flota
detenido
y no tiene donde caer muerto
¿No somos todos
al final
un pez dañado que flota?
el aire de la noche me arropa
y pienso en él
en el frío que lo preserva
en su ojo muerto
que me mira
(me dice):
“Pon los pies en la tierra, Ricardo, respira”
Y en medio del arrebato etílico
soy un pez de aletas largas
La voz del príncipe azteca llega a mí:
“No para siempre en la tierra:
Solo un poco aquí”
Jhensy Lucena Castillo. (Carabobo, Venezuela 1992). Cantautora. Escritora. Artista visual. Publicará su libro “Sobre escribir un viaje” a mediados de septiembre 2021 con Gerania Editora, Argentina. Ganadora del IV Concurso de Poesía Venezolana Ecos de la luz, Ediciones Palindromus. Obtuvo 1 mención honorífica en el V Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas y el I Concurso Internacional de poesía J. Bernavil 2020. Publicada en la edición Especial III Aniversario “Horas de extravío”, el Número X de artes visuales y literatura “Perecedero” de Revista Awen, el Vol. II “Ant[rop]ología del fuego”, Ediciones Palindromus y el Segundo número de la antología poética “La flor en que amaneces”, Ediciones Azalea, 2020. Forma parte de las antologías “Fin de ciclo” de Dossier Galeria, Venezuela 2016 y la edición impresa #2 – Prints de Errr Magazine, México 2015. Lleva un proyecto de poesía visual en instagram y facebook como @verso.lidio.
Sobreescribir
Escribir hoy para no perder el hilo de las cosas que pasan por mi cuerpo.
Las que suceden en la distancia entre la mano que te toma y la mano que despide.
Escribir separado para aprender a soltar lo que queda de su aroma.
Esto me lo enseñaste vos, me impulsaste el hábito de evocar los recuerdos con palabras.
Escribir me abre en varias partes.
Relucen los destellos de algo que, para dejar este vacío, tuvo que ser.
Escribir es estar en una constante repetición.
Perfilar esquinas.
Alejarme/volver al centro.
Escribir es transformar el tiempo en símbolos sin textura.
En algo que se puede ver desde adentro hacia afuera.
Escribir es no perder.
No perder.
No perderle.
11:21am
Poesía visual
Juan Lebrun. (Caracas, 1997). Realizó el diplomado de Narrativas Contemporáneas en el 2013. Participó en la restauración de la Cromointerferencia del color aditivo, presidido por Francisco Camino, como fotógrafo. Resultó finalista en el 1er concurso internacional de sonetos a los pueblos originarios, organizado por el Centro Cultural Kemkem de Catamarca, Argentina. Ganó el slam poético de la Universidad Católica Andrés Bello. Estudió en el Taller de jazz de Caracas hasta que clausuró. Tocó teclados y guitarra durante cuatro años en la banda de blues, Balason&son, con el artista plástico, Sigfredo Chacón. Ha sido publicado por la revista Letralia, Prodavinci, El Diario, la revista Poesia, la revista LP5, la Revista Culturel de El Salvador y la revista Buenos Aires Poetry. Sus poemas han sido traducidos al inglés y al italiano. Actualmente, está trabajando en un libro de conversaciones con Armando Rojas Guardia y estudia Letras en la Universidad Católica Andrés Bello.
Salmo
Canto porque no escribo
porque gimo y tartamudo
porque callo y tomo fuerzas
para entonar una palabra
que desdice lo dicho.
Canto porque no escribo,
porque el aire expansivo,
las burbujas acuáticas
agradecen mi voz,
la devuelven intacta.
Canto y desdigo
mi canción de amor
hacia los ecos galácticos,
tiempos de luz
grama de árboles,
hermanos míos.
¿Cuánto más vive una estrella muerta hasta no ser vista?
¿Cuánto más existe el cuerpo vacío en el ataúd?
¿Cuánto más cantar el desvanecimiento del eco?
Canto a las aguas,
mejillas vibrantes del Mar,
porque ellas, mis mejillas
se fueron vibrantes por el aire.
Canto porque no escribo
porque quise escribir y fracasé.
Pero amo el canto libre
de los viajes citadinos,
su aliento de alcohol
sus cuerdas baratas y vejez
el golpe exacto del redoblante
y el bajo misterioso que se esconde,
las cosas ensombreciendo el todo.
Canto porque no escribo
porque di al pobre el amor de la lección
que mi garganta sufrió contra humos,
los amigos marginados
(el del gorro, el pelilargo, el de la barba),
y hablamos de amor, dolores, agonías.
Desafiamos la unidad del todo
nosotros, los anormales, los bohemios,
los descarriados, los mendigos, los perdidos:
lo mínimo fue tocar todos los días
y perdernos en el proceso.
Nuestro sacrificio fue el resultado,
esa imperfecta perfección del maquillaje
(una nota, otra y otra
sucediendo la armonía en nuestro anuncio
del siguiente instante, forma del mundo).
Y quisimos a los nuestros como nuestros,
hermanos de los árboles y los vientos,
a pesar de sus mínimas razones de existencia
y su existencia mínima en el mundo
(también los amamos),
porque cantamos y no escribimos,
porque cantamos y no escribimos,
porque cantamos y no escribimos.
La garganta es la palabra
no articulada, la voz, la primeriza
en salir descontrolada, con locura
y endulzar las agonías de ternura.
Antes de la palabra estuvo el canto.
[De Salmista, poemario inédito]
Improvisación 7
Prólogo
Esto no es un poema. Es la transcripción intervenida de una improvisación poética, o de un intento por improvisar. Es un experimento con una grabadora, en la que intenté capturar un instante que marcaba las 2am. En ella, está clara mi posición al respecto de las ventajas corpóreas de la existencia, la carne en la poesía, y mi rechazo a la eternidad efímera: esa que acabará con la extinción humana, y su incapacidad de recordar a las grandes estatuas, a los idealizados poetas esculpidos en mármol. Es un intento, pues, por aclararme y afirmarme, entre los sonidos de una hora y un lugar irrepetibles, de un instante de bella imperfección. Me afané en realizar un poema que durase 20 minutos de lectura en 20 minutos. Eso, según la teoría musical, diferencia a la improvisación de la composición. Mientras la primera realiza una pieza de dos horas en tres meses, la segunda realiza una pieza de dos horas en dos horas. De tal forma, grabé sin ánimos de escribir, pero ahora me dije a mí mismo que mientras aclare que se trata de una transcripción intervenida de una improvisación y no la improvisación, mantenía fidelidad al instante captado. Así, empecé a transcribir. La intervención tiene que ver con pequeños cambios, lima de impurezas. Pero el instante existencial, el crudo pensamiento en mi cabeza de ese día están intactos. Me despido con la lluvia, que desconoce de errores.
Improvisación 7
Transcripción intervenida
A Elías Bello, Armando Rojas Guardia, Luis Pichardo,
Agustín Guambo, Sofía Mogollón, Luis Pérez Oramas
y a todos aquellos no nombrados que reciben la música por sobre la poesía.
Anuncio que quiero lo espontáneo
pues si quisiera lo planeado, escribiera y no dijera lo que pienso.
Nada de lo dicho ha sido escrito
y que nunca lo sea
y que solo quede grabado
así como fue dicho.
No quiero escribir más,
porque si encuentro verdad en el instante,
si más camina el pensamiento que mis pies,
si la tortuga sobrevive al depredador,
si los suelos son profundos y no tengo badil para llegar
al centro mismo, al fuego,
si no encuentro tesoro que no sea el fracaso de la palabra
¿por qué escribir?
Escribir es para hacernos en papel.
Hoy no.
Hoy hablo desde mi boca y mis dientes y el cigarro que fumo.
Hablo con mi lengua y mi garganta
y solo ofrezco eso.
Improviso,
ritmo del tiempo,
no un resultado:
el resultado es el proceso.
Para improvisar me siento en un banco,
miro fijamente una pared
y empiezo a hablar.
Camino, me volteo
y digo lo que hago,
porque mientras siga hablando cuanto hago,
soy.
Odio la escritura
fracasada en mí.
Y espero no detestar mi habla imperfecta cuando sea otro.
Algunos me tomarán por soberbio
como si fueran mis oyentes
pero hasta ahora solo he sido yo mi oyente
y hasta ahora solo yo, mi corrector
y hasta ahora solo yo, mi caminante
y hasta ahora solo yo he sido yo
andrajoso en una calle sin nombre,
sin nombre
como yo.
II
Grabé estas improvisaciones, porque los compositores del siglo XVII no tenían
[grabadoras.
Ahora, puedo grabar siete minutos de poesía
en siete minutos de poesía,
porque no lo escribo,
porque no sobre-pienso y no planeo
porque el orden me parece demasiado falso,
porque escondemos en nosotros una mentira que traiciona
y porque me gusta ser como soy
y me gusta la espontaneidad de la luna cuando alumbra sola
a una estrella, al mundo.
Y me ensimismo pensando
si mi imaginación me encuentra frente a ojos rojos y azules
que se elevan como avisando al suelo la evaporación de las palabras.
¿Quién querría escribir ya?
Cuento los minutos que me dicen,
el suelo simplemente me sostiene
como este orden del cosmos
(de dos cuando pelean,
y cuando pone las manos un tercero en sus cabezas:
su mano sobre sí,
para dar con la sinfonía no planeada
sino dada).
A eso apunto.
A eso apunto sin algún lápiz
con la mirada que escucha
y quiere recobrarse
entre dos y tres y cuatro nacimientos.
Hacia ese joven eterno,
hacia esa nodriza que se conmueve,
que existió hace tanto,
y que aún se conmueve.
No quiero escribir.
Escribí suficiente.
400 páginas, creo.
500, podrían ser 600, ¡qué importa cuánto haya escrito!
¡qué importa si alguna vez escribí! ¡si fue solo un verso!
¿Qué importa?
III
Tantos planes de poemas,
cuando la espontaneidad del papel no es la misma de la boca:
el papel no besa,
el papel no saborea ni mastica,
no paladea las palabras como si fueran últimas,
no dice “yo soy” sin mentir.
Al menos lo básico y real de estar aquí y decir
cuánto siento por los escritores
por la amargura y el dolor
porque no pudieron
dar con el mismo tiempo que los hizo,
como sí puede improvisarse un poema
con los cambios de voz y ronquera,
servirse un trago y poder decirlo
[y si no hay trago, poder decirlo solamente.
Decir un poema con los cambios de las notas
como derivando en otros.
Decir un poema como Bach o Wagner,
como derivando en otros.
Decir un poema como acariciando el propio cuerpo,
como tocando las uñas y los dedos
¡ay las caricias que me siento a mí cuando canto a mí, cuando digo a mí
lo que amo y lo que quiero!
¿Acaso les cuesta mucho en la insolencia
ser un poco más reales?
Siempre hay un recodo y una esquina
que nadie ha visitado
y es tan solitaria que provoca el llanto.
Cuando la veo, así tan sola,
queriendo ser poblada,
deseo un abrazo, unas lágrimas sinceras.
¿No es esto mejor que un escritorio lleno de libros?
¿Mejor que tomar un lápiz y escribir en un alfabeto tan viejo y lleno de poetas?
IV
El más sincero canto tiendo junto a mí
y es mío como a una planta es suyo el aire que no es suyo.
La escritura fracasó en mí.
Nunca pude haberme con ella.
Y allá esos otros que sí pudieron hacerse en papel, porque no pudieron hacerse en vida.
Y allá esos otros que murieron dejando un legado,
una perpetuación de su mentira,
una idealización de una estatua marmoleada.
Ay de aquellos que fracasaron en vida
y ay de aquellos, como yo, que fracasaron en papel.
Por eso entre la cubierta del papel vislumbro al ser que se esconde
y me río porque miente
y gozo porque canta y sabe cantar.
Y yo que quise cantar alguna vez en palabras
y me vapulearon los sones,
me vapulearon como el duende al gitano.
Fui encontrado por la improvisación naufragante.
No los pude encontrar
y por ellos, mi fracaso.
Aquí va para ustedes mi sentir,
esta improvisación
mi decir, mi cantar.
Las reglas de la improvisación no existen.
Su única regla es la sinceridad.
El único nido en que sueño es la cabeza.
Pósense allí.
Mírenla
como el que miraba estrellas en telescopio antiguo
o los espejos de agua.
Miren los charcos
Miren las cloacas
Miren los cadáveres
Los cementerios
Las vísceras
Los andrajos
Los huérfanos
Miren a los homosexuales
a las mujeres
a los bisexuales
a los transexuales
Sus cuerpos eso son.
Y porque no quisiera sostenerlos más en vigas de aire
ni en cuerdas de circo,
graben el ser que son,
graben sus pasos
graben su sudor
graben sus caderas.
No escriban más, porque escribir está fuera y antes de tiempo.
Yo estuve tan fuera de mi tiempo
escribiendo fuera de la hoja, en la mesa, ahora rayada,
desquiciado,
sin dar conmigo,
sin lograr hacerme.
Pero hoy me estoy haciendo
cuando me digo que las nieves caen
y las gotas caen
y los árboles respiran
y yo respiro con ellos.
Hoy sí me estoy haciendo
porque ya estuve hecho
gracias a las nubes
y a la nada
y a los poros
y a las vísceras
y a las cabezas
y a las estrellas
y a las tumbas
y a las flores
y a los pájaros que cantan.
La improvisación me descubre,
porque el canto me devuelve la vida,
canto cotidiano es el habla
y el canto que desmiente y despersonaliza
con más mentiras que lo desmienten a sí.
Porque la diversidad del aire da conmigo,
recorre el Atlántico y el Pacífico, los iguales,
porque doy con el tronco de los árboles
raíz de cielos (los segundos, los terceros)
y por eso canto que me quiero,
hoy que me estoy queriendo como soy
y hablo como soy
y pienso como hablo.
Cómo doy conmigo mismo
como el fuego da consigo elevando en las cenizas
una onda que es pintura.
Cómo fuerza la escritura sin habla.
¿Cómo siento el presente,
tan vivo y hermoso entre jóvenes imaginados,
entre mujeres bellas de pechos redondos que quiero morder,
entre unos hombres bellos de pechos fuertes que quiero morder por igual?
¿Cómo fui indeciso
y no pude tomar en su momento
sino en este
lo que me era mío?
He dado a los que escriben palabras efímeras,
ese líquido evaporado entre los humos.
He dado a la luna una estrella en qué posarse,
pero le he dado la potestad convaleciente del cadáver.
He dado la fiebre de postparto, la fiebre adolescente y la del niño.
pero hoy doy lo que soy
hoy soy lo que doy.
Soy hermoso.
veo esta rama que excede al pequeño muro
que dirige a la puerta de mi casa
y eso soy.
Veo la reja falsa
que nos protege de nadie
y eso soy.
Hoy veo el techo
que no se derrumbó con el terremoto de los sesenta
y eso soy.
Hoy veo el carro de papá
y eso soy.
Hoy veo el banco donde fumo
y eso soy.
Hoy veo el muro vecino
y eso soy.
Hoy veo nubes
y eso soy.
Hoy veo el chaguaramo
y eso soy.
Hoy escucho los grillos
(ustedes también)
eso soy.
Hoy veo los bombillos de los faros
eso soy.
Hoy veo las orquídeas
eso soy.
Hoy veo las bromelias en mi jardín
ello soy.
Hoy veo las bolsas de basura rasgadas cubriendo la casa en construcción
soy.
Hoy veo ventanas de un carro
soy.
Hoy veo las piedras del asfalto
soy.
Hoy veo la acera, tan acera
soy.
Hoy veo el agua que corre entre la acera y el asfalto
soy.
Hoy veo mis pies
soy.
Veo mis dedos
cada uña, cada callo
soy.
Veo mis pantorrillas
soy.
Mis canillas
soy.
Mi ingle la siento
y soy.
Hoy escucho una sinfonía de perros
y soy.
Todos los días rezan a los astros.
Todos los días rezan a los suelos
y a los árboles y a los nichos
y a las casas y a sus dueños
y a la comida
y soy.
Me afirmo en la frontera entre ayer y hoy,
y eso es hoy.
Me estoy tomando una cerveza
eso es hoy.
Me estoy fumando un cigarro
hoy.
V
¿Escucharon?
El aire silba en picos de pájaros.
Un carro lejano pasa.
Debe ser la calle San José.
Un perro solitario respira pesadamente.
Una rama cayó sobre el techo de zinc.
Un silencio.
Improviso, pues, todo esto.
Ocurren justo ahora.
Justo ahora y ya pasó ese ahora.
Yo le haría el amor a la Tierra si mi cuerpo no fuera tan pequeño,
si mi cuerpo no fuera solo un cuerpo sino todos
y ¡lo es!, ¡lo es!
Mi convencimiento residua en tradiciones antiguas,
y en las hablas del margen.
Una moto suena a la distancia
en la calle San José.
Todas las calles y casas tienen nombres de santos aquí.
Sean bienvenidos.
Vengan.
Les brindaré todo.
¿Por qué escribir
si se tiene todo esto?
¿Por qué escribir
si uno es mucho más de lo que escribe?
¿Por qué escribir
si uno toma cervezas, si uno se sienta a pensar?
Si los suelos no son tan diferentes de los techos,
ni los techos de los cielos,
¿por qué escribir
si ya me amo?
¿Por qué escribir
si yo me siento al árbol y es suficiente?
¿Por qué escribir
si logro mi canto, si puedo tocar mi guitarra?
¿Por qué escribir
si puedo invitar a mis amigos
y abrazarlos y quererlos?
¿Por qué escribir si yo camino,
y los pájaros improvisan para mí,
y los cuervos se resecan en la lejanía,
y unos perros ladran?
¿Los escuchan? Yo los escucho.
Cierro los ojos,
me levanto,
callan.
VI
¿No hay en ti, escritor, palabra suficiente en tu paladar o en tu garganta?
¿No hay en tus pies una fuerza que levanta el polvo de los suelos?
¿No hay un asco a las cómodas computadoras, a este encierro?
¿No hay un asco, escritor, a ti mismo?
¿No encierras en tu cabeza dolor?
No lo sé.
Nunca fui escritor.
Nunca pude serlo.
Pero improviso con la sinfonía de unos perros
en la calle San José.