Foto de portada: Pintura de Egon Schiele
El trabajo editorial, en el Perú, es sumamente complejo y delicado de afrontar. La falta de apoyo o la situación actual de la pandemia (que no sería muy diferente a las diversas crisis) solo hacen evidenciar que el trabajo de los editores se vuelve sacrificio, esmero y martirio. Por eso, es importante contemplar la labor editorial como una labor de rescate del conocimiento y del arte del Perú. En varios casos, las exigencias son justificadas. Algunos sitios han caído en la disyuntiva de ¿o arte o dinero? Sin embargo, no deja de ser, igual de valiosa, la intervención artística en las ediciones peruanas. Ya hemos mencionado a algunas editoriales como lo son Ángeles Del Papel de Michael Jiménez o Alastor de Julio Isla. Hoy, en el Vol. XVII de La arquitectura de la palabra, presentamos la Editorial Summa del escritor y político Harold Alva. Esta editorial no puede ser tomada, solamente, como un espacio de publicación, sino también de fomento cultural e integración en Latinoamérica.
Harold, en sus propias palabras, nos dirá qué es Summa:
Hace once años, fundé Editorial Summa, un sello para democratizar y descentralizar el libro y la lectura. Publicar un libro en el Perú continúa siendo una labor que exige perseverancia y resistencia, por eso, movilizados por nuestra preocupación por la cultura, Summa organiza hace ocho años el Festival Internacional Primavera Poética, un evento que a su vez publica la colección iberoamericana de poesía Primavera Poética, que fortalece nuestras colecciones «Las armas secretas», «Narrativa peruana contemporánea» y «Summa Poética». A nuestros nacionales Marco Martos, Omar Aramayo, Antonio Cillóniz De La Guerra, Óscar Málaga, Luis La Hoz, Enrique Sánchez Hernani, Gloria Mendoza Borda, Jorge Nájar, Alberto Alarcón, entre otros, se suman los consagrados poetas Raúl Zurita (Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana), Daisy Zamora (Ex Viceministra de Cultura de Nicaragua) y Luis García Montero (Director del Instituto Cervantes). Sin embargo, nuestra apuesta ha sido apostar por nuestros jóvenes. He aquí una muestra de cinco poetas nacidos entre 1981 al 2000, publicados por la editorial.

Editorial Summa, 2021
En palabras sencillas, la labor de Harold no se reduce solo al umbral editorial, sino también se amplia a la gestión cultural. Los exponentes de diversos países y del Perú son evidencia de la labor que Summa viene realizando con esmero y en silencio. Desde jóvenes que buscan darse a conocer en un espacio editorial y artístico, hasta autores consagrados que van, de la mano, enseñando a estos mismos jóvenes. Entre los autores que ha publicado Summa tenemos a Sixto Sarmiento, Hector Ñaupari, Yoshiro Chávez, Gustavo Espejo, Gloria Mendoza Borda, Mariana Libertad, entre otros autores. Los participantes han sido diversos y, como dice Harold, en esta ocasión vamos a leer a un grupo de autores nacidos entre 1981 y 2000. Autores que han sido publicados en la editorial y que han participado del Festival Internacional Primavera Poética.
Vedrino Lozano Achuy (Tarapoto 1981) Licenciado en Educación en la espacialidad de Lengua y Literatura. Cursó estudios de maestría en Literatura Peruana y Latinoamericana en la UNMSM. Ha publicado los poemarios Bálsamo de cenizas (2001), Fuegos Fatuos (2003), Boleros para uno y otro tiempo (2005), Shadowplay. Diario de Ian curtis (2010) y El Hacedor de lluvia (Summa, 2016). Poemas suyos han aparecido en distintas revistas virtuales e impresas. Es autor de las novelas infantiles Abril y el devorador de palabras (2012) Abril y la ciudad de las palmeras (2013) Abril y el secreto de las catacumbas (2014), entre otros libros.
Invocación
Invoco las lluvias de oriente.
Voy a su encuentro sobre un diminuto pekepeke.
Me presento ante la fuerza del viento y del aguacero
completamente desarmado y desprovisto de cualquier
fuerza superior que guíe mi curso.
Avanzamos lentamente.
Percibo su voz. Su respiración de agua remota.
Invoco el sonido de la selva.
Me responde el canto de las chicharas
que acompañan el fluir silente del gran río.
Sus aguas invaden la tierra
y con ojos límpidos acarician el suelo de mis ancestros.
Katawa
Un ave oscura sobrevuela a mis espaldas.
Tres enormes púas surgen como catanas
por entre sus alas y desgarran mi corteza.
La sangre brota despacio:
con ella empapará sus plumas de cazadora ciega,
inicia así,
la sangrienta ceremonia.
Herido, contemplo en silencio su vuelo.
Veloz se zambulle en el río
enjuagándose con pericia el cuerpo.
Vuelve a posarse sobre mis debilitadas ramas y espera:
Uno a uno va coronando la superficie oscura del agua.
Los devora sin ansiedad:
un trozo de este, otro de aquel.
Y así absorto continua con el festín,
con el perverso ritual de tiempos inmemoriales
impuestos por los supays.
Elilia
Mi abuela se cobijaba en el humo de sus mapachos.
El olor del tabaco negro
cubría los pasadizos interminables de la vieja casa.
Ese aroma nos guiaba inevitablemente hacia su regazo.
No conocía la palabra amor,
sin embargo aprendimos a quererla.
Con el tiempo sus ojos fueron acostumbrándose
a la oscuridad y de a poquitos sus nervios se quebraron.
Comenzó a trepar las paredes amarillas
hasta convertirse en mujer araña.
Un día no aguantó la soledad y se entregó a la locura.
El hacedor de lluvia
Y cuando por fin pude dominar mi arte:
llegó la lluvia.
Con las primeras gotas
cayeron también las flores de las pomarrosas.
Refugiado en las altas nubes susurré tu nombre.
Entonces el agua
empezó a tomar formas distintas
abriéndose a paso firme
por bosques y comarcas calcinadas.
Y así
en medio de la selva
aprendí a dominar el arte oscuro de la invocación.
Soy el hacedor de lluvia.
Carla Andaluz (Lima, 1981) Psicóloga, especialista en empleabilidad así como en Educación y Desarrollo Organizacional. Ganadora del concurso de poesía organizado por La Dirección Regional de Moquegua. Publica en revistas especializadas de literatura. Ha publicado “Polvo enjaulado” (Summa, 2020), es su primer poemario.
Laberinto
Espero resucitar y no fenecer en la espera
espero resucitar convertida en la absurda sombra
de una noche
en donde los sueños
sueñan pesadillas
y las señales en mi cuerpo
son imperceptibles al verde de sus praderas
como alfombras fértiles que ocultan
las secuelas de una caricia.
Entonces
nunca más sus ojos,
nunca más su voz
nunca más ella
soy el jardín donde habitan los cuerpos olvidados
el río violento que desemboca en el mar de sus ojos
la sombra de una sonrisa extraviada.
soy la luna llena de heridas
aún queda un poco de dolor en mis mejillas
y la cicatriz que dibuja su ausencia
es el mejor pretexto para recaer
y levantarme frente a sus ojos
contemplando su vida lejos de la mía.
le canto al oficio de pensar sin esperarte
cual fluido de muerte
al perderte al no tenerte.
soy hija de la flor más triste
madre de tierras áridas
el cuerpo de sus ojos me oscurece
y tengo miedo
de su admiración y tengo miedo
de la mística con la que abraza el caos sobre mi cuerpo
espero resucitar
con el viento que me lleve a su morada
pertenezco al otoño
deseo ser el agua que apague su sed
su vino su pan la línea de su mano
las líneas de todos sus caminos
no preciso el partir de mi cuerpo
doscientos huesos y mi sien
olvidan su nombre con la misma vehemencia
con la que hoy me acuerdo de ella
paredes angostas son todo mi universo
somos polvo perdido en la carretera
que al palpar el aire
seduce a la gangrena
ahora sé lo que es recorrer el camino sin un cuerpo
arder
sentir frío
otra vez el sol ilumina la salida
otra vez somos polvo enjaulado
entonces nunca más sus ojos
nunca más su voz
nunca más ella.
Volver
Propongo que la música sea lumbre
que las prendas bailen al ritmo de deseo
que la danza sea lenta en oposición al crepúsculo
que sus manos sangren con solo pensarla
que sufra el intento con solo desearla
que agonicen sus ansias bajo insinuantes caricias.
Propongo firmar este compromiso en su corteza:
que la tinta manche sus huesos
que se reconstruya el horizonte entre mis piernas
que fallezca el sol sobre mis praderas
que se extermine bajo sus pies este recuerdo
que se alimente de utópicas caricias
mi apetito por expirar
por romperme el himen en cada beso
Deslizarme
sumergirme
descender
atragantarme
Propongo
que el pasado me olvide
que su voz
que sus manos se oculten en mi memoria
que se desvanezca
Entonces ahí
donde habitan los desaparecidos
volver
solo volver
volver infinitas veces
volver
en todas las dimensiones
volver bajo la tiranía de otro amor
volver en contra del reloj
de la dignidad
volver para acariciar todas sus vidas
volver con vehemencia
con ofuscación
volver convertida en el silencio de sus heridas
volver como un arma que lo extinga
volver
Aniquilarlo.
Diego M. Eguiguren (Lima, Perú, 1989) Corrector de estilo, periodista y poeta. Ha publicado los libros de poesía El mar de los naufragios (2010), Luces dormidas (2017), Un camino de regreso. Antología personal (2017), El balcón de la espera (2021), el libro de poemas y minificciones Bajo un cielo de ceniza (2011) y el volumen de narraciones Colección privada (2012). Ha sido incluido en publicaciones peruanas, argentinas, chilenas y colombianas. Ha participado en festivales como Primavera Poética y en las Jornadas Peruanas de Minificción.
Iceberg
Pasé el verano sin planear
el invierno de todas las cosas.
Hoy he dejado
todo lo que vendrá
para quedarme un tiempo
en todo lo que fue.
Admito cualquier deshielo
siempre que no sea el mío.
Paso el invierno sin planear
el verano de todas las cosas.
Vivo congelado en medio
de lo que fui
para poder sentir
que aún soy algo.
Desde el balcón
Pinta las calles
la belleza del crepúsculo.
Tardes plateadas
se dan de baja
cuando llega el verano.
Aún hay mucho que escribir.
La poesía del mundo
siempre está aquí,
enfrente,
mirándome a los ojos.
Aún ahora
De tanto recordarte
encendí otro poema.
Te regalo la eternidad
de este momento,
la perennidad de
esta tarde
en cada una
de mis líneas.
Te escribo
desde el balcón de la espera,
dañado,
obsequiándole materia
a la intangibilidad de ti.
Pasa malherido el viento.
Tu desmemoria,
puñal de lado a lado,
todavía hiere mi memoria.
A ti
Cuando nada que perder
era todo lo que tenía,
fue la soledad
la puerta
que me condujo
a tu encuentro.
Quién ahora lo diría.
Poesía,
madre que me abrazas,
eres todo lo que tengo.
Alejandro Cano García (Piura, 1995) Poeta y docente egresado de la Universidad Nacional de Piura en la facultad de Ciencias Sociales y Educación, escuela de Lengua y Literatura. Es miembro fundador del círculo literario Tertulia Cero. Trabajos suyos aparecen en las revistas literarias Monolito y Claroscuro (México). Ha publicado Habitación en llamas (Summa, 2019)
Carta al vacío
Después de tanto tiempo
No hay nada qué contarte.
Aquí, en el Perú,
Hay muertos olvidados.
Las calles son un río
En que se pierde la vastedad de tu nombre
Y hay un árbol que ha soportado
El peso de la noche.
¿Quién apaga ahora los incendios
Cada vez que tu sombra
Reaviva las hogueras?
¿Qué sostiene esta torre de huesos
Que solo es el vacío donde reposa
Tu nombre que proviene de muy lejos?
Y más allá de nuestras torpes vidas,
Una espina roza nuestro pecho
Como esa caricia que jamás conocimos.
Más allá del reloj de arena
Que nos separa
De la penumbra azul de esta mañana,
Mis ojos no resistieron
Cuando intentaron buscarte
En el anuncio de un diario
Que disuelto por el viento
Olvidó cómo se olvidan los amores.
Encuentro
Si vienes por la noche a buscarme
Ya no encontrarás la luz encendida
Ni un pobre esqueleto
Escribiéndote un poema,
Encontrarás simplemente:
Una habitación como una calle olvidada
O como un río que marcha
Tristemente hacia la desesperación.
Yo soy ese río.
Encontrarás también
Una cama vieja cubierta de olvido,
Una guitarra chamuscada por el tiempo.
Y, en un rincón, encontrarás
A un niño cubierto de lágrimas frente al destino
Y sabrás entonces por qué
La vida es un hermoso presagio
Que nos sorprende desarmados.
Poema
Nada habita estas paredes,
Ni siquiera el tiempo
Ha golpeado este recinto donde ha muerto mi nombre
Y he llorado como un niño al borde de su sombra.
Por aquí han pasado
Todas las lágrimas del mundo
Y han brotado nada más que flores.
Soy un país con sus fronteras devastadas
Y si alguien quisiera
Conocer lo que es mi corazón,
Le bastaría imaginarse
Un puerto destruido por la guerra.
Poema
La puerta se ha cerrado.
Ya no podré escribir ningún poema que hable de ti.
Al final de esta muerte que se levanta a medianoche
En el letargo de una hora desconocida,
Habré empezado a recorrer un laberinto,
O simplemente seguiré las huellas
De alguien que no encontró nunca la luz.
No habrá poema que hable de ti.
No habrá una letra
Con la que pueda recordar
La inalcanzable estrella de tu pecho
O las caminatas nocturnas
Por las calles de esta ciudad empolvada.
Amarte en silencio como a las rosas.
Amarte en silencio en medio del caos
De lo que es vivir sin una minúscula letra de alegría,
Y seguir ascendiendo por una escalera
Que nunca toca el cielo,
Seguir soñando con un destino agujereado
Mientras en los letreros luminosos se levanta el miedo
Como una frágil estela transparente.
A veces es pesado dirigirnos a nosotros mismos,
Encontrar el misterio de nuestro cuerpo
Cuando hemos perdido la memoria
Sobre esta leve manera de vivir.
Diego Alonso Samalvides (Lima, 2000) Estudia Comunicación y Periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Ha publicado el poemario “Cuerpo de amor” (Summa, 2020). Sus poemas han sido publicados en varias antologías. Participó en el I Festival peruano de poesía joven Desde los hombros de nuestra historia y en La poesía es resistencia organizado por el FIP Primavera Poética. Es editor general de la revista Cocktail.
Poema I
Nos pesa la noche
en los párpados
y corre el acecho
lleno de incertidumbre
aparece insomne
como un arco
que nos esconde
y nos aguarda.
Poema IV
Cierro
los ojos
la boca
las manos
y nacen
tus ojos
tu boca
tus manos.
Poema XII
Tu luz existe
divaga en puertos oscuros
las tonalidades más puras del mar
se extiende sobre los cuerpos desnudos
abriga el torso de los hombres prófugos.
Tu luz existe
y no solo existe
sino que es dadora de júbilo
y riega en el prado
el agua necesaria
para que el pasto sea alto y bueno.
Tu luz existe
y no solo existe
sino que nos abarca
y nos aprieta
como un nudo.
Poema XVI
Ya no escribiré más poemas
de corazones ni de calles
donde la sombra del alma vive
no jugaré en el viejo rodeo de los amantes
porque creo a ciegas en este destino
en esta huida definitiva que es llegar a ti.
Poema XXVII
Cuando me muera
que sea lejos de mi patria
que ya no me pertenece
que sea lejos de mi amor
que se queda en la tierra
que sea lejos
muy lejos
de lo hondo
que pude quererte
lejos del escritorio
donde solía pensarte
lejos de mi silla
y de mis libros
que sea lejos
muy lejos
en una orfandad
cómplice
de mi silencio
que sea lejos
de lo que fui
antes de ser tuyo
de entregarme
a sangre viva
lejos
muy lejos
donde el sol
no arda
donde nadie quiera
quedarse
porque allí
moriré amándote
sin poder decirlo más
deseando con ternura
la faz de tu rostro
huyendo de todas partes
sin saber de ti.
Sobre el director de la editorial:
Harold Alva (El Alto, Talara, Piura, Perú, abril de 1978) Escritor, editor y analista político. Dirige el Festival Internacional Primavera Poética. Es autor de Lima (2012), La épica del desastre (2016), Ciudad desierta (2014) y A tiempo completo (2020). Fue promotor de la colección de literatura Perú Lee (2003), editor de la Revista del Foro del Colegio de Abogados de Lima (2012) y director de Poesía Iberoamericana, colección de cien títulos que publicó con la Municipalidad de Lima (2020). Conductor de Diálogo y Debate por UCI Tv. y de Ponte al día, por Conecta, Tv Digital; dirige Editorial Summa y Contrapoder, suplemento del diario Expreso.
