Pensar a la educación en el marco de la pandemia

La pandemia ocasionada por la COVID trajo consigo una serie de cambios en los modos de vincularse, de actuar, de interpretar los espacios. La escena educativa fue una de las más afectadas por la irrupción de lo inesperado. Palabras como educación a distancia, burbuja, enseñanza híbrida, tics se volvieron habituales en las agendas de los Estados y en los medios. El funcionamiento de las escuelas ha impactado en los modos de vida y reconfigurado las subjetividades; desterrando, tal vez, de una vez y para siempre, a la escuela tradicional.

La escuela tradicional, nacida en la Modernidad, trajo consigo un determinado modo de subjetividad, asociada a un carácter disciplinario que producía y se sostenía en instituciones homogéneas mediante prácticas de vigilancia y castigo. A partir de ellas tendía a normalizar a los individuos. Podríamos decir que esta subjetividad buscaba reprimir los deseos singulares y diferentes que se dieran por fuera de la ley ordenadora. Así, se moldeaban cuerpos quietos y rígidos en espacios cerrados.

La pandemia visibilizó un nuevo tipo de subjetividad emergente, con una fuerte impronta basada en el descentramiento, en la diversidad, en lo efímero, en lo fluido y lo disperso. La idea de lo humano cambió. Tambalearon las jerarquías heredadas y los modos de relacionarse entre los actores que forman la escuela. Aunque cada tanto hay una búsqueda de apuntar hacia una comunidad educativa en su sentido clásico, la pandemia actual generó cambios que alejan a la escuela del marco tradicional moderno. Hoy, más que nunca, la escuela se extiende a las pantallas de los hogares.

La pregunta central es, tal vez, cómo concebir a la educación en este marco. El acceso a dispositivos y el uso de las nuevas tecnologías digitales para garantizar la continuidad educativa se ha vuelto un tema central. A esto se suma la adopción de otras estrategias y modos de intervención en los espacios educativos, distintas a las tradicionales. Desde el 2020, comenzamos a transitar una modalidad educativa en la que los vínculos han estado mediados por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; y esto, probablemente, haya llegado para quedarse.

En un contexto de pandemia, la virtualidad se vuelve indispensable para evitar contagios masivos y pérdidas humanas. No obstante, aún queda pendiente aplicar estrategias que garanticen la conectividad. La crisis vigente nos invita a reflexionar sobre la necesidad de disminuir la brecha digital y los diferentes tipos de desigualdad que afectan a la población. El desafío de los Estados y sus poblaciones es llevar adelante escuelas, ya no en términos tradicionales, sino considerando la diversidad de las subjetividades vigentes y generando espacios acordes a las necesidades actuales, en la que todos los miembros de la comunidad educativa se sientan cuidados, convocados, interpelados e incluidos.

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