Cuando me enteré de que Plenaluz/Entreluz (Ediciones Ayarmanot, 2020), el tercer libro de Néstor Darío Figueiras, estaba constituido por un poemario, una novela breve, caligramas, ilustraciones, una banda sonora, un mapamundi y hasta un estudio etnográfico, supuse que entrar en él significaría una experiencia más allá de la lectura de la historia principal… y no me equivoqué. Definido como un “libro-artefacto”, Plenaluz/Entreluz viene con instrucciones para conocer mejor el mundo que presenta: el planeta Océano. A medida que avanzaba, me surgían preguntas en torno a su desarrollo y a la escritura de un autor que a lo largo de los años no dejó de apostar por la ciencia ficción.
A la hora de escribir historias con sus conceptos, imágenes y emociones, ¿qué horizontes se abren en la ciencia ficción respecto de otros géneros?
Creo que cualquiera de los que cultiva este género te dirá algo parecido a esto: la ciencia ficción ofrece las mejores herramientas para interpelar y reinterpretar la realidad, a fin de extrapolarla y reconfigurarla en simulacros que son como laboratorios sociológicos y/o filosóficos. Huelga decir cuán valioso es poder modelar y proyectar estos simulacros (sobre todo en los últimos cincuenta años). Pero ojo, no se trata de un valor predictivo, sino más bien especulativo. Estas posibilidades de la CF son un plus que enriquece el hecho literario.
Se viene teorizando sobre la cuestión desde “El sentido de la ciencia ficción”, ensayo publicado en 1966 por Pablo Capanna —uno de los teóricos del género más importantes del mundo—. Por otro lado, la CF (no ya como género literario, o cómo estética y temática de productos audiovisuales, sino como una tendencia artística holística, o incluso más, como lenguaje y como mito) excedió hace tiempo los ámbitos altamente tecnificados, hibridándose con el fantástico, con el terror, con los folclores y las fábulas de escenarios no urbanos, adquiriendo, en muchas ocasiones, rasgos de hiperstición (Nota de J.E.: el término «hiperstición», compuesto por el prefijo «hiper» y la palabra «superstición», ha sido propuesto por el Cybernetic Culture Research Unit para referirse a aquellas ideas que desde un plano ficcional crean su propia realidad). O sea, no le hace asco al mestizaje. Por el contrario. Y ya se convirtió, gracias a los mass-media y las TIC’s, en un tópico de la cultura popular —por algo se dijo que la CF es el folclore o la mitología de la aldea global—.
A la genuina CF no le cabe para nada el atrasado rótulo de “literatura escapista”. Creo que no hay muchos tipos de literatura que puedan igualar tal fenómeno. Incluso, aunque se la enmarque dentro de la literatura fantástica, la CF tiene una exigencia más realista que el mismo realismo, porque su andamio es la verosimilitud, condición sine qua non para que resulte eficaz, mientras que el realismo, confiado en su pretendida esencia, solo consigue esbozar una imitación de la realidad. Descreo de las definiciones más ortodoxas de realismo: aunque la etiqueta sea necesaria a la hora de clasificar, tengo para mí que es imposible escribir una obra verdaderamente “realista”.
¿Cómo empezó a surgir Plenaluz/Entreluz? ¿Cuándo te diste cuenta de que estabas dándole forma a un universo nuevo?
Plenaluz/Entreluz empezó a escribirse antes de que yo fuera consciente de ello, tal como pasó con mis dos primeros libros. Los textos iniciales de este “libro-artefacto” (así lo definió la editora y escritora Laura Ponce, una variante de “libro-objeto” si se quiere) son algunos de los poemas de Plenaluz: “Adelantado”, “La sirena y los pájaros muertos”, “Naufragio del ángel coplero” y “En la Isla de los Adobos”, textos que escribí para las ediciones de 2007, 2008 y 2009 del Certamen de Poesía Fantástica de miNatura, publicación virtual española de Ricardo Acevedo y Carmen Signes. En 2016 leí un par de esos poemas en uno de los ciclos de lecturas organizado por Peces de Ciudad (sello que publicó Capricho #43, mi segundo libro). Mariana Kruk —otra gran editora, también excelente poeta— sugirió que debía hacer algo con esos versos. Y ahí empezó la cosa. Luego descubrí que quería crear algo más que un simple libro, redoblando la apuesta. Quería gestar un objeto que interpelara al lector de muchas maneras. La idea de una edición flip me pareció apropiada, y además me permitiría hablar de los opuestos, así que una mitad sería poética mientras que la otra contendría narrativa.
Esa idea fue la columna vertebral en torno a la cual se erigió todo lo demás: los poemas (más proverbios, caligramas y un estudio etnográfico) serían ilustrados en tinta, y los cuentos a color. Las ilustraciones son del genial Gastón Barticevic. El germen de la historia estaba insinuado en esos primeros poemas: allí tenía un escenario, que terminó siendo Océano (o Tünngrel); tenía el arco argumental (una invasión fallida); y tenía perfilados a algunos de los personajes centrales: Kaira, la reina del Islote; Inaɵuani y Tarnsvløtar, el tritón-vampiro (los bauticé después, claro, una vez que el plan estaba delineado). Entonces, ya trabajando el texto con Laura, el formato flip se tornó fundamental: en Plenaluz, los poemas (que en realidad son una prosa poética que abreva en la fantasía épica), revelarían el fracaso de la invasión desde la óptica de los invasores, mientras que Entreluz contaría lo mismo pero desde el punto de vista de los invadidos, en cinco cuentos de ciencia ficción de corte antropológico que conformarían una novela corta. La banda sonora (con canciones y composiciones instrumentales de space rock, rock progresivo y ambient) fue la última adición que hice al combo, y creo que aporta una dimensión más al proyecto, una que enriquece la experiencia del lector, devenido en espectador y en oyente.
Plenaluz/Entreluz es tu primer libro con Ediciones Ayarmanot, pero tu vínculo con Laura Ponce (editora) se remonta a años atrás…
¡Claro! A Laura la conozco desde el año 2005. Nos encontramos en la lista de correo de Axxón (en ese momento previo a las redes sociales, las listas de correo eran el canal de conexión más novedoso). Luego nos conocimos personalmente en una de las tertulias de CF que se vienen haciendo en Buenos Aires desde hace casi dos décadas, por lo menos. Desde entonces ambos compartimos decenas de “aventuras literarias”, como nos gusta decir. Por muchos años fuimos miembros del Taller Virtual Los Forjadores, dirigido por la escritora y editora venezolana Susana Sussmann; trabajamos juntos en el equipo de edición de la publicación virtual Axxón; somos parte del grupo de organizadores de Pórtico Encuentro de Ciencia Ficción…
Afortunadamente, me convertí en un autor publicado con frecuencia por Ediciones Ayarmanot, su sello, dedicado exclusivamente a la CF, tanto en Revista Próxima como en su colección de libros. Justamente, el primero de ellos, la antología Buenos Aires Próxima, cierra con “Una nota que garpe”, un cuento ciberpunk que resultó ser una bisagra en mi carrera, porque en él hallé mi voz y mostré los primeros signos de madurez como escritor del género. Pero además de todo esto, Laura y yo somos muy amigos. Aparte del interés friki, nos une una suerte de militancia de la CF, que implica una cosmovisión compartida, incluso a pesar de nuestras diferencias. En otras palabras, creemos que la apreciación de la CF puede producir cambios profundos tanto a nivel individual como en la sociedad, convicción que, me atrevo a decir, tienen muchos integrantes del fandom. Por otro lado, su labor como editora de mis textos siempre ha sido fluida y fructífera. Ella tiene un golpe de vista, un talento quirúrgico para la edición. Hace que el texto leude. Y se compromete intensamente, siempre persiguiendo esa precisión que lleva la obra a su mejor versión.
Para muchos, existen relaciones entre El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien y la Segunda Guerra Mundial. ¿Los acontecimientos de Plenaluz/Entreluz están inspirados en algún hecho histórico?
Mirá, no diría que está inspirado en un acontecimiento puntual, pero sí alude al choque de culturas. En todas las charlas que mantuvimos Laura y yo durante el proceso de escritura y edición, la conquista de América siempre fue una referencia. En esas conversaciones se nos reveló, de algún modo, lo que la obra ya estaba destinada a ser: un muestrario de los dos lados de la historia. Pienso que la función más atractiva del artefacto Plenaluz/Entreluz es que le permite al “usuario” construir su propia lectura. O mejor dicho, su propia relectura (ya que el primer abordaje de la obra tal vez se haga siguiendo las ambiguas instrucciones inscritas en una de las solapas del tomo). La idea es que el lector/espectador/oyente vaya descubriendo ambos lados, de la forma que más le guste. Los testimonios que me han llegado lo demuestran: algunos fueron leyendo alternadamente poemas y cuentos; otros hicieron una lectura lineal, empezando por un lado o por el otro; están quienes oyeron la música mientras leían y quienes lo hicieron luego de leer el libro.
Lo interesante es que el artefacto pretende hacer lo que hoy parece cada vez más difícil en esta era de la posverdad: que contrastemos ambos relatos, la visión de los invasores y la de los invadidos. No importa de qué manera te introduzcas en el universo de Plenaluz/Entreluz, si seguís hasta el final, vas a terminar escuchando ambas campanas, en una conjunción de opuestos que también actúa como experiencia audiovisual. Justamente, en la banda sonora (un video de YouTube al que se accede mediante un código QR), algunos de los poemas de Plenaluz se convierten en canciones o recitados con música de fondo, mientras que los relatos de Entreluz están musicalizados con composiciones instrumentales. Así, toda la obra funciona como un rompecabezas, pero de piezas intercambiables. O al menos esa fue mi intención. Y parece que la cosa funciona.
Si un grupo de guionistas te hablara de una adaptación a la pantalla de Plenaluz/Entreluz, ¿preferirías una película o una serie?
¡Qué buena pregunta! Curiosamente, uno de los lectores me escribió lo siguiente: “Mientras lo leía, no dejaba de imaginar una adaptación, una serie a lo Game of Thrones, o un animé, tipo Atlantis”. Sin dudas, creo que el universo de esta obra necesitaría de un formato de serie, por su complejidad. Lo espejado del planteo tal vez requeriría algunos recursos similares a los de Dark. Y, como es mi plan continuar desarrollando este universo (tiene mucha tela para cortar), sería buenísimo poder hacer varias temporadas… Soñar no cuesta nada. Lo que sí es seguro es que para la secuela (o precuela, o spin-off, todavía no lo sé con certeza) recurriré a la historieta. El excelente dibujante de cómics Grendel Bellarousse y yo ya tenemos algunas ideas que están flotando por ahí. De hecho, él ya había historietizado uno de los poemas de Plenaluz, “El grumete y las lamias”, cómic que fue publicado en Revista Próxima.
Siendo escritor y a la vez músico, ¿hacia dónde creés que te van a llevar tus próximas inquietudes artísticas?
Es imposible saberlo con claridad, pero por lo pronto estoy terminando un disco de música inspirada en novelas y cuentos de CF de autores nacionales y extranjeros. El álbum se llamará Creación Inmatura (un concepto vertido por el gran Olaf Stapledon en su magnífica novela Hacedor de estrellas). Entre los musicalizados de la escena local están Laura Ponce, Flor Canosa, Alejandro Javier Alonso, Alejandra Decurgez, Rogelio Ramos Signes, Claudia Cortalezzi, Pablo Martínez Burkett y Carlos Gardini. Los acompañarán Cordwainer Smith, Arthur Clarke y Robert Silverberg. Se trata de un disco físico con un packaging bien atractivo para los fetichistas del objeto: lata de aluminio estampada. El arte del book circular está en manos del genial Colifato Ilustrado (Damián Scokin), y mi hija Micaela está haciendo el diseño. Vamos a lanzar una preventa, y una vez que se haya amortizado el gasto del mastering y la replicación (las únicas cosas que no puedo hacer yo), todo lo recaudado será destinado a beneficencia, seguramente a comedores escolares y merenderos. Estamos viendo cómo instrumentar todas las cuestiones que eso implica. Aunque este proyecto me tiene muy entusiasmado, no dejo de escribir. Ahora estoy con una tanda de cuentos de CF terrorífica. Veremos qué sale.

Néstor Darío Figueiras nació en Buenos Aires, Argentina, en 1973. Es escritor, músico, productor musical y pastor bautista. Sus cuentos han sido publicados en revistas y antologías argentinas y extranjeras. Ha sido traducido al francés, catalán, italiano, húngaro y griego. Publicó previamente los libros de cuentos El cerrojo del mundo está en Butteler (Textos Intrusos, 2016) y Capricho #43 (Peces de ciudad, 2017).
IG: @nestordarius / FB: Néstor Darío Figueiras / YT: Néstor Darío Figueiras
Foto principal: Camila Ramírez