El libro rosado de Jaime Manrique

“Nadie permanece íntegramente el que es después de haberse conocido”
Thomas Mann


Seamos claros, la autobiografía literaria gusta por varias razones, entre ellas, por la brutal sinceridad, que, a modo de confesión, hacen los escritores que consideran, tienen una vida revisada y lista para ser narrada y leída. Sobre esto podríamos pensar en San Agustín, el fundador de este género introspectivo y psicológico llamado La confesión, o lo que Hannah Arendt denomina «el reino de la interioridad», porque es partir de esta «mirada interior», que en la historia de la literatura comienza el uso de tal técnica para desahogar la existencia y la memoria: Las confesiones de Rousseau, De Quincey, Gorki, Mishima, Boehme, Wilkie, y en Colombia, Jaime Manrique (1949) y su obra Maricones eminentes (2000).

Un libro auto-biográfico, sincero, llano, brutalmente honesto, trabajado con arte y estilo, que cruza la vida de cuatro «maricas» eminentes (la licencia literaria nos permite usar la palabra con deferencia) de renombre, entre ellos: el argentino Manuel Puig, el cubano Reinaldo Arenas, el español Federico García Lorca, y por supuesto, el mismo barranquillero Jaime Manrique. Aunque es obvio, no son estos los únicos «maricas» destacados que han existido en la historia, pues a partir del espíritu griego han surgido escritores de la talla de Oscar Wilde, Severo Sarduy, Truman Capote, Friedrich Nietzsche, El Marqués de Sade, Fernando Vallejo, Gabriela Mistral, y otros, que han sabido separar la vida íntima de la vida literaria, con raras excepciones en personajes como André Gide, Pedro Lemebel o José Manuel Freidel.

Como sea, Maricones eminentes es una autobiografía rica, libre de metáforas, sin máscara, poses, ni adjetivos, que nos da un recorrido por la vida de un Jaime Manrique dentro y fuera del armario, y su relación y sobrevivencia frente a esa convulsa época llamada El Club de las cuatro haches o el síndrome del VIH que proliferó a partir de los años 80´s en Norteamérica, que se llevó no solo a escritores sino actores, políticos, y gente de a pie.  Esa «peste rosa» que hizo estragos en los bajos fondos del libertinaje cultural y sexual, y que acentuó el estigma del homosexual como principal propagador del Sida en el mundo.

Y frente a esto, hay que resaltar la osadía de Jaime Manrique de confesarse biográficamente en primera persona, y más, de cara a una sociedad como Colombia, que arrincona lo diferente, lo desigual, lo que no encaja dentro del molde heteroformado y tradicional. Realidad durísima en el país que saldó cuentas con Bernardo Arias Trujillo, Porfirio Barba Jacob, Fernando Toledo, y Gustavo Álvarez Gardeazabal, entre otros, además de atrasar la producción de la literatura homoerótica, que luego desarrollarían tímidamente escritores de la talla de Efraím Medina Reyes, Alonso Sánchez Baute, Gabriel García Márquez o Marvel Moreno.

De ahí que Maricones eminentes también se lea como un testimonio que relacione a Manrique con su casi mentor Manuel Puig, amistad convulsa y creativa, por demás; de cuenta del roce esquivo con Reinaldo Arenas y su paranoia digna de un guion estaliniano; relate una biografía breve, pero emotiva sobre Federico García Lorca, el asesino de palomas que terminó fusilado en un paredón clandestino; y que el final del libro sea tan misterioso como el comienzo, pues trata sobre un alter-ego (si podemos llamarlo así) del mismo Jaime Manrique, es decir, otro colombiano en Estados Unidos, de igual nombre y orientación sexual al escritor barranquillero, cuyo encuentro termina en tragedia y dolor para ambos.

Una linealidad narrativa, que igual a un closet abierto, llevó al crítico norteamericano Phillip Lopate a decir: «Con sensibilidad e ingenio Jaime Manrique… narra su propio viaje intelectual y emocional para llegar a ser un autor. Por medio de un recuento de sus primeros años en Colombia, presenta una visión sincera sobre lo que significa crecer en Latinoamérica como homosexual». ¿Y qué significa ser gayqueerbisissyuranista en el sur? Lo mismo que equivale en el norte: ser un outsider, un misfit, un invertido, uno más que es uno menos, una etiqueta, una desviación. Asunto, que desde el siglo V (a.c), ha causado sensación, escándalo, y violencia en la sociedad, pero también ha producido una moral subjetiva imbatible e individual que no se doblega a la ley, la terapia o la ética imperante. (Ver el caso Wilde vs el marqués de Queensberry, o Jean Genet y su lucha contra el sistema penal francés, o el intento de El abate de Choisy de no ser olvidado por Luis XIV).

En fin. Una cosa es cierta en Maricones eminentes y es, la dolorosa, pero también pedagógica travesía de un Odiseo que trata de fijar su identidad homosexual entre Estados Unidos y Colombia, entre la lectura y la escritura, entre sus escritores fetiches mayormente «maricones», y cuyos conflictos paternos, económicos, y gracias a la lucha por hacerse un nombre literario, se recogen experiencias de vida, que luego este transforma en un ménage à trois, entre él, que deja todo pudor al margen y es sincero hasta la médula con la hoja, el lector, que puede interpretar el texto desde cualquier pathos (amor, odio o indiferencia), y las memorias íntimas del narrador, que intactas, son el testimonio de una batalla por el derecho a ser quien se desea ser en medio de un mundo hostil.

Por último, Jaime Manrique es transparente cuando afirma: «Y es gracias a ellos, (a Manuel Puig que murió de Sida, a Reinaldo Arenas que se suicidó con un cóctel de pastillas y licor, y a Federico García Lorca, que nunca fue doblegado) a lo que lograron para que pudiera tener la libertad de no censurarme, que puedo decir, mientras escribo las últimas líneas de este libro, que soy un ser humano realizado. Ahora me río. Con frecuencia y con gusto».  Y si esas vidas trágicas pero geniales, y si este obra editada por Alfaguara contribuyó a liberar un alma de toda culpa, dolor o represión, aquí es donde se puede decir que Maricones eminentes constituye el testimonio más eficaz y gozoso del reino interior de Jaime Manrique, y una inspiración para «todos los maricones —y heterosexuales— que sueñan con ser hombres y mujeres capaces de enfrentar cualquier clase de molino de viento que encuentren en su camino». Salud.

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