La semana pasada me sentaba frente a la Espadaña cordobesa de unos 54 metros de altura, en constante cambios, a lo largo de su historia y de una singularidad tan variada como los bailes de los sabores en nuestro paladar durante el paso del tiempo. Y sin llegar a resonar tan alto, una única intención: asumir lo personal y colectivo. Dejar espacio y —asumir— claro, que aquí, en este campanario caben voces similares, diferentes y disidentes. Asumir lo personal y colectivo, siempre que en nuestros versos se señalen situaciones, momentos, espacios que creemos merecedores de la cadencia de nuestras palabras. Sean las que fueren.
En el día de hoy, resuenan las de Cristóbal Martínez Díaz, un saigonista de Naufragio y que ha prestado su voz a las mujeres en Grito de mujer.
CRISTÓBAL MARTÍNEZ DÍAZ
EL EMBARGO AMARGO
Este regalo estrangulado
por el lazo de la sorpresa.
Este beso robado
de la boca de la razón.
Esta verdad escrita
por la mano sin corazón.
Este día que se esconde
de vergüenza idolatrado.
Las horas son presa
de un reloj bancario.
El futuro nos rescata
de un presente por venir.
La vida se disfraza
para no ser reconocida
por si vuelve la esperanza
despedida en su día.
Nos desahucia la razón
por no saberla conservar,
donde vive el sentido común
abandonado en un desván.
Pozo de los deseos,
agujero en el espacio:
─Vísteme despacio.
En mi mano dos dedos
simbolizan el sueño
de aquel que no tiene dueño
y que nunca cede.
‹‹¡Victoria!››, gritó el poeta,
escrita a puño y letra,
si no ha llegado
para cuando llegue.
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ESPERA ESPERANZA
Confiar en la esperanza
con una sonrisa,
que jocosa evoca a la espera.
Quien espera aclama un deseo
simulando la casualidad.
El deseo, la ilusión
de un mago sin futuro.
La sonrisa,
la última palabra de una frase
inacabada,
de un cuento contado
que emula la realidad,
donde la esperanza
representa un color
enemigo del otoño.
Sobrevive en la bola de cristal,
esa que calla lo que ve
disfrazando la verdad.
Aun me sigo preguntando:
‹‹¿A qué espera la esperanza?››
Y sigue sin contestar;
así se mantiene viva
y así todo nos da.
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DEVORADOR
Crítica a una sociedad tan neurótica
que devora nuestra parte humana.
Aferrarse a la desgracia ajena
como si de carne fresca se tratase.
Hacer leña del árbol caído,
frase maltrecha de fluida utilidad;
oportunismo del cobarde.
No aceptar la verdad
del espejo en que me miro,
negar ser el dueño de ese reflejo
vestido de fantasía.
Mirarse es de valientes,
pero no verse
es el estado común
de una invisible consciencia.
La burla resulta costosa
por forzar la carcajada.
Mostrar síntomas de felicidad
casi roza la hipocresía,
siempre y cuando la emoción
resulta ser una desconocida
por no disponer de saldo previo…
Ya casi todo tiene un precio.
Este virus que nos corroe
es un virus que devora.
Un juego de azar
enumerado con esquelas,
donde la victoria viste de negro
y recibe una ovación
por nuestra ceguera.
Pedimos ser protagonistas
de un guion que nos brinda
la ignorancia…
El espectáculo está servido;
esta carne fresca
que deambula en el día a día
está siendo devorada
por un tiempo olvidado
que pide a gritos ser vivido.
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CRISTÓBAL MARTÍNEZ DÍAZ
Residente en Lucena, procedente de Granada y nacido en Asturias (1970). Miembro y colaborador activo de la asociación literaria NAUFRAGIO con sede en Lucena y Cabra, a la cual pertenece desde el año 2013.
Ha participado en una gran diversidad de eventos poéticos, de los cuales podemos destacar algunos como: Cosmopoética (Córdoba 2014) y Grito de Mujer (Lucena 2018 y 2020 en Montilla). Algunos de sus trabajos aparecen publicados en antologías poéticas y revistas literarias. Acaba de publicar su primer poemario con la editorial Círculo Rojo titulado: A cuento de qué.
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BASES