“De una u otra forma, con hadas o sin ellas, con problemática social o existencial, cuento de hadas o maravilloso, la fantasía es un reflejo de la vida del hombre, de sus necesidades, angustias y anhelos”.
(Sylvia Puentes de Oneyard).
La Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil continúa su celebración de nuestro pionero de la LIJ, en éste, el Año del Poeta de los Niños.
Esta vez, nos adentramos en aquella narrativa donde Alfaro nos invita a conocer árboles que cobran vida gracias a pájaros de fuego; sapos y quirquinchos que se sacrifican para convertirse en astros e instrumentos; un novio valiente que se enfrentan a una víbora enorme el día de su boda, y mariposas que pagan cruelmente el haber despreciado a una compañera.
Siempre del lado de la justicia y en contra de la vanidad, estos cuentos, como señalaremos más adelante, podrán herir las sensibilidades de los adultos, pero siembran en los niños el sentido de la justicia, de manera escrupulosamente acorde al cuento maravilloso.
¿Qué define al cuento maravilloso como tal?
¿Es la presencia de las hadas y seres sobrenaturales? En ese caso, este tipo de personajes aparecen muy poco en la narrativa de Alfaro. En el cuento “La caja de fósforos” re-escritura de “La vendedora de fósforos”, de Hans Cristian Andersen, el final es muy distinto: La niña enciende fósforos y encuentra duendes en sus cabecitas; cuando le van a conceder un deseo, ruega a los duendes por infinidad de vestidos y zapatos, y ellos, pensando que su reclamo se ha tornado avaricioso, quieren castigarla.
Sin embargo, la última cabecita de fósforo se enciende y el duende puede escuchar la razón del pedido. No son para ella, estos montones de vestidos y zapatos: son para todas las niñas del barrio, de la ciudad, que andan en harapos. Los duendes deciden rectificar su error, pero no hay magia en el mundo que alcance ante tanto desamparo. El duende decide entonces continuar con la tarea día a día, y llegar a los varoncitos también. Es por eso que todo niño, por pobre que sea, algún día recibirá un traje y un par de zapatitos relucientes[1].
Sylvia Puentes de Oyenard nos dice, en su artículo “La fantástica realidad de la fantasía”, que definir al cuento maravilloso puede pasar por definir su plausibilidad. Si los sucesos pueden explicarse casi sin magia, desde un terreno donde todo es casi posible, y que nos ilumina aspectos de la vida que podrían haber quedado de lado, con animales que hablan y elementos extraños insertos en la cotidianidad, este tipo de cuentos pueden definirse como maravillosos.
Ahí radica la fortaleza de la narrativa de Alfaro, un solo elemento mágico puede bastar para transportarnos a un mundo distinto, donde todo es posible: En “El pájaro de fuego” (con la ilustración icónica de Roser Puig), es un pájaro de vivo color rojo quien espanta a propios y extraños. Es tal su color, que cuando se para a beber agua parece una llamarada posada sobre la superficie. Al posarse sobre un ceibo, decide disfrazarse de flor, y para ello, se perfuma frotándose contra los pétalos de flores silvestres… cuando empieza comer mariposas, las avispas deciden castigarlo… pero el viejo tronco de ceibo ha creído que este pájaro era una flor suya, y, contento, ha vuelto a vivir y derramar flores coloradas como su salvador.
En “El sapo que quería ser estrella” el sapo come luciérnagas, que son quienes lo iluminan por dentro y lo elevan por los aires. Tal es su contento, que el sapo se pone a cantar, su vanidad le hace perder el cuidado, y con su canto su brillo interior se irá escapando… hasta que el sapo, vuelto en sapo otra vez, caiga estrepitosamente desde su altura prestada.
En “El traje encantado”, el hijo caprichoso del rey quiere quitarle el traje al mago, y lo amenaza cruelmente con hacerse un forro con su propia piel si no se cumple su deseo. El mago logra escapar, pero deja una maldición en su traje: éste aprieta y sofoca al niño y, cuando ya casi está por acabar con él, el rey le ruega su liberación. El mago lo detiene, pero solamente podrá quitárselo si el rey ordena que se remedien todos los males que el príncipe hizo. Sólo podrá irse abriendo con cada obra buena que se realice[2].
¿Debe un niño ser torturado para aprender a hacer el bien? ¿Merecen, las hermosas mariposas en “El reino de las mariposas” ser clavadas vivas por el príncipe en su insectario, como castigo a su vanidad?
El castigo de los poderosos, la lucha encarnizada y feroz por salvar la vida de un sapito que logra abrir un hueco en el vientre de la víbora en “El templo submarino”, la muerte por amor a su arte del niño que pinta con su propia sangre en “El niño pintor”, sorprenden por su descripción y fuerza. En ellos, la sangre salpica y la violencia está presente.
¿Son apropiados estos cuentos terribles para los niños de hoy?
Conclusiones
Marina Colasanti nos dice, en “Tres veces traicionados, los cuentos de hadas conservan su poder”, que a veces se corre el riesgo, al borrar la sangre visible de los cuentos de hadas o maravillosos, de secar la sangre invisible que los alimenta. También nos dice que los cuentos maravillosos pueden partir de temas similares y ser reescritos y apropiados por cada país.
“La existencia de esta multiplicidad de versiones y cruces de cuentos de hadas no disminuye en lo más mínimo la creatividad de sus grandes autores, de tiempos y geografías tan diferentes. Por el contrario, reafirma un principio fundador de los cuentos maravillosos, según el cual no existe una única historia de un único autor, sino que cada historia da origen a otras historias, en la formación de una red interconectada y simbólica, con un fondo mítico, cuya fuente se confunde con el surgimiento de aquello que llamamos humanidad” (Marina Colasanti).
En este sentido, Oscar Alfaro toma elementos de la LIJ universal y los hace suyos.
Observador fiel de una época muy dura para los niños y niñas de Bolivia, su voz se alza en alto denunciando permanentemente los abusos de los poderosos, el peligro del orgullo y la vanidad, el escarmiento constante al que fueron sometidos los humildes.
Sin embargo, tiene también cuentos en los que la solidaridad se hace presente como en “El zapatero y los ratones”, donde unos ratoncitos traen de vuelta a la casa del humilde zapatero los zapatos robados, o “El cuento del hilo de agua” donde un hilo va uniéndose a otros, hasta convertirse en un rumoroso arroyo cuya fuerza le permite llegar al mar.
Sin duda, los elementos y recursos que usa son testigos de su tiempo, y pueden chocar o herir nuestra sensibilidad del siglo XXI. Muy pocas veces en ellos parecen heroínas, y muchas veces las denuncias cobran un tinte ejemplarizante. Su fuerza está en su lenguaje, sencillo y evocador. A cien años de su nacimiento, sabemos que la fuerza que los alimenta viene de nuestro subconsciente universal, de aquella fuente de donde provienen todos los cuentos maravillosos del mundo.
[1] Cuentos para niños de Oscar Alfaro. Librería Editorial Popular, 1986, la Paz, Bolivia.
[2] El sapo que quería ser estrella. Editorial Plus Ulltra, 1987. Buenos Aires, Argentina.