Tinta joven: Melissa del mar, La espiral marina


Poder identificar que la poesía en su juego con los límites del lenguaje oculta simbolismos que se descifran en cada lectura es fundamental, de este modo, no sólo nuestra sensibilidad se desarrolla de otras formas más libres que la realidad violenta y decadente no nos puede brindar, sino también nos brinda la posibilidad de romper los esquemas simbólicos que a nivel discursivo, las instituciones nos han enseñado que no deben ser modificados, pues caeríamos en el pecado, la blasfemia o el delito. 

Castigándonos y enraizando el miedo es que nos han adiestrado a reaccionar de ciertas maneras ante los arquetipos del amor, la mujer, la bruja, la princesa, la malvada o la virgen; marcas que se han reproducido a través de nuestra cultura y que la historia sólo reafirma. Sin embargo, ante este panorama, la poesía tiene la capacidad de resignificar esos arquetipos o de fortalecerlos al igual que los monumentos.

La poesía monumental (como la nombraré en este texto) es la escala temática y estilística del canon poético. Es monumental porque se presenta al mundo como estática, digna de ser modelo de inspiración para generaciones siguientes, además de mostrarse como el paradigma dentro de la poesía, cambiando su curso para siempre. Esta poesía canónica suele fortalecer la impronta patriarcal, convirtiendo en monumentos dignos de respeto los arquetipos que han lacerado a las mujeres desde siglos atrás. No obstante, como mencioné líneas arriba, desde la misma poesía se pueden modificar y reinventar para mostrarnos nuevos horizontes de significado, y así desautomatizar la percepción de nuestras experiencias en el mundo.

Por tal, es importante reconocer otros tipos de plumas poéticas que no continúen alimentando las creencias del sentido común sobre el amor, sobre las relaciones familiares, sobre ser mamá o elegir no serlo, sobre la feminidad, etc. Porque este pensamiento común, es decir, el respeto y cuidado a los monumentos patriarcas, nos ha encaminado a estar paradas sobre cadáveres femeninos.

En este sentido, me complace presentarles a la poeta Melissa del Mar, dado que en sus versos reconoce aquellos símbolos que han generado culpa a las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, una culpa judeocristiana que en gran medida nos ha coartado la rabia, la dignidad, la libertad de elegir desde todos los nombres femeninos que somos, desde todo nuestro linaje, pero que, al reconocer esta llaga, la poeta del mar la transforma para tomar el poder que se nos ha arrebatado a costa de nuestra sangre.

Nos dice Del mar:

Del mito que es pecado original,
mi vientre como ofensa ha sido señalado, 
pero hoy en el celaje que de mi brote 
germinó, entiendo que 

mi herencia es más que carne,
y, para saberme mañana, 
devenir aliento. 

La culpa que ha marcado a nuestras ancestras, pero mediante la poesía de Melissa, así como de muchas otras mujeres escritoras, están revirtiéndolo, quemándolo, reescribiendo nuestra historia y así, nuestro porvenir.  Del mar ya nos lo advierte:

me doy vida a mí misma

aquí inicia el territorio de mi historia, / que esta vez cuento sin culpa, / que ahora escribo sin pecado. 

No más objeto inerte, sino recordar con la palabra quiénes somos: mujeres con gran poder, con capacidad de elección.  He aquí una afirmación que también nos enseña la poeta, en la cual también me reconozco y siento en lo más profundo de mi circunstancia de vida:

Decido que soy más que llanto y silencio

Otra observación que quisiera agregar es que, las palabras que nos brinda la poeta del mar nos envuelven en un tono suave, pero no por eso es una voz que languidece, sino una voz que crea una atmósfera de revelación sagrada y femenina, poderosa. La gran señora blanca de la poesía, la múltiple, cambiante como la luna, nos regala una epifanía cuando nos reconocemos en ella, y en ella a todas nosotras. Esa es la vereda que nos invita a caminar Melissa con sus poemas: el hallazgo del poder del mar (y a su vez lunar), la epifanía sin dolor ni culpa, la manifestación de la vida plena en la experiencia de ser mujer con toda y la peligrosa diversidad que eso podría significar, para aquellos que están acostumbrados a la eterna belleza idealizada de las poéticas monumentales, a pesar de que estas se encuentren encima de nuestras muertas.

Deseo terminar con unas palabras que recientemente declaró Melissa para Chic Magazine en marzo de este año 2021:

Para mí, la poesía es la posibilidad de entender el contexto en el que vivo y proponer otro mundo habitable. Es también la oportunidad de explorarme, entenderme y de construirme”.

Del mar, Melissa, 2021

El mundo habitable significa para nosotras, la creación de redes de apoyo que entre mujeres hemos y estamos construyendo desde nuestras trincheras. La poesía, sin duda, es uno de esos frentes de lucha.

A continuación, les comparto tres poemas de Melissa del Mar: Génesis, El cuerpo de Cristo y Resurrección. Agradezco de antemano la confianza y colaboración de Melissa para continuar con este proyecto.

Génesis

Una voz me dijo al oído, cuando nací en silencio de la entraña de la tierra:

“todos los males del mundo se harán en tu nombre”

¿En mi nombre verdadero?

Así, nací con culpa, entre tinieblas y abismos,

sin saber por qué cubrir el cuerpo y callar el duelo.

Del mito que es pecado original,
mi vientre como ofensa ha sido señalado,
pero hoy en el celaje que de mi brote germinó, entiendo que

mi herencia es más que carne,
y, para saberme mañana,

devenir aliento.

Cada lamento
regresa siempre a mi nombre,
todas las marcas sangran mi rostro,
porque construyeron nuestra existencia,
a partir de una lágrima que nunca fuimos.

De mi bulbo ha crecido el polvo, el llanto, la herida.

Sí, de mi grieta escaparon langostas,
pero lo que nos plaga no es mi cuerpo,
sino el verbo que busca separar al agua,
cuando somos una gota,
en la huella que nos hermana.

De

(r)

ramada en mí,

basta con la lluvia para llenar la hendidura.

Es verdad, me perdí en una cueva que lejana

nunca fue mi hogar,

pero, ahora,

me sé la cierva que buscando agua,

encontró en la palabra

su reflejo.

Decido que soy más que llanto y silencio,

silvestre,

como ellas,

hierbas que

curanderas

escriben en conjuros de lengua libre

lo que habrán de saber

las que habitan este monte

donde también florecen laureles.

Fluyo en mí, como ya todos los mares lo han hecho

y me hundo en la llaga para ahogarme

hasta volver a existir.

Me parió la palabra que me invoca,

en donde

crezco brote en el yermo, la tierra prometida,

el Edén que siempre hemos sido,

sin necesitar ser aradas.

Y si como a otras me llevan,

busca en la palabra.

Sabrás encontrarnos a raudales

entre el rosal y el tronco,

anunciadas en zarzas ardientes.

Donde montañas de gris tizne veas

sabrás que estamos sepultadas siendo también caverna,

que se levante sobre el suelo para gestar tu pascua.

En nuestra resurrección

dirás mi nombre,

el que solo tú conoces,

y todos los nombres que soy.

Al pronunciar con el verso que nos invoca,

te será susurrado

lo que ya sabías:

Que en nosotras

arden todos los Mares,

que no soy, ni fui pecado.

Que no nací de un fragmento,

no me yergo mitad, ni gracias a un huesocostilla

soy.

Entonces,

nos verás desdoblar heridas en la luz menguante,

urdir el corte en cicatriz,

correr la memoria trazada,

aullar nuestro nombre, danzar libres del estigma que una roca profesó

y aprender a hacer lo que siempre nos fue negado:

Habitarnos.

El cuerpo de Cristo

Entre el trigal alguien en silencio espiaba.

Éramos
Jesús
y todas, volviéndonos a conocer.

Él sabía ya de nuestros otros nombres y muerto cada herida.

Multiplicó los panes y con el agua del Mar
añejó un río que vino a saciar la sed que, en los eriales del mediodía de nuestras vidas,
se cosechaba.

El calor era suficiente para saberlo cerca.

Somos sus hijas,
sus hermanas
y aquí estamos siendo también ruta

de sus venas que nos enraízan al suelo
cuna fértil,
de nuestro estar-siendo una,
esta tarde, de todos los fuegos.

Contamos tus vidas,
fuiste yo y serás todas, cuando amanezca.

Tú,
Jesús,
ya nos conocías, te hemos invocado noches
y ofrendado desde la cosecha primera.

En los conventos de la memoria te llamamos orando,
en ti todo lo vemos.

Creemos en tu palabra,
que no se puede escuchar y con vehemencia
leemos los escritos que, como huellas,
dejaste mientras pasabas descalzo
sobre semillas de mostaza, tus senderos.

Hablarán de nosotras mañana,
somos las que habrán de ser.

Porque tu padre, que es también el nuestro
compuso todos los alientos que perderías,

y en cada uno de ellos
estamos.

Escúchanos padre,
cuando te decimos:

en nosotras se originará la nueva vida y así, el páramo termina.

Porque, no lo niegues,
somos la llama que vela a la noche seca,
y llenamos como árboles que por hojas la tarde,

de arreboles pájaros

Cristo,

no tengas piedad de nosotras,
ten respeto y haz que tus hijos también lo tengan,
que cuando los tigres que nos acechan se acerquen,
y nos dejes acrisoladas
como a las vírgenes que en la cúpula te acompañan,
les digas que
no nos maten por haber sido mujer.

Porque si la hoja caduca de tu álamo predica una palabra

y el envés otra,

¿cómo esperas,

Cristo,
que siga creyendo, que vivas nos quieres?
Voraz apetito,
siempre fuiste fruto miséricorde,

Jesús,
líbranos de todos los males de saber a las fauces cerca

Jesús,
que tus ojos vean en nosotras a la palma sedienta de vida,
que espera de la arena tu regreso
y que tu vigilia traiga consigo a todas las que se llevaron,

porque ni el desierto

ni el Mar

son suficientes para sepultarnos a todas.

Pedimos a la muerte que nos lleve
al lado derecho desde donde no nos ves,
para recordarte cuando nos visitaste en la siega
despojándonos de todo hábito.

La resurrección de nuestro verso,
será la salvación de las almas
y así con nosotras, el reino no tendrá fin.

Despertamos,
la llama sigue prendida.

Volvemos a soñar
con el versículo sagrado de nuestra palabra,
con todos los fuegos,
que, en el celaje,

que solo nosotras podemos ver,

rojos se vivirán
hasta tenerlas
a todas
de vuelta.

Resurrección

A la mañana la despierta un cordero
que enreda sus ojos en las hebras de mis sábanas.
Me susurra credos que soñaba olvidados, su balar señala el porvenir.

Salgo de la casa que habito
y en mi jardín encuentro
una puerta que cruzo sin detenerme a abrirla, el cordero me acompaña.

Podo el desierto que recuerdo
y siento de cerca un Mar.

Miro al centro de su abismo
veo pasar a una mujer,
en sus brazos mece
a la niña que es ella misma.

Me llama por un nombre
en el que me reconozco,
en donde ella también lo hace;
somos en el aliento.

Y entre el yermo y el centeno,
yo también gesto en mi vientre,
broto, me doy vida a mí misma,
crezco espora, fluyo limbo
cruzando el sendero para llegar a la que soy,
a la yo que ha de nacer de nuevo,

soy mi propio hito,

aquí inicia el territorio de mi historia,
que esta vez cuento sin culpa,
que ahora escribo sin pecado.

Melissa del Mar. Estudia comunicación y medios digitales en el Tecnológico de Monterrey. Cuenta con el diplomado en Literaturas Mexicanas en Lenguas Indígenas (2019), por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. Es ganadora del Premio Mujer Tec (2021), en la categoría de Arte y Gestión Cultural otorgado por el Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana del Tecnológico de Monterrey. Es parte de la primera generación de la Estancia Literaria “Material de los Sueños” en las Islas Marías.

Ha sido publicada en espacios digitales e impresos como Periódico de Poesía, Buenos Aires Poetry, New York Poetry Review, Círculo de Poesía, CONECTA, Reforma, El Universal, Milenio, MásCultura de Librerías Gandhi, Poesía de Morras entre otros. Ha dado conferencias en TEDx, Feria Internacional del Libro del Zócalo de la Ciudad de México, Festival Mesoamericano de Poesía, Encuentro Nacional de Mujeres Poetas Jóvenes, 22nd Convention of The Media Ecology Association, entre otros. Forma parte de la antología Novísimas. Reunión de   poetas mexicanas (1989-1999). Su trabajo poético se ha presentado en México, Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Haití, Italia, España, Estados Unidos, Pakistán, Perú y Uzbekistán. Ha sido traducida al inglés y al uzbeko.

1 comentario

  1. Brillante entrada con una narrativa amable; pero a su vez profunda y poderosa derribando no solo mitos anacrónicos nacidos de mentes aviesas, sino asimismo empoderando a cada mujer dándole el centro del Universo. En una sociedad enferma y machista con una doble moral; esta oda es una bocanada de aire puro para la vida nuestra de cada día. Bienvenida Melissa del Mar y muchos éxitos en todo lo que te propongas. Un cálido saludo.

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