…y todo esfuerzo del hombre afectado de tristeza se encamina a apartar esa tristeza.
Spinoza
En su famosa Carta a Meneceo, Epicuro afirma: “Así, el más terrorífico de los males, la muerte, no es nada en relación a nosotros, porque, cuando nosotros somos, la muerte no está presente, y cuando la muerte está presente, nosotros no somos más”. Este paradójico desfase signa el carácter fantasmático de la muerte. Por esta cornisa camina la trama de Los años tristes de Kawabata, delicada novela de Miguel Sardegna. Lo sabemos desde el principio. El epígrafe de Michel Houellebecq nos lo advierte: “Solo la literatura permite entrar en contacto con el espíritu de un muerto”.
Si morir, o hablar con un muerto, es una experiencia imposible ¿qué hacer entonces? Quizás sólo nos sea lícito tener acceso a una experiencia indirecta o diferida de la muerte o de los muertos. Se puede ver morir (como ese nieto a ese abuelo ciego en Diario de mi decimosexto aniversario). Es algo a lo que de hecho estamos acostumbrados. La flor que se arruga en el florero. El leño que se deshace avivando el fuego como en aquel haiku de Issa:
Fuego de carbón de leña–
nuestros años pasan
de la misma manera.
Y allí es donde aparece, como un médium, la literatura. ¿Para salvar(nos)?
Porque Los años tristes de Kawabata es una novela fantasmática de principio a fin, posee un núcleo de misterio al que sólo podemos aproximarnos, que sólo podemos presentir. [Ese corazón que no es pero no obstante se abre en la revelación florida de Alejandra]. ¿Qué otra cosa hace Facundo Fuentes, el protagonista de esta historia, sino aproximarse y explorar un misterio que, a fuerza de rondarlo, se ha vuelto demasiado familiar? Una decisión. Una carta. Una tarde naranja. Una distancia abierta como una herida mnémica. Puntas de un ovillo que vamos empequeñeciendo con el correr de las páginas.
Entre la promesa y el perdón, dos muertes tensan la trama de un verdadero viaje a lo desconocido. Viaje que parte de Buenos Aires y hace escala en Kioto, Japón.

Con una caligrafía redondísima, Sardegna nos pasea por paisajes e inquietudes existenciales con un entusiasmo prudente que otorga un peso específico a cada página, a cada capítulo, a cada detalle (desde un botón hasta las pinceladas de un dedo). Pero Los años tristes de Kawabata es también, como su título lo indica, un repaso biográfico de los aspectos más duros del malhadado decurso del escritor nipón:
Su infancia estuvo signada por la peor soledad. Su vida se inicia con una presencia de muerte. Así la calificó él: presencia de muerte. Fíjense qué curiosa esa elección de palabras, insistí. Si la muerte es vacío y ausencia, Kawabata elige hablar de una figura, de una entidad corpórea. De una presencia.
Progresando en paralelo, enredando tiempos y geografías, Facundo y Kawabata se fueron y se van transformando en “expertos en funerales” al mejor estilo “Conducta en los velorios”, de Cortázar (Historia de cronopios y de famas). Ya que no adolece de jugadas estratégicas (de allí el siempre posible error de cálculos), tal vez no sea del todo descabellado imaginar que leer esta novela podría ser como jugar una partida de ajedrez hacia atrás: se parte de un jaque mate, luego las piezas se van desconcentrando hasta tratar de explicar cada uno de los movimientos que ha precipitado el fatídico desenlace.
En una cuidada encarnación a cargo de Odelia Editora, el espíritu que anima esta preciosa novela sólo podrá ser invocado a través de sucesivas lecturas.
Facundo-Kawabata, un hombre afectado de tristeza luchando denodadamente para apartarla. ¿De eso se trata la belleza japonesa?

Miguel Sardegna nació en Buenos Aires en 1978. Es abogado y doctor en Derecho. Publicó dos libros de cuentos: Horario de oficina (2015) y Hojas que caen sobre otras hojas (2017). Dirige la colección de literatura japonesa de la editorial También el caracol. Hojas que caen sobre otras hojas obtuvo el Primer Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires en la categoría libro de cuento inédito, bienio 2010-2011.
Los años tristes de Kawabata obtuvo la Primera Mención en el Premio Clarín de Novela 2016, con un jurado integrado por Juan José Millás, Sylvia Iparraguirre y Leonardo Padura.
Posee un canal de YouTube dedicado a la difusión de la literatura japonesa, china y coreana.