Título: Confesiones inconfesas.
Autora: Claude Cahun.
Traducción: Cristian Crusat.
Editorial: Wunderkammer.
Claude Cahun, en sus años-carnaval, dedica horas a disfrazarse el alma ante la cámara, creando máscaras tan perfectas que engañen a su propia consciencia. No todas son bellas, sino que prefiere las que enseñan una fealdad que provoca la sonrisa. Mas ante el espejo, se frota el rostro con el afán de limpiarlo de espejismos, quisiera desollarlo, dejarlo en carne viva, para que no tenga forma humana.
No es que quiera escapar de sus misma, sino que desea trascender los límites de su cuerpo y proyectar ilusiones propias. Por tanto, no entiende la muerte de Narciso, cómo fue capaz de engañarse por una imagen. Claude Cahun supo despertar de la gran ilusión común para darse cuenta de la luz que emanaba de sí misma. Así pudo crear su propia estrella. Ella supo mirar desde el reflejo del agua hacia su propio rostro, superando a Narciso. Una vez realizado este prodigio, adquirió la maestría de proyectar su propio universo.
La mayoría de seres siguen atrapados en fantasías que les destruyen, eso que ellos llaman lo verdadero. Cahun era uno de esos. Le costó treinta y tres años de su vida el dejar de querer con pasión ciega que las cosas fueran distintas a como son. Al fin comprendió que no debía ni podía transformar nada más que a sí mismo. Esta enseñanza la tenía que ilustrar a través del juego planteado en sus fotografías. Su obra nos debería despertar del gran sueño.