Fue María Rosa Gálvez de Cabrera mujer de vida singular y sin duda poco ortodoxa para la época en la que se obstinó en ser dramaturga. Nacida a finales del año 1768, no tuvo una vida muy larga, ya que falleció en 1806 a la edad de treinta y ocho años, dejando, eso sí, una lista asombrosa —por el número y la variedad— de obras dramáticas, que no iguala ninguna otra autora de su tiempo. Mujer sola en una España que pretendía a toda costa salvaguardar la institución matrimonial, tanto por la vía ilustrada como por la religiosa, prolífica en su escritura y deseosa a toda costa de ganar sustento y fama con su pluma, María Rosa Gálvez brilla con unas cualidades que la hacen destacar notablemente por encima de las colegas de su género y que la vuelven sospechosa a los ojos de la crítica. Como autora de teatro original, resulta sorprendente su versatilidad a la hora de participar en diferentes géneros.
La comedia de María Rosa Gálvez, La familia a la moda, permaneció inédita hasta la fecha reciente de 1995, en la que se reproduce el texto manuscrito de la obra que utilizó para el estreno de abril de 1805 el apuntador José Maqueda. La obra rechaza la falta de verosimilitud en la acción, los convencionalismos y el desorden, siguiendo Las reformas:
Separación de géneros para evitar confusión.
- Sometimiento a la regla clásica de las tres unidades: una sola acción que se desarrolla en un solo lugar y en un tiempo máximo de 24 horas.
- Finalidad didáctica a través del empleo de temas útiles para la sociedad con un planteamiento de enseñanza práctica.
- Planteamiento verosímil, acorde o parecido con la realidad.
- Estructuración de las obras en tres actos.
En cuando al argumento, vemos que la obra es una crítica de las costumbres de la época, al petimetrismo implantado y a las modas absurdas. Aboga en cada una de las líneas por la recuperación de la cordura, aconsejando dejar de lado el aparentar para agasajar a los demás, a vivir por encima de las posibilidades y a compararse o aprender costumbres malsanas venidas del extranjero. En definitiva, es una defensa de la cordura, de la dignidad, de las costumbres tradicionales, del comportamiento adecuado acorde al estatus social de cada uno, es decir, de una mente en un cuerpo sano sin aderezos secundarios y sobrantes.
En La familia a la moda se nos presenta a una familia a la moda como el mismo título indica, una familia desordenada y arruinada, cuya única salvación es una inyección económica urgente. Los pilares de la familia, don Canuto y madama de Pimpleas, has malgastado sus respectivas fortunas, uno en juegos del azar y la otra en las fastuosas galas. Aunque tengan dos hijos, ninguno se preocupa por su educación ni su futuro, ya que a una la tienen encerrada en un monasterio y al otro le permiten que descuide sus clases formativas. En su ayuda acude una tía rica, viuda de un presidente y montañesa orgullosa, que ha de dotar en un principio a su sobrino al que nunca le ha visto. Doña Gertrudis al llegar y ver a la locura y a la desidia a la que han llegado su hermano y su cuñada, tanto en lo relativo a sus cuentas como en su decencia y honra, se alza como una voz de la razón pura y a base de la astucia e inteligentes estrategias, logra poner fin a los desmanes sucedidos. Asimismo, hace que los usureros, los pedantes y los aprovechados en conjunto salgan en desbandada, como es el caso del señor marqués de Altopunto y de Trapachino.
Con lo referente a los personajes, nos encontramos con varios tipos, los personajes afrancesados, es decir, los que siguen a las modas absurdas y desprecian las buenas costumbres como son: “el cabeza de familia”, don Canuto de Pimpleas, que debe más de lo que tiene porque ha gastado toda su fortuna en el juego, apostando y perdiendo siempre solo para ser apreciado en los círculos sociales de altos vuelos. Siente un profundo desinterés por lo que sucede en su hogar y delega su papel en su esposa, careciendo así completamente de voz y voto en cuanto en su casa ocurre. Su esposa, la madama Pimpleas, de gustos caros y seguidora fiel de la moda francesa, está totalmente desinhibida, cuenta con varios pretendientes y sin ningún pudor muestra su inclinación hacia otros hombres. Así, no quiere que su hija, doña Inés y don Carlos se casen, ya que le quiere para ella sola. Ella es una mujer arrogante, egoísta y maleducada que gasta su tiempo y su fortuna en el libertinaje y solo ama a uno de sus hijos, al que más se le parece en la conducta vil, Faustino; mientras que a doña Inés la maltrata y la obliga a permanecer encerrada en un convento. Faustino es el hijo varón, el elegido de su madre y al que se pretende que la tía Gertrudis le deje su inmensa fortuna. En un muchacho sin educación, petimetre como el que más y de comportamientos tan bastos que nada hace pensar en una educación esmerada. El consejero de su casa por antonomasia es el marqués de Altopunto, al que veneran en grado sumo, ya que al marido le proporciona las noticias más secretas y a su mujer la introdujo en las más selectas fiestas. El marqués es otro petimetre, que estando arruinado utiliza su nobleza para engatusar a los incautos. Su único deseo es concertar un matrimonio que le salve de la ruina y pague sus deudas, pero cuando no consigue lo que quiere, descubre sus intensiones sin pudor y se va, eso sí, comentando con desprecio la simpleza de aquellos a los que les había prodigado su amistad. Trapachino, es el profesor de música de Faustino, uno más que vive por encima de sus posibilidades, que debe y al que le deben mucho. Es un aprovechado que no duda en conquistar a una señora mayor para asegurarse su fortuna. Entre los petimetres podemos mencionar a la sirvienta, que siguiendo el ejemplo de su ama, se viste y se comporta como una señora más. En el siguiente grupo de personajes están doña Guiomar, don Fecundo, don Carlos y doña Inés. Son los que claramente razonan y se muestran firmes al condenar la actitud de los anteriores. Doña Guiomar, la única que puede salvar de la ruina y del bochorno a la familia de su hermano, llega desde las montañas para hacer el testamento, pero antes quiere cerciorarse de lo que les ha llevado hasta ese punto. Don Fecundo es el abogado de la familia al que no solo le deben dinero, sino además no desean cumplir su palabra dada sobre el casamiento de sus respectivos hijos. Junto con doña Guiomar es la voz de la razón.
La obra es una muestra de lo que provoca la sinrazón en la vida y la dejadez de las costumbres honrosas y buenas. Se nos presenta una familia desarraigada, una de tantas que abundaba en la época, que no se preocupaban ni de sus hijos ni de sus propias vidas abocadas a la ruina. El desinterés con que tratan sus asuntos provoca que su futuro se tuerza. Precisamente para evitar esos desmanes es para lo que se ha compuesto esta obra teatral, para servir de un fiel retrato y de escarmiento a todos los que lleven una existencia similar.
Bibliografía:
- ESTABLIER, HELENA. El teatro trágico de María Rosa Gálvez de Cabrera en el tránsito de la Ilustración al Romanticismo: una utopía femenina y feminista. Universidad de Alicante.
- CORREA GALLARDO, JUAN. El teatro del Neoclasicismo.