Aratare: ciencia y guerra

Las ciencias aplicadas no existen, solo las aplicaciones de la ciencia.

Louis Pasteur


La plataforma Netflix, con su servicio de streaming online, tiene una gran oferta en contenidos que ha dejado más que satisfecho a los millones de suscriptores. La originalidad de series como House of Cards y Orange is the New Black, ahora empieza a verse en películas singulares como Beasts of no nation¿What Happened, Miss Simone? y Winter on Fire: Ukraine’s Fight for Freedom que, a propósito, algunas fueron nominadas y premiadas en diferentes certámenes, logrando premios importantes.

Una de sus innovaciones del 2016, fue sin duda, una producción mitad ciencia ficción, mitad género bélico, titulada Spectral, que se lanzó al público el 9 de diciembre, dirigida por Nic Mathieu y protagonizada por actores conocidos como Emily Mortimer o Bruce Greenwood y otros desconocidos pero con un talento genial como, James Badge Dale, Max Martini y Cory Hardrict.

Esta producción originalmente iba a ser lanzada por Universal Pictures, pero se desconoce si por filtros de contenido o por falta de negociación con la casa californiana, terminó estrenándose en Netflix dos años después con tal éxito, que el portal de crítica estadounidense Rotten Tomatoes marcó 80% de aprobación en su “tomatometer”, y el público realizó el 51% de comentarios positivos.

Y es que esta película de ciencia ficción promete más allá de su portada. Su temática se asemeja mucho a videojuegos como Project Zero, Silent Hill, F.E.A.Ro Ghost Recon: Future Soldier, donde un grupo de fuerzas especiales es enviado a Europa del Este, exactamente a Moldavia, país ubicado entre Rumania y Ucrania, a defender a una nación independiente y desestabilizada democráticamente, que enfrenta una resistencia armada entre insurgentes y civiles.

En su misión de “Pax Americana” se encuentran con aparentes soldados invisibles de aspecto fantasmagórico que están propinando bajas significativas al grupo de asalto Delta. Situación que preocupa al Pentágono, quien se interroga, si acaso el enemigo está usando alguna especie de tecnología invisible creando soldados letales con camuflaje activo. ¿Se acuerda de los Muertos del sagrario en el Señor de los Anillos de J. R. Tolkien?, pues en cierta manera hay una similitud con Spectral, solo que acá los soldados invisibles no son medievales, sino, aparentemente personas transformadas en un experimento bélico.

Así la trama, un contratista del Pentágono, Mark Clyne, es enviado desde Washington D.C. a Moldavia para ayudar a identificar este tipo de tecnología, pero lo que este descubre marcará un antes y un después sobre la función de la ciencia, la crueldad de la guerra y la manera de cómo la humanidad usa armas de destrucción sin ningún límite. Algo que ya registra la historia con Hiroshima y Nagasaki, como antecedentes del mismo calibre, solo que en esta producción no hay bombas incendiarias, sino fantasmas manejados por la ciencia para convertirse en armas de guerra.   

Podría afirmar que este trabajo, cuyos efectos especiales estuvieron a cargo de Legendary Pictures, contiene un tinte de películas de terror asiática y ficción bélica sacada de la serie japonesa Ghost in the Shell (ver: el Rottweiler mecánico).  Así las cosas, la trama de soldados contra fantasmas no es nueva, pero este trabajo es interesante ya que pone en debate la relación entre ciencia y guerra, ese dilema ético planteado desde la visión de científicos como Einstein, Oppenheimer, Bohr y otros, sobre si colaborar con los aliados suponía convertir sus descubrimientos pasivos, en armas de destrucción masiva.  Es sabido que genios y académicos de renombre colaboraron con la fabricación de armas de destrucción masiva en la I y II Guerra Mundial, fuesen estas tecnológicas biológicas o bélicas (ver: Wernher von Braun, Max Planck, Johannes Stark, o el premio nobel Fritz Haber y otros).

La ciencia, al servicio de cualquier gobierno, se vuelve un “saber bélico” destructivo que supone un peligro para la humanidad.  Igual que en el fin inesperado de esta película «Spectral«, donde la guerra no conoce de ética ni de límites para destruir al otro. (Sé que algunos odian el spoiler, pero acá les va) Mark Clyne, el ingeniero norteamericano entra a una recamara subterránea de Masarov, la planta de energía nuclear de la ciudad, y encuentra que los científicos de Moldavia, asesorados por ingenieros moleculares, estaban recreando cuerpos con ingeniería derivada del condensador de Bose-Einstein, y de ahí la creación de los soldados fantasmas que resisten a los soldados norteamericanos.

La ciencia, como propuso Jürgen Habermas, es una ideología. Es un saber técnico instrumental, que existe para descubrir leyes, principios, invenciones útiles para la humanidad, no para destruir el mismo universo que investiga.  Así en nuestro tiempo, el colisionador de hadrones (La máquina de Dios) es lo más cercano a jugar a la ciencia, pues en la persistente búsqueda del Bosón de Higgs, puede esta, sin llegar a la paranoia, lograr abrir un agujero negro en la tierra y sumir esta en un caos; o por qué no pensar en otro campo científico como la genética, donde la secuenciación del ADN del Craig Venter Institute puede recrear vida artificial sin ninguna conciencia, o un virus patentado que pueda acabar con el mundo entero.

Todo es posible, no solo en la imaginación, sino también en la ciencia que prescinde de la ética y depone su interés o transfiere sus saberes a países en guerra. La pregunta que se propone es ¿Está la ciencia preparada para amortiguar sus descubrimientos y alinearlos con la sociedad? Y si es sí, entonces ¿La humanidad está lista para asumir esas nuevas tecnologías, sean biológicas o bélicas? Spectral pone el tema a debate.


Tráiler Spectral (2016)

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