La literatura en las aulas: los chicos que escriben

Sabemos que hay concursos que trascienden, que muchos hablamos de ellos y que conocemos gracias a las redes sociales que los movilizan. Sin embargo, quedan otros por descubrir, pues lo maravilloso de la literatura es que se mueve, hormiguea como la sangre en las venas y se halla en rincones como Galapagar, en donde esta semana se celebró el XI certamen del cepa La Oreja Verde. Dicho centro de educación para adultos gestiona este certamen de microrrelatos al que se presentan los alumnos de institutos de Galapagar y Colmenarejo, abierto a todos aquellos estudiantes que pululan con apuntes de sintaxis, de Lope de Vega, etc., y que a veces encuentran en estos premios un lugar en el que son leídos y valorados. Y, ¿qué escriben los alumnos de secundaria y bachillerato? Muchas veces, aquellos que no conocen los entresijos de un instituto no saben que dentro de sus paredes corren los bolígrafos y discurren las ideas igual que en el mundo de los adultos. Aquí tenemos una pequeña muestra de lo que sucede en ese microcosmos de cafetería, bocadillos en los recreos, biblioteca y aulas de ordenadores, con los microrrelatos ganadores. Y son estos pequeños ganadores, jóvenes todavía, los lectores y escritores que vienen.

Tras la valoración, por parte de del jurado, de los textos, se decidieron los siguientes textos que se alzaron con el premio (una tablet). Los compartimos por aquí porque sus voces son también importantes.

El ganador del certamen fue este microrrelato, «La mitología del amor», escrito por Fátima H.:

«Nunca me imaginé ser la Elizabeth Bennet para un Mr Darcy, o una Beatrice para un Dante, o  una Julieta para un Romeo. Fui Hera y él, Zeus, fuimos Apolo y Dafne. Fue también Eros el que  estuvo presente. Siempre pensé que estas historias estaban escritas para ser repetidas, pero me  equivoqué: eran historias escritas para recordarnos que el amor es un concepto efímero, la  enfermedad de Narciso, porque yo fui Eco. 

Fue cosa de hechizo. 

En el agua, Ariel, perdidos sus pies. 

Cambiaré el destino de Eco en aquella cueva, no dejaré que lo único que quede de mi alma sea  mi voz, le plantaré cara a Narciso, cambiaré el destino de Dafne porque quién dijo que no puede  cambiarse lo que está escrito, y haré que Apolo se olvide de aquel olivo que alguna vez fue una  preciosa criatura». 

El segundo ganador, el relato de Candela G.: «Coexistencia chinesca».

«Ahí está, otra vez. No me da miedo, ahora me aburre. Empezamos el acostumbrado duelo de  miradas. Pero esa cosa no tiene ojos, ni rasgos. Es una mancha negra antropomorfa enorme. Se  hace el silencio durante unos minutos. “¿Qué quieres?”, pregunto, más cansado que asustado.  No emite respuesta. Primero se queda quieta, observándome. Después se inclinan hacia mí y cuando estamos a escasos centímetros comienza a reírse. Yo me quedo paralizado. Intento  empujarla, deshacerme de ella. Pero lo único que consigo es atravesar una niebla espesa que  me deja los huesos helados. La figura se evapora. Pero al volver a mi posición sigue ahí, como si  nada. Entonces ladea la cabeza y empieza a mofarse. Así permanecemos una eternidad. La figura  riéndose sin parar y yo asumiendo el papel perdedor. Por fin, consigue calmarse y se digna a  contestarme: “¿No me reconoces? Soy tú o tú eres yo, según como se mire”.

Elena S. fue la ganadora del tercer premio con «La luna de testigo»:

«La luna tan brillante apareció hoy a las nueve de la noche. A pesar de todo lo sucedido ( o mejor  dicho, todo lo que habíamos liado) la luna se olvidó de nuestro caos y salió, tan puntual y  brillante como siempre. Parecía que era la única a la que no le importaba el cadáver de la señora  Roberta a nuestro lado. Sí, definitivamente, la única. Ya podía oír las sirenas de los coches de  policía acercarse cada vez más. ¡’Oye!, pero la luna billaba». 

Igualmente, hubo un premio para nivel inicial de español. Pues tiene mucho mérito que aquellas personas que llegan a un país extranjero, del que desconocen su idioma, encuentren en la literatura un refugio para expresarse. Este premio fue concedido a la alumna del cepa La Oreja Verde Fátima El Ghyat por su microrrelato.

Y os decimos desde aquí: haced que vuestros hijos lean y escriban. Porque ellos también vendrán.

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