Canas

¿Por qué, a nivel social, las canas son tan repudiadas? ¿Por qué en los hombres son consideradas sexis pero no en el resto de los géneros? ¿Por qué se asocian a la vejez? Y en todo caso: ¿por qué ese rechazo al envejecimiento?

Siempre comentan algo de mis canas pero hasta ahora nunca nadie me preguntó por qué me las dejo, interrogante que en todo caso me parece más interesante que una opinión sobre mi cuerpo.

Las mantengo porque me gusta mi color de pelo. Es decir, mi tono castaño, tirando a chocolate, que la tintura mata cuando me tiño y transforma en un colorado, mezcla con naranja, homogéneo y artificial.

Me las dejo, también, porque me parece ilógico someter a todo mi pelo a tanto amoniaco por 30 pelos blancos, a los cuales ya les tomé cariño.

Me acuerdo del día en que, frente al espejo de una peluquería, con la capa puesta y un papel film recubriéndome la pasta amarronada que tenía en la cabeza, me dije: «¿Qué estoy haciendo acá? Hablando con alguien que no conozco, de cosas que no me interesan, ¿por qué? Si no es lo que quiero». Y ahí apareció el tercer motivo. No es lo que quiero.

Pienso que cada uno tiene que hacer con su cuerpo y de su cuerpo lo que desee, porque es suyo y comunica lo que quiere comunicar a través de él. Teñirse o no, por citar un ejemplo, es una decisión de la que nadie debería opinar. Del mismo modo en que uno no opina sobre alguien que prefiere un té antes que un café. Y los ejemplos podrían extenderse: depilarse o no; tener piercings y prótesis, o no; tatuarse o no; ser así o asá. Cada quien con sus decisiones.

No me gustan las notas autobiográficas pero ya estoy en el baile, así que bailemos. Hace un año, alguien me miró el pelo, lo señaló y cuando estaba por decir algo, interrumpí y dije «sí, ya sé…vas a decir que tengo canas». «No», dijo. «Iba a decir que te quedan lindas». Entonces confirmé, aún más, que las lecturas que tenemos sobre los cuerpos son tan diversas como subjetivas y que lo que realmente importa es sentirse a gusto con uno mismo.